Un hundimiento

Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 2025 [2018]
Palabras: 652 (sin el título)
Idioma: Español
Género: Mini ficción
Subgénero: mini ficción | cuento breve
Temas:  ensueño | ejercicio de estilo | vida cotidiana

Ideas generadoras de este cuento: Un estado de ánimo que yo mismo no podía describir si recurrir al concepto de hundimiento. Tenía que escribir sobre ello para liberarme y, sin pensarlo, a mi mente vino Kafka; es decir, ‘literaturicé’ es lo que el escritor hace mis propias emociones y sentimientos. Es todo. Lo escribí de un tirón y lo dejé por ahí. Este es uno de los textos que recuperé antes de la gran quema de manuscritos en abril de 2024 y retoqué un par de veces.

Sin embargo, que ‘literaturice’ mis emociones y sentimientos y pensamientos, me llena de desasosiego…

Palabras clave:   ensueño | ejercicio de estilo | vida cotidiana

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Un hundimiento

(Imitación de Kafka) 

 

Las últimas tres semanas para el señor G habían estado llenas de altibajos. Estuvo dedicado a terminar un trabajo gratificante que había mantenido su mente ocupada. Se entregó a una tarea de igual valor, pero minúscula, que acabó rápidamente, y lo llenó de satisfacción. También durante ese tiempo, había concluido otro encargo, casi tan agradable como el primero, pero era demandante y agotador, lo que le había impedido dedicarse a pleno a lo que más le gustaba. Hubo días en que se sentía casi desorientado. Días en que, a pesar de tener tres nuevos proyectos en marcha, lo hacían dudar. A estas alturas de la vida, ¿era posible dar un vuelco a su modo de cumplir con su destino? Lo que sucedía es que el señor G no creía en el destino. Creía en probabilidades, en las probabilidades de cómo él podría dar forma a su vida. Probabilidades de modificarse él mismo, de cambiar ciertos comportamientos que había tenido durante años (el señor G era un hombre maduro, como se dice), pero eso implicaba descarriarse de un modo impredecible. Y como él era partidario de hacer todo en regla, no se sentía con las fuerzas suficientes para ello. Pero debía. De tal cosa dependía su futuro, un futuro que ya mismo estaba viviendo. No podía esperar a que las cosas se dieran porque sí, como por arte de magia, menos en estos tiempos en que la vida era frágil, y si no tenía ojo la fragilidad en general sería el pan de cada día. No sólo la vida era frágil para él, sino para la inmensa mayoría. Su permanencia en el trabajo que le proporcionaba dinero para la subsistencia dependía de tantos factores que, de tomar otro rumbo, lo perdería. ¿Y los proyectos que estaba desarrollando y los en perspectiva? Eran excelentes, pero sus réditos no los vería en el corto plazo, no al menos que él, el señor G, hiciera algo. Sabía el qué, no el cómo. ¿Cómo lograr que un excelente proyecto a mediano y largo plazo rindiese beneficios de inmediato? Pensar en ello entre un sueño y otro lo llenaba de entusiasmo. Imaginaba mil estrategias en las que todo funcionaba a la perfección. Pero luego, durante la vigilia, cada visión se desbarataba, era un imposible, y él se hundía. ¿Sólo era un hundimiento pasajero? Él lo creía con firmeza. Este tipo de cosas no pueden seguir hasta que muera, el señor G había vivido bastante para saberlo. Pero también sabía que era perfectamente posible. Podía hundirse y quedarse ahí, sin la menor posibilidad ni deseo de levantar un dedo. Sin contar que pesaba gravemente la fragilidad. Pero cuando la fragilidad era menos evidente y el señor G tenía la sensación de cierta solidez, se relajaba. Vivía en un mundo cerrado. El mundo para él era una macroestructura violenta en donde él alojaba su micro micro micro burbujita, a su vez esa macroestructura en breve desaparecería y hundido o no todo se borraría. Intentó sacar un dedo de su propia burbuja. El señor G era un egoísta y lo sabía. La fuerza de gravedad interna de su mundo era tan poderosa, y la piel de la burbuja tan lábil y resistente que, aunque pudiera lanzar un puñetazo, no podría romper esa pompa de jabón que lo recubría. ¿No era mejor cerrar los párpados y dejar que alguna fuerza lo aplastara? Ahí estaría el hundimiento completo.

El señor G cerró los ojos donde estaba sentado con la espalda erguida bien apoyada contra la silla. Con suerte, si despertaba, se limpiaría las babas y flemas que había generado la burbuja y quedaría fresco, listo para un vuelo y un nuevo hundimiento. Pero ahora no tenía la certeza de que, aunque se afeitara a fondo, se lavara el pelo y pasara dos veces la barra de jabón por los sobacos, limpiaría concienzudamente las trazas de baba y flemas que le amargarían el día.

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