
Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 1988
Páginas: 2
Idioma: Español
Género: Cuento
Subgénero: Ciencia ficción
Temas: la paradoja | lo autogenerativo
Imagen generadora del cuento: Head of a woman, de Juan Gris, París, 1912, 53,8 x 46,4 cm. Un sábado de 1980, recorriendo una sala de exposición de arte surrealista en el MAMBo, me encontré con esta imagen de frente y vi que en ella cabía el universo.
Palabras clave: papiroflexia | ciencia ficción | juan gris | cuento corto | cuento colombiano siglo xx
Autores relacionados con esta novela:
F. Kafka
M. C. Escher
Juan Gris
J. J. Arreola
Papiroplexista *
Germán Gaviria Álvarez
CONSTERNACIÓN NACIONAL
(Bogotá, 06.14.2061)
EL PADRE DE LA DESTREZA MUERE EN EXTRAÑAS CIRCUNSTANCIAS
La policía afirma que se trata de un suicidio
Hacia las 11.40 de la noche anterior, murió en el norte de la ciudad Roberto Espinosa Espinosa, el mundialmente famoso Padre de la Destreza.
En primer plano, la holografía del mortal instrumento con que el genio muriera asfixiado. En las páginas siguientes, la historia completa y los hologramas de lo mejor de su trabajo.
El documento que reproducimos a continuación fue hallado entre la boca del genio. Fue desdoblado con pinzas especiales por la complejidad de los dobleces y ramificaciones. La policía afirma que este documento es la prueba irrefutable de su voluntad de quitarse la vida y afirma que es obra de la nanotecnología.
Soy arquitecto, pero debido a mi dedicación al trabajo y a mi desbordante inventiva con el papel, me he convertido en el único papiroplexista del mundo. A tal punto ha llegado mi habilidad que no sólo soy aclamado en los círculos sociales e intelectuales, sino que poseo un almacén -muy lucrativo, por cierto- en la Ciudad Capital, que se ha convertido en un punto de referencia para todos los amantes de la papiroflexia del planeta. En ellos exhibo gran variedad de figurillas: animales, ropa, relojes analógicos que funcionan a la perfección -igual que los modernos relojes atómicos-, réplicas de complejos industriales y urbanísticos, réplicas de naves espaciales, bosques tropicales, en fin. Toda una gama de productos de papel únicos, imposibles de conseguir incluso en los almacenes especializados. Todos estos objetos los he elaborado practicando dobleces a una sola hoja sin llegar a cortarla, sin añadir ni pegar nada, sin hacer la más mínima incisión o rasgadura. La pintura especialmente preparada hace el resto. El ingenio que despliego para resolver los problemas que plantea la construcción de cada objeto, por sencillo que parezca, es tal que casi resulta perfecto. Si no fuera porque es de papel y la pintura un artificio, tomaría las características de un producto natural que brota, no de la inventiva del hombre, sino de la naturaleza merced a un acto mágico.
Así pues, luego de terminar la miniatura -entre otras cosas son las más solicitadas y las mejor pagas- la guardo en su respectiva cajita de cristal y la suspendo con hilos supra ópticos que, gracias a un efecto especial de tratamiento y a la absoluta transparencia del vidrio, se hacen invisibles, de manera que el objeto parece flotar dentro de la cajita sellada. Pero esto no es todo. El arte del objeto diseñado, perfeccionado, elaborado y guardado herméticamente, no queda ahí. Si la cajita estuviera hecha de un cristal común, el objeto perdería por lo menos la mitad de su valor como pieza armónica de un todo representado. La cajita está fabricada de tal manera que las aristas, vértices y ángulos no se ven. Absolutamente nadie podría precisar dónde termina un lado y dónde comienza otro. Sin embargo, las caras son tan rectas que, sin fin, en un momento dado semeja una esfera. Pero no es una esfera. El material de la cajita es tan delgado como translúcido y tan perfecto como resistente. En él, jamás se acumula el polvo y es inmune a la suciedad.
Características bastante importantes, si se piensa en las condiciones adversas en las que se desenvuelve el mundo moderno. No sólo es la polución, ya irreversible, sino también la constante repetición de materiales, temas y técnicas en el arte. No digo que mis desarrollos sean originales, no lo son. Pero, conmigo, el arte ha llegado al más alto grado de evolución imitativa sin que por ello se estanque.
Durante años he ejercido mi profesión y nunca -soy tan precavido como riguroso- he tenido la menor eventualidad. Mas hoy ha sucedido algo singular. Me encontraba meditando en mi estudio la manera de terminar la copia exacta del cuerpo humano con todas sus partes (tan igual que, en privado, unos críticos que me han visitado han dicho que no sólo será la mayor obra de arte de siglo xxi, sino que, si se pudiera sustituir el papel por algún material sintético moderno, nada tendría que envidiarle al cuerpo natural…), cuando, quizá al dejarme ir con demasiada ligereza en la silla, perdí por completo el equilibrio y me precipité al suelo. Lo curioso fue que no sentí dolor al dar contra el piso; antes bien, mi cuerpo se adaptó sin problemas a la nueva posición. Hice entonces un pequeño esfuerzo para levantarme y, de un momento a otro me puse pie como si una mano invisible me hubiera alzado. Intenté sentarme de nuevo para seguir trabajando, pero he aquí que una enorme cantidad de cajitas de cristal de las estanterías comenzaron a abrirse por la mitad y a dejar salir, como si fueran huevos, las miniaturas construidas por mí. Las vi correr por el piso, por las paredes, por mi cuerpo erizado de horror. Sentí que subían por mis extremidades, que se deslizaban por mi pecho y espalda, que rodaban por mi cuello y llegaban a la cara. Vi aterrorizado, gracias a un lejano rayo de luna, pues la electricidad se había interrumpido, que empezaban a ensamblarse, a formar un todo compacto que entraba a toda velocidad por mis fosas nasales, por mis oídos y boca antes de que pudiera hacer algo. Me alcé con torpeza y di tumbos por las estanterías y la mesa de trabajo llena de materiales…
Entonces todo volvió a la normalidad. Volví a mi silla justo cuando el fluido eléctrico se restablecía. Me acomodé, eché un vistazo y estaba todo revuelto: miles de cajitas abiertas y tiradas en el suelo, proyectos, planos, hojas con esbozos, maquetas, pinturas orgánicas. Y continué trabajando entristecido, sintiéndome juguete, viendo cómo, en el techo, una translúcida fisura en el cristal desaparecía, y de pronto tuve la certeza de entrar en la eternidad.
Nota del editor: La policía asegura que el estudio estaba en completo orden. Y un dato curioso al tiempo que inquietante: los ojos del genio estaban vueltos hacia adentro.
* Primer puesto en el Concurso Nacional “El cuentista inédito 1989”, del Centro de Estudios Alejo Carpentier de Bogotá. En: Cuadernos que cuentan 1 Una década del trallar de escritores de la Universidad Central (1981-1991). Bogotá: Universidad Central, 1991, pp. 11-13. ↑