
Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 2024 [2011]
Palabras: 592 (sin el título)
Idioma: Español
Género: Micro ficción
Subgénero: micro ficción | cuento breve
Temas: Dios | Jesús | lo humano | lo divino
Imagen generadora de este cuento: A mediados de 2011 escribí este texto sin otra pretensión que presentar a Jesús como a un hombre realmente común que no hace milagros y tampoco es aparentemente, un ser excepcional, y lo guardé. Con el tiempo pensé que podría ser el germen de capítulo de una novela que por entonces planeaba y luego se transformó en Todo se destruye o Vida de Helda H. Recuperé este texto en abril, de este año cuando quemaba mi archivo personal. Lo reescribí 4 veces. En realidad, mi ateísmo furioso de esa época, buscaba una síntesis filosófica antes que narrativa. Y sucedió al revés. Me alegro de ello.
Palabras clave: Jesús | Dios | verdad
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El hijo de un Dios
Estoy agonizando y no es momento de heroísmos, de dudosas iluminaciones ni de rendir testimonios falsos. Sólo necesito unos minutos para aclarar que todo lo que dicen de mí es inventado, una exageración o lo han tergiversado. Por ejemplo. No fui hijo de José, un carpintero, ni de María, una virgen; nadie es hijo de ninguna virgen. En realidad, nunca conocí a mis padres, fui criado por una pastorcita muy buena que murió cuando yo tenía 10 años. De niño, tampoco asombré a rabinos y decanos con dialécticas audaces. Ya mayor, me enamoré de María Magdalena y ella me quiso, pero no tuvimos hijos, pues la bulla de los niños me exaspera. Se me endilga haber utilizado la fábula para transmitir alguna sabiduría, lo cual es falso: lo demuestra el hecho de que esto no es parábola. Soy iletrado, pero desde joven aprendí a tocar flauta para calmar a las cabras y seducir algunas muchachas. Niego haber reclutado a doce haraganes que se autodenominan discípulos o apóstoles y de haberlos adoctrinado en una fe de la que carezco. Ms únicos seguidores son este par de canallas, que me escupieron antes de su último suspiro, pues no quise escuchar sus confesiones extravagantes ni saber de su cobardía. De entre los muertos resucitó un tal Lázaro, primo de Miriam, esposo de Betsabé y concubino de Ester. Me parece que sólo un Dios o un demonio puede hacer tales cosas y no soy nada de eso. Sólo tuve la ocurrencia de decir que iba a resucitar. Lo dije como un sarcasmo, pues un hombre de esa calaña no merece vivir otra vez. También es mentira que devolví la vista a los ciegos, extremidades a los mutilados y el habla a los mudos, que sané leprosos, hice caminar a los inválidos y restituí la honra de conocidas rameras. Esto último no puede ser porque no soy augur, médico ni sacerdote. Jamás eché a los mercaderes del templo ni esparcí sus géneros por el piso, pero confieso que me habría gustado hacerlo, un par de veces falsamente me acusaron de robarlos y recibí latigazos. Han dicho que un hombre llamado Juan el Bautista me bañó en el río y luego muchos tomaron mi ejemplo para desafiar la dura Ley romana, pues eso es una patraña: yo pasaba por allí después de haber sido apedreado por los samaritanos y Juan me prestó su cazo para que pudiera aliviar mis heridas, estaba débil y necesitaba recuperarme, como ahora, en este monte donde por mi resistencia física he aguantado más que aquellos dos. Admito que fui yo el que los entrenó en el arte de la oratoria, así como el que les enseñó a huir hacia el desierto, en tierra de chacales. Trato de mirar hacia el crepúsculo y deseo que llueva, pues la sed me lacera. Uno de mis verdugos hace rato me dio de beber hiel como es de broma cruel entre los soldados zafios. Muchas veces, en los días de sosiego, desde aquí vi el atardecer: es tan bello como ha de ser para un hombre volver a la vida. Además, hoy debe haber luna y para mí, la luna es la diosa de la tierra. Por desgracia, uno de esos soldados infames, después de hundir su lanza en mis costillas por tercera o cuarta vez para que sufriera, apretó la corona de espinas en mi frente y la sangre, seca ya, no me deja ver. Soy un hombre común que durante su vida luchó por sobrevivir, como aquellos dos. No sé de dónde habrá sacado la gente que soy el hijo de un Dios.