
Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 2024 [2015]
Palabras: 617 (sin el título)
Idioma: Español
Género: Micro ficción
Subgénero: metaficción | micro ficción | cuento breve
Temas: vida | muerte | la libertad | la prisión
Imagen generadora de este cuento: El gallinero al aire libre de mis tías en Neira a las que visité repetidas veces en mi adolescencia. La casa estaba en el pueblo y tenían un solar enorme en donde había frutales (naranjas, guanábanas, limones, piñas), una enramada en donde pilaban el maíz para la sopa, la mazamorra y las arepas, una marranera con unos cinco animales, y, claro está, las gallinas que vagaban en el patio en busca de agua y alimento. De noche, oía a las gallinas dormir bajo el piso de madera de la casa, en donde eran resguardadas del ataque de la comadreja, muy común entonces.
Escribí una primera prueba de este texto en 2015, cuando volví a la casa de mis tías en Neira que ya no pertenecía a mis tías maternas y tras el fallecimiento de la última de ella había sido vendida, y, con todo, a mi mujer y a mí nos permitieron entrar. Después de 40 años la casa había sido transformada, y el patio-gallinero antaño de tierra, ya estaba cementado, aunque había por ahí tres gallinas.
Palabras clave: existencia | lo humano | lo divino | la prisión
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Del huevo y la gallina
Cacareando al fastidio del ama, la gallina se dijo: ‘Hoy tampoco lo ha encontrado. Canto mejor que nunca, pero me ignora. No importa. Buscará en otro nido. Debo esforzarme en poner un huevo para la hija del ama, y como no fue hoy ni ayer será mañana.’
Golpeada por un hambre tenaz, salió del nido al patio, sacudió en su pico un bicho gordo que encontró por casualidad, y al tragarlo, le sobrevino una visión doble: la del ama dando un caldo a su hija, y la de su madre, ya desaparecida, entregando a ella las mejores lombrices.
Pero era un recuerdo perturbador y la visión que la tuvo al borde del llanto se cerró y no logró aclarar nada, sólo que tenía que irse de allí, a como diera lugar. ¿Así era de tenaz el dulce recuerdo de su madre que la empujaba a tomar tamañas decisiones?
Como quien no quiere, se alejó del patio con pasos cortos, evitando ser vista por el gallo y las gallinas que por ahí merodeaban. Sintió rasquiña en las patas, un cosquilleo de piojos bajo las alas y la rabadilla hinchada de grasa, y zurumbática la cabeza.
Debía cruzar varias líneas: unas piedras, un sembrado de rosas, un pastizal alto y atravesar una empalizada impulsándose con las alas un poco. Sacudió la cabecita excitada y temblona. Su madre le había dicho que al otro lado había tantas lombrices gruesas y jugosas que nunca más iba a volver a sentir hambre ni sed. Sin contar que allí había vistosos gallos solteros, podría dejar de ser ponedora y tener sus propios pollitos.
‘¿Estaré cometiendo una injusticia al pensar que el ama sólo quiere mi huevo como tributo para llevarme a su paraíso? ¿Y si mañana ni pasado mañana tampoco hay huevo?’
Como un resplandor, vio y oyó a su madre que tenía el pico y los ojos muy abiertos: gritaba que tenía que irse de allí. Pero el resplandor fue oscurecido por el buche vacío que aullaba por ser alimentado de inmediato. Picoteó algunas semillas y piedrecillas harta de pelear con gallinas y pollos por cada grano de maíz o un poco de agua. Junto al pedregal, se detuvo en seco.
‘¡Sí! ¿No debo tomar decisiones, buscar mi propia comida, ser yo misma y no esperar a que el ama me alimente cuando quiere?’, se dijo, pero su razonamiento fallaba. ¿No había algo más? El piar de unos polluelos que estaban cerca aguijoneó su dolido instinto materno.
Atravesó las piedras, las rosas y el pastizal alto y oscuro y llegó a la empalizada. Envalentonada, agitó las alas y alzó un poco de polvo, pero escuchó del otro lado un aterrador silbido del viento y, de éste, el llamado del ama y el corretear de polluelos, pollos y gallinas a las canoas llenas de agua y comida.
La paralizó un hambre y una sed insoportables y rabiosas. Se recriminó por intentar escaparse todos los días, desde que su madre había desaparecido tiempo atrás. ¿Ya no estaba bastante vieja para tales fantasías? Estaba lejos de la comida y, para cuando llegara sin aliento casi, tendría pocos granos de maíz y agua. Chilló desolada mientras corría como loca hacia el cuenco de comida, con pocos granos ya.
Debía esperar sin alejarse de allí, pero las patas le rascaban. De pronto volvió aquel resplandor con su madre gritando y quiso atravesar las piedras, el sembrado de rosas, el pastizal alto y la empalizada. En ese momento cayeron del cielo uno granos de maíz y se detuvo a picotear todos los que estaban a su alcance, entonces sintió que el ama la cogía y palpaba su rabadilla, la alzaba y metía su cabeza debajo de un ala.