Broncíneo Naranjo

Sección: Sin ataúd

 

Broncíneo Naranjo

Nació en 1995

Retazo

 

Broncíneo Naranjo

 

Gotas de agua se estrellan en la frente. La gota crea el tiempo. La cadencia varía. Algunas veces caen al ritmo de una tormenta; otras, al de la última gota que quiere beber el sediento. El repiqueteo marca segundos, años, siglos. Solo puede mover los ojos; pasa los milenios observando el sol que ya no describe su curva en el firmamento. La noche se hace cuando los ojos encandilados ya no pueden permanecer abiertos; la noche es de color naranja plagada de estrellas púrpuras.

Desde el cielo los dioses dicen cosas incomprensibles. Una bandada de cuervos mete los picos bajo las uñas, castiga el silencio. Para que los cuervos se vayan, dice lo primero que se le pasa por la cabeza, lo único que consigue es que los picos vayan más profundo.

El agua que cae en la frente, nunca escurre hasta sus labios. Ruega a los dioses para que las gotas caigan en su boca. Para su sorpresa, los dioses se muestran compasivos, la dejan beber. Hacen que el sol desaparezca, que el agua deje de gotear. 

Tras un lapso indeterminado, el tiempo fluye de nuevo. La mente de ella está menos turbia. Los dioses preguntan cosas que no deberían saber. No responde. Los cuervos chasquean. El sol queda en lo alto, abrasa los ojos, ve manchas de colores. Los dioses se van,  une las estrellas con líneas. Nombra las constelaciones.

Está exhausta, ¿cuánto lleva ahí? La frente arde, cada dilatación y contracción de las arterias es un punzón entrando y saliendo del cerebro. Los dioses dicen que si habla se puede ir.

‒¿Irme a dónde? 

‒A casa.

‒Mi casa dejó de existir hace mucho. Los huesos de los hijos de mis hijos son árboles y pájaros. Ustedes preguntan por cosas que ya no son. 

Le preguntan sobre unas líneas de abastecimiento y sobre el movimiento de tropas.

‒La guerra terminó hace mucho. Ya nadie recorre esos caminos. La selva ahora es un desierto. A la larga es como si no hubiese sucedido.

Los cuervos caen de nuevo sobre ella, los dioses ordenan que separen la piel de la carne, comienzan en los dedos de los pies. La carne queda expuesta; los escarabajos la devoran. Ponen sus larvas en los ojos, eclosionan y las larvas cavan y se ocultan.

 De las rodillas hacia abajo la piel está levantada. Los cuervos se detienen en la entrepierna y reinician sus labores en los dedos de la mano.

‒¿Para quién es el abrigo que hacen con mi piel?

Cuando los cuervos llegaron a la altura de los codos el corazón dejó de latir.

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