Memoria 98

Memoria 98

 

 

30.01.2025 Hace un rato recibí la noticia de que una de mis hermanas mayores fue diagnosticada con Alzheimer. A pesar de que desde hace unos meses la sospecha flotaba en el aire, que ahora se confirma me produce una sensación de malestar. ¿Qué edad tiene exactamente? No sé. Nunca he tenido muy claras las edades de mis hermanas. Ahora mi sobrino me ha dicho que tiene 72, creí que era un par de años mayor. Ya se sabe que acabará en un asilo, la cuestión es de tiempo. Supongo que debo programar un viaje a Pereira lo antes posible para ir a visitarlos. ¿Cuándo podré? Podría ser la segunda o tercera semana de febrero, por unos 3 días. 

Pero esta noticia trae una sensación triple: la de las personas que fallecen, y ya no están y dejan una fuerte sensación de vacío por su desaparición del mundo de los vivos; la de las personas que se van a un viaje muy largo a un lugar lejano y con ellas no se puede hablar porque no es posible la comunicación, uno sabe por algún medio que está vivas, pero son inaccesibles, no podemos ver su cuerpo ni oír su voz, pero viven, y la de las personas que están más allá del mundo social, que se han desconectado de toda realidad inmediata y están en un estado casi divino, más allá del bien y del mal, pero no por insanidad, sino como una confirmación o un estado al que se llega después de un recorrido de muchos años, desde la lejana juventud. 

Esto último, ¿es así? De ser cierta esta sensación, querría decir que hay una predisposición. No sé hasta qué punto puedo, siendo un total ignorante de esta enfermedad, suponer cosas. Sólo puedo escribir acerca de mis sensaciones, que están mediadas por la tristeza, una extraña tristeza, pues no es lo bastante fuerte como para que llore o algo así, ni lo bastante leve como para dejarla pasar. Es una tristeza intermedia: se sabe que comienza, pero también que se prolongará en el tiempo, con la concomitancia de que yo mismo podría padecer la enfermedad. Y de suceder eso, ¿qué haría? 

Desde hace años he dicho que yo mismo me quitaría la vida si llego a un punto en el que no pueda valerme física y mentalmente de mí mismo. Pero no es tan fácil, y eso es casi una bravuconada romántica. Como dice el dicho: del dicho al hecho hay muy trecho. Poner en movimiento toda la logística que se necesita para uno mismo quitarse la vida, y estar mentalmente preparado para ello, supone una determinación y una fuerza moral para las que habría que estar preparado…

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