Memoria 91

Memoria 91

 

 

30.10.2024 Casa mata viaje a Europa. Ayer Juan me puso un mensaje breve. Confirmaba que la señora que había ofertado por la casa en Rose Cottage, retiró la oferta y él y Nicole la van a comprar. Vi el mensaje en la noche, cuando mi mujer y yo volvimos de caminar y de comprar un par de cosas para el apartamento. Siempre estamos comprando cosas. Yo estaba fastidiado. Cuando fuimos a beber una cerveza yo estaba de malas pulgas y mentalmente le echaba la culpa de que fuera absorbente, y se lo reproché (¿cuándo dejaré de reprochar cosas?), aunque de manera velada y creo, creo que ella no se dio cuenta. Aunque creo que sí. Sentados a la mesa, dije que si bien ella se sentía estable desde que estábamos en el apartamento de Julián, yo no, evidentemente, y que estaba muy cansado, sin contar lo que faltaba: devolvernos a Bogotá el 27 de noviembre, lo que implicaba recoger nuestros chécheres en este apartamento, volver al apartamento de Julián, quedarnos ahí máximo hasta el 15 de diciembre, trastearnos a un Airbnb en Bogotá, y salir de Bogotá, ahora sí con todo el trasteo (enviar por Coordinadora lo que tenemos almacenado), y montar apartamento, desde cero, aquí en Medellín. Le dije que ninguna manera yo sentía estabilidad. Tú sí, dije de manera malintencionada, pues finalmente estás en el apartamento de tu hijo, yo no, no es el apartamento de hijo, date cuenta de eso. Y fuera de eso las navidades. Fue un golpe bajo y malintencionado y puse cara de pato. 

Volvimos en taxi, pues era más de las 9 de la noche, y vi el mensaje de Juan. Lo que acabó de desalentarme. Eso significaba, pues ya lo habíamos hablado, que no nos veríamos en Italia dentro de un año, y a cambio sí que yo volvería a New Zealand en diciembre de 2025 o en enero de 2026; dado que iban a comprar casa, no había dinero suficiente para costear un viaje a Europa. Le puse un mensaje de voz felicitándolo animadamente, pero yo sabía que en mi voz había falsedad. En el fondo, pensé, toda mi mala leche y desaliento unidos provenía de allí, de que cuando Juan planteó la posibilidad de cancelar el viaje si salía el negocio de la casa hace dos días, aumentaba la improbabilidad de verlo. Hoy, hace un año exactamente, estaba allá y compartimos todos los días juntos, viajamos, hablamos de cosas privadas nuestras, nos bebimos unos tragos, comimos delicioso, en fin, fue fantástico. Yo había tenido una crisis por su ausencia hace unos meses, tal vez en julio, y mi mujer me sugirió que nos viéramos solos, Juan y yo, en un país intermedio. Se lo propuse, pero las cosas no son tan fáciles y acabamos planeando un viaje a Italia en octubre de 2025, él acompañado de Nicole, yo de mi mujer. Siempre he pensado que, cuando uno dice que va a hacer algo, fija una fecha y empieza a posponer, finalmente no lo hace. ¿Cuándo volveré a verlo? ¿Será posible dentro de un año o 15 meses? Es extraño, casi prefiero volver a New Zealand que volver a Italia.

La verdad es que, en el fondo fondo, más bien estaba decepcionado con Juan por preferir invertir en una casa que invertir en verme. Egoísmo puro y duro de padre. Y celos, claro está, pues prefiere estar con su mujer, Nicole, que conmigo. Pero ¿es que caso yo no tengo clarísimo que cuando uno se va de la casa y tiene mujer, su prioridad es su mujer y su hogar? ¿Acaso yo mismo no lo hice y ahora mismo no lo estoy haciendo al poner por encima incluso de mis percepciones los deseos de mi mujer? Pero había algo más. Que Juan se lanzara a comprar casa también significaba un tránsito hacia la permanencia y un cierto obligarse estar amarrado a un trabajo y a una hipoteca que lo iba a limitar y eso de ir a vivir a Australia ya no iba a ser tan fácil.  

Muchos cambios, vivimos unos tiempos de cambios y yo sé que son buenos y esperanzadores. Lo que sucede es que no tengo tantas fuerzas y los nuevos ritmos impuestos no permiten hacer lo que he venido deseando desde hace algo más de 4 años, que es escribir la novela Lorenza Pedrini. Eso, sentir que las fuerzas disminuyen y que el tiempo literalmente corre, que los cambios se suceden sin descanso y estoy envuelto esas dinámicas exigentes de grandes energías, es lo que me agota. Por ejemplo, desde hace unas semanas, por falta de tiempo y por la obligación de atender la evolución de tales cambios, me he limitado a esta memoria. Porque es una memoria a la que puedo acudir para refugiarme y no sentir que estoy estancado. Lo de la página Web, me vale oeuf. 

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