Memoria 79

Memoria 79

 

07.10.2024 Cambios. Desde el año pasado, cuando el dueño del apartamento en Arboleda de Sotileza pidió la restitución del mismo, que coincidió con la determinación de mi mujer de pensionarse ahora y empezó a reunir la documentación necesaria, decidimos que nos iríamos de la ciudad, y seguramente, también del país. Planeamos un viaje a España, que lo hicimos entre mayo y junio, que debería coincidir con el retiro definitivo de mi mujer de su trabajo, con la entrega del apartamento, y con nuestra instalación en España, si el presupuesto de mantenimiento nos daba. Durante el viaje, entendimos que no: el presupuesto no daba para vivir como queríamos. Con la restitución del apartamento al dueño, mi mujer y yo nos vinimos el 6 de julio al apartamento de Julián, que desde hace unos 3 años vive en Londres, lo que significó un cambio más dramático, pues nos obligó, a mi mujer y a mí, a traer lo estrictamente necesario, pues el apartamento tiene dotación completa.  La quema de mis manuscritos en abril fue un cambio simbólico y físico trascendental para mí, pues sólo hasta que me desprendí de cajas y cajas llenas de manuscritos con las que había acumulado y cargado toda mi vida, hubo un verdadero cambio. Con esto, dejaba atrás no sólo una forma de trabajar y de entender la literatura, sino el pensamiento y pensamiento, mi forma de ser y de actuar, con otro entendimiento del pasado y una visión distinta del futuro. Los cambios deben ser eso: una sucesión de desprendimientos que reafirman al ser y abran otros caminos, de otro modo no lo son. Luego vino una larga expurgación de mi biblioteca, de la que, al final, en julio, me quedé con un 10%, lo esencial, y el grueso de la colección finalmente fue a parar, antes que a un mercachifle de libros por la que ofrecía una cifra ridícula, a manos de mi hermana menor. También expurgué ropa y zapatos y montañas de papeles personales, y, al día de hoy, incluso cambié el computador que llevaba unos 9 años conmigo; ahora, desde el 4 de agosto, tengo éste. 

Desde hace más de un año, también ha habido otros movidas por parte de mi mujer y mía. Por parte de ella, los movimientos abruptos han tenido lugar desde el fallecimiento de su madre en abril, el fuerte papeleo y múltiples reuniones con sus hermanos y hermanas, el desmantelamiento del apartamento que fuera de su madre, la sucesión, la división de la finca, la renuncia a una relación de cercanía con su hermano mayor, y el afianzamiento de cercanía con sus otras dos hermanas y hermano menor, su viaje a Londres a visitar a Julián y el nacimiento en Madrid de Matías, su primer nieto, que llegó con un mes de anticipación. De mi parte, el montaje de mi página Web y mi viaje a Nueva Zelanda para visitar a Juan Camilo, conocer a su esposa y a su familia supuso en mí también un ciertos cambios en el estilo de vida y de pensar. Curiosamente, en octubre de 2023 terminó mi amistad con Oscar Arcos al que consideraba mi amigo más cercano, y digo curiosamente, porque al terminar esa amistad, también se cerraba un periodo de algo más de 30 años en el que cabía un mundo ya caduco y era necesario dejar atrás. En su momento no lo vi así, pero ahora que ha pasado un año completo lo veo de esa manera y me alegra que tal ruptura tuviera lugar.

En junio, de regreso de nuestro viaje a España, mi mujer y yo decidimos que iríamos por un tiempo a Medellín, ciudad en la que mi mujer siempre ha querido vivir, de modo que en 3 semanas viajaremos a esa ciudad, en donde, en principio, nos instalaremos durante un mes y así le tomaremos un poco el pulso a la ciudad. Pero aún viene otro cambio, otro movimiento. En una semana, mi mujer ya no irá a su trabajo, pues ha renunciado. Es decir, dentro de una semana todas las rutinas laborales de ella finalizarán y entrará definitivamente en un nuevo modo de existencia, carente de obligaciones laborales y de los afanes que de ello derivan, pues se pensiona. Para mí sólo significa una reacomodación de mis rutinas de siempre, que no son otras que sentarme durante 7-8 horas frente a esta máquina, y no volver a madrugar más, pues detesto hacerlo. Madrugar, desde hace más de 30 años, no me dice absolutamente nada. En la ciudad, es una mera imposición de la sociedad esclavizada por la productividad. De modo que ya no me sentaré a las 7 am., sino, espero, entre 8.30 y 9, de resto, supongo que no se modificará, pues tengo mi propio programa de lecturas y producción literarias. Los cambios me han enseñado que si bien debo seguir produciendo, ya no es por deseo de ser ‘famoso’ ni para enriquecerme siquiera; eso ya no me importa. Me importa seguir explorando los caminos del arte literario, incluso aquellos que me han demostrado la absoluta inutilidad de la literatura. Estoy segurísimo de que en pocos años la poesía, los libros de ficción y de no ficción seguirán existiendo, pero serán escritos por máquinas. De modo que, si antes luchaba por ser un escritor ‘original’ y decir por escrito ‘grandes verdades’, ‘grandes ideas’, dejé de hacerlo. ¿Para qué? 

Pero también mi mujer estará más tiempo conmigo, lo que me gusta mucho y podré disfrutar más de ella. Supongo entonces que no habrá traumatismos, pues, con todo, no los ha habido hasta ahora. Y supongo que es así porque ella y yo juntos hemos hecho tales cambios con el corazón abierto.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.