Memoria 78
04.10.2024 El deseo de poder. Ayer vi a Camilo, uno de los hermanos de mi mujer. Estaba en la acera de la notaría y tenía en las manos el teléfono celular y parecía enviar un mensaje. Llevaba la chaqueta azul cortavientos, una camisa blanca, bluyín y tenis negros, la misma pinta de hace un año más o menos, la última vez que lo vi. Mi mujer accionó el pito de la camioneta, él miró hacia notros e inmediatamente subió, como si nada hubiera pasado.
Pero las cosas habían cambiado radicalmente. Desde principios de este año no se hablaban de manera directa, ya no iban a tomarse unas onces o a comer a algún restaurante, ya no se ponían corres o chats amistosos, ya no había cercanía por algún asunto familiar en general o de alguien en específico de la familia, ya no se hacían pequeños regalos y se acabaron las invitaciones a verse para hablar en nuestro apartamento o en el de él; también cesó todo interés directo por saber de la salud del otro o por simplemente saber cómo le va. Un signo de que a Camilo no le va tan bien, es que no estaba peluqueado, y ayer no lo estaba, el bluyín se veía demasiado viejo y los tenis muy usados. Antes de encontrarnos, mi mujer estaba nerviosa, tensa, pues Camilo tiene fama de ser poco tolerante y la última vez que se vieron, con los otros hermanos de quienes también se distanció, no fue en buenos términos, y cuando él subió a la camioneta con buena actitud, casi como si nada hubiera pasado y saludó a mi mujer, de quien esperaba un beso en la mejilla, como siempre, y tal no tuvo lugar, sino un saludo de mano con un suave apretón, creí percibir en él cierta decepción. ¿Cómo saberlo?
¿Por qué se destruyó ese lazo familiar que había durado 60 años? ¿Basta una diferencia radical de puntos de vista sobre un asunto álgido? Una de las causas no sólo es la incapacidad del lenguaje para expresar ideas, emociones y sentimientos de lado y lado. Mi mujer hizo bloque con las otras hermanas y hermano, y ya no fue la aliada de siempre con Camilo, y él quedó ‘solo’. Cosa que se ha interpretado de 4 contra uno, pero en realidad es de uno (Camilo) contra 4 y lo que ellos son y representan; evidentemente no es lo mismo. También es seguro que otra causa de tal división, se debe a la falta de alteridad de uno y otro lado, lo cual tiene lugar por el no dominio de las propias pasiones, y esa incapacidad de dominio impide razonar de manera fría, centrada y desinteresada. Todo lo anterior lo demuestra el hecho de que Camilo utilizó como vocero suyo a un tercero (un abogado) y se retiró de la confrontación directa con sus hermanos. Es decir, frente a sus 4 hermanos con esta acción, exhibía su incapacidad de escucha y de habla, y expresaba sus deseos (poder) a través de ese tercero(abogado). ¿La falta de comprensión entre las personas tiene lugar entonces por dificultades en la comunicación? ¿Todo se reduce a problemas de lenguaje? Hasta cierto punto, sí. En la solución de conflictos, después de largas y tediosas deliberaciones –como oficializó ayer en la notaría– se llega a un punto en el que ambas partes logran un arreglo en el que se supone todos quedan en igualdad de condiciones. Pero en ningún acuerdo tal cosa tiene lugar, y sí más bien sucede que una de las partes siente que cedió demasiado y fue al pierde. De hecho, al final de toda negociación -amistosa, familiar, comercial, política o social-, en el fondo cada una de las partes siente que pudo lograr más y cedió más de lo que esperaba.
En todo el tiempo que llevo con mujer hemos discutido y estado en desacuerdo en muchas ocasiones, pero seguimos juntos, a pesar de las amenazas de parte y parte de una separación definitiva. ¿Por qué seguimos juntos? Después de muchos años de vivir con ella, creo que la conozco mejor que nadie, y al mismo tiempo sé que, muy a pesar de ello, en realidad la conozco muy poco. He aprendido a seguir el ritmo de ella como mujer porque algo muy profundo me mueve a ello, algo que yo tampoco puedo aprehender de mí y tampoco conozco, algo que me impulsa a verla tal como es y sentir, así no esté de acuerdo, que estoy con ella porque se trata de ella y de ninguna otra mujer, pues ninguna otra mujer puede ser ella, tanto en lo físico como en todas sus actitudes, decisiones e indecisiones, en sus formas de razonar o de no razonar, de ser impulsiva o muy medida, de ser justa e injusta (siempre es relativo lo que es justo o no lo es), en todo, en fin, lo que es ella. Esto es algo que tiene lugar todos los días, a cada hora. Lo veo y lo vivo incluso cuando ella no está por largas horas, pues es una presencia viva e ineludible en cada objeto de este apartamento.
¿Significa lo anterior que he logrado, a lo largo del tiempo que llevo con ella, desarrollar unos tipos de lenguaje tal –verbal y no verbal–que me permiten estar en desacuerdo con ella y, sin embargo, no querer, no desear separarme definitivamente de ella como sí hice con la primera cónyuge que tuve? Si es así, ¿cuál es la naturaleza del no-deseo de separación? En la película de Wenders, París, Texas, Travis se separa de su mujer que adora como a ninguna otra (Natassja Kinski), justamente porque la ama demasiado y de tanto amarla no puede estar a su lado. Existen muchos tipos de amor (filial, incluso), pero es la profundidad de ese amor la que hace que una relación X sobreviva o no. ¿Es el tipo de amor que siento por mi mujer lo que me ha mantenido a su lado a pesar de las diferencias? Y si es así, ¿qué tipo de amor es ése? El tipo de amor o de emociones que sentimos por alguien (la pareja, un familiar, un amigo, en fin) está determinado no sólo por la historia personal (causas endógenas), por elementos externos (causas exógenas) y por intangibles que se manifiestan a través del azar, de las variables que no controlamos y somos incapaces de ver. En La educación sentimental, Flaubert muestra, a través de F. Moreau, que educar los sentimientos no sólo tiene un costo emocional, sino que hay que tener la suficiente capacidad para asimilar dicho costo, aprender de él y madurar con cierto apaciguamiento. Pero no es un apaciguamiento interior complaciente o blando, es una nueva visión que hace ver a las personas en su realidad compleja, contradictoria, incomprensible y extraña, que permite comprender a esa otra persona. Si en Madame Bovary son los sentimientos y las pasiones tumultuosas lo que llevan al suicidio (máximo desorden, máxima pasión irracional), en La educación sentimental es la mesura, el aprendizaje y la educación de los sentimientos y de las pasiones turbulentas. ¿Significa esto entonces que tenemos, sí o sí, que racionalizar nuestras pasiones? Estoy tentado a decir que sí, un sí decidido y contundente, pero tengo dudas. Quizá lo que sucede es que más acá y más allá de mi capacidad de alteridad, está mi incapacidad de sentir envidia por nada ni de nadie, lo que ha conducido a no desear siquiera ninguna instancia de poder, como tiene lugar en las relaciones comunes entre las personas (amigos, familia, pareja): cada vez que intento imponer mi criterio sobre algo, por ejemplo, no sólo busco aprobación a la fuerza, sino que pretendo ejercer mi poder sobre el otro(a). ¿Es el deseo de poder lo que mueve a las personas en todos los ámbitos de la vida? Sí. ¿Quiere decir esto que, a la hora de hacer sumas y restas, interiormente somos movidos por el deseo de poder y que nuestra interioridad estaría predeterminada por el medio en que vivimos, un medio eminentemente competitivo en el que el poder siempre está en juego? Casi estoy tentado a afirmar de nuevo con un rotundo sí, pero dudo, es demasiado primario, demasiado animal. Pero estar obligado a vivir en función del poder en todas sus variables, no deja ningún margen para la autodeterminación. Para ejercer la autodeterminación es necesario renunciar a todo apetito de poder.
La incapacidad de no poder genera culpa, frustración y depresión, que se consideran una negatividad, pero el problema no son tales negatividades. De hecho, son indispensables para la vida. Sin negatividades, la vida sería un reino sin siquiera espejos de agua en donde mirarnos, sin peldaños que subir gracias a nuestro esfuerzo y sin otras caras qué mirar sin prepotencia y de manera franca. No de otra manera seremos libres frente a los demás, y no de otra manera podremos estar tranquilos con nosotros mismos, pues nada desasosiega más que el deseo de poder.