
Memoria 63
Escribir Todo se destruye. No es está claro que, una vez terminados mis deberes para con los estudiantes y la universidad, inmediatamente pueda sentarme a escribir mi novela. No es así. No sé cuánto tiempo tenga que esperar para que las musas vuelvan a ocupar su lugar, un lugar en todo caso no-lugar. O mejor, para que los demonios salgan arrastrándose cubiertos de moco y flemas de las cavernas de mi interior. Y en su arrastrar hundiendo sus garras y pezuñas infectas y bien afiladas, van a dejar heridas a lo largo y ancho de mi ser, como si lo hicieran a lo largo y ancho del mundo. Estas son metáforas inspiradas en Kafka. Debería poder expresar lo mío con mis propias palabras, pero es que aquellas, al ser dolorosamente dramáticas y reales para Kafka, son totalmente teatrales para mí, y expresan con sobradez lo que me sucede, pues a fin de cuentas, soy consciente de que, en un sentido contemporáneo, mucha de mi escritura, a pesar de lo honesta y justa, no es más que puestas en escena. Qué le vamos a hacer, no soy Kafka ni vivo en la geografía ni en los tiempos de Kafka.
¿En qué momento podré sintonizarme completamente con lo que empecé a escribir hace unos meses? En realidad, no hay musas de pies alados ni demonios ni nada de eso. Se trata más bien de dedicar horas y horas a sacar lo que tengo más o menos en mi cabeza y organizarlo. Es hacer que el invisible demiurgo (escribir) ponga orden al maremágnum en mi cabeza, no se trata de nada más. El afán es que el tiempo intersemestral sea insuficiente y la novela quede a medias. Desde que la empecé, he temido que jamás poder terminar. ¿Por qué? Es demasiado ambiciosa. Temo no estar a la altura del plan superior de esa historia. Como dicen, puse la vara muy alta, no sé si logre llegar hasta allá. Pero ¿tengo otra alternativa? Claro, siempre la he tenido. Siempre he sacado tiempo de yo no sé dónde para escribir. Lo que sucede es que me siento más débil, con menos fuerzas, es como si me estuviera agotando. ¿Son los años? ¿Es el tipo de trabajo que tengo? ¿Es el desaliento por los tiempos que corren, porque sé que dentro de pocos años los escritores seremos remplazados por las máquinas? ¿Alguien puede detener el avance de ese tipo de tecnología que no es más que el avance de la insignificancia de la literatura en general? Esas son disculpas. El escritor auténtico se diferencia de los demás, de la inmensa mayoría de los demás– en que es más fuerte interiormente y sabe que con cada palabra que escribe, palabra que siempre se puede corregir o ser mejor, él se fortalece.
El escritor puede dudar de sí, de la escritura no.