Memoria 53

Memoria 53

 

 

21.11.19 Manifestación. Sobre el privilegio. Mi mujer y yo nos hemos levantado a las ocho y media porque hoy es día de paro. El colegio cerró, la universidad cerró. Ella y yo vimos un poco de tele anoche, después de que yo llegué de la U, a las 10.20 pm., como hasta la media noche. Luego ella se acostó. Yo leí hasta la 1.30, pensando que hacía mucho no estaba despierto a esa hora con un libro en la mano. Me habría gustado amanecer leyendo, terminar de leer el libro. Pero me ganó el cansancio, finalmente apagué la luz. Caí como una piedra en el fondo de un estanque. Esta mañana ya mi mujer estaba con ganas de ir hacer cosas (ayer se levantó a las cinco, se puso a arreglar lo de los cajones y cajoncitos del mueble del baño, lo que le llevó casi una hora), como ir a renovar sus pasaportes, hoy, día de paro. A las 8 ya estábamos despiertos y ella insistió en que nos debíamos levantar. Hice que se duchara mientras yo organizaba un desayuno como de fin de semana, a pesar de ser jueves. En fin. Durante el desayuno hablamos del paro. Hablamos generalidades. Sólo se han contagiado ‘emocionalmente’ por lo ocurrido en Chile, dije. Se sabe también que hay una ola de ‘propaganda de descontento’ auspiciada por Moscú, pagada por Moscú. De ‘desestabilización social’ pagada a G. Petro por Moscú, ya no por los gringos. Simple agitar aguas turbias, propaganda, a ver qué se pesca en río revuelto. En toda la historia de la humanidad, que yo sepa, siempre ha habido descontento social. Realmente nada de fondo, nada de planteamientos de reformas estructurales (no ha habido cambios de sistema, sólo apretar más algunas tuercas al sistema que a largo plazo acaban siendo peores para la gente: que alguien refute si la supuesta libertad que vivimos no es la del control biopolítico Gran Hermano), vociferaciones que dejarán algunos vidrios rotos, uno o dos muertos y muchos apaleados, cincuenta detenidos y los ánimos, al final del día, achicopalados. Colombia no es Chile, le dije a mi mujer, más escéptica con mis pronósticos, allá sí hay descontento social que se ha venido acumulando desde hace años. Aquí no. Aquí la gente puede consumir, gastar plata en cosas supérfluas, en Chile ese poder capitalista estaba cada vez más menguado. En cambio acá es al contrario. La prueba es el crecimiento del gasto del consumidor, el mayor en la década, hace unos días salieron estadísticas en La República. Eso indica satisfacción, he dicho, o cierto nivel de comodidad. Ve a cualquier centro comercial: los vas a encontrar llenos, en pleno día de protesta, le he dicho a mi mujer. Deberíamos pensar como la esposa de ese Piñera al comentar por teléfono con una amiga, que “lo único que no queremos es que no nos quiten nuestros privilegios”. Lo digo muy en serio, nos reímos como si fuera el colmo del derechismo. Pero es la cosa más cierta del mundo. ¿O es que alguien quiere perder el o los privilegios que tiene? No conozco al primero. Por ejemplo, en la época dura del comunismo en Rusia la gente tenía ‘el privilegio’ de vivir en un apartamento en uno de esos espantosos edificios gubernamentales, y los que estaban en contra del régimen eran asesinados, estaban encarcelados en una de esas hermosas celdas de la KGB, y si no, estaban en calle. Y cuando llegó el capitalismo tras la era Gorbachov, eso cambió y los que no pagaban nada por su vivienda quedaron en la calle, literalmente, sin ese privilegio, falso y todo, pero privilegio al fin y al cabo. ¿Quién no quiere tener el privilegio de un lugar para vivir, pues los que viven debajo de un puente qué? Otra cosa es un privilegio como un derecho en exclusiva de los que algunos se apropian de manera poco limpia, que se ha entendido dijo la esposa de ese Piñera, amiguísimo del nuevo ricachón y antiguo comunista que es Vargas Llosa. En fin.

Mientras desayunábamos, traté de hacer memoria sobre el origen de la protesta social. De cómo el pueblo –la masa, busca que alguien le dé forma– ha exigido derechos y acceder a privilegios, como a los servicios públicos, por ejemplo. Pero no pude ir muy lejos, me decepcionó mi ignorancia sobre el tema. Recordé vagamente una revuelta de ciudadanos siracusanos por allá en 465 a. C. Exigieron al tirano Hierón I que restaurara los títulos de propiedades robadas durante el mandato del tirano Geleón, en 485 o 486, tampoco lo recuerdo con precisión (debo confirmar estas fechas). Estas propiedades habían sido expropiadas a los campesinos por Geleón para entregarlas a los soldados de su guardia personal. Pero el pueblo logró restablecer la democracia tras derrocar a Trasíbulo, hermano, creo, de Hierón, y así recuperar sus propiedades. Es decir, hubo una restitución de derechos y en sentido lato de privilegios gracias a la protesta.

Muchos comentaristas, en estos días, a quienes les han puesto un micrófono al frente, dicen que las revueltas sociales sirven para hacer reformas estructurales reales. Obviamente esto es falso. Los campesinos siracusanos del 465 a. C. lograron recuperar lo suyo, es verdad, pero no lograron reformar el sistema ya convertido en vicio, que jamás ha cesado: “Te arrebato lo tuyo por la fuerza, porque eres más débil, y lo hago mío. ¿Vas a revirar?” “A ver quién es más fuerte, ¿tú o yo, eh?” Es una simpleza. También es falso decir que las cosas cambian para que sigan iguales. No tengo idea si, históricamente, la manifestación de hoy por reformas a la educación, a la ley pensional, contra la corrupción, por los derechos civiles de los indígenas del Cauca donde matan, un día sí, al día siguiente también, a un líder social, por 18 niños muertos por un bombazo del Ejército, etcétera, vaya a tener alguna repercusión que conlleve a la modificación de la estructura, porque es la estructura económica y social, la de la competencia feroz en todos los niveles económicos y de convivencia social y familiar más que ser perversa, nació deforme. Una perversión, según Sigi, es una desviación, el descamino de un cuerpo (el sistema, la macroestructura) que podría estar bien. La macroestructura está torcida, pongamos por caso, desde el 465 a. C., pues se ha naturalizado, como dicen los académicos, el torcimiento del despojo y del crimen, cosas que ninguna ley ni normativa va a cambiar jamás. La estructura social que ahora tenemos, política y macroeconómica es la que mejor ha funcionado desde el nacimiento del modelo liberal en los albores del Siglo de las Luces. Más bien deberíamos preguntarnos por qué este modelo ha venido profundizando su corpus conceptual, su capacidad operativa y su proyección hacia el futuro que devendrá en la destrucción del humano, el humano como hasta ahora lo conocemos. Nada ni nadie va a cambiar estas estructuras. Es absolutamente imposible. Rusia lo intentó durante unos 70 años con el modelo comunista. Fracasó con rotundo éxito, como coloquialmente se dice. China ha tenido que imitar las estructuras liberales y neoliberales económicas para crecer, para consolidarse como nación sostenible, pues el modelo de Mao no lo era por las entonces nuevas dinámicas mundiales. En China, el modelo de sociedad es ‘comunista’, pero el modelo económico es capitalista al 100. De tal manera que esto no va a cambiar, no como debería, no en su macroestructura. En todo caso, si llegara un movimiento lo suficientemente poderoso (¿cuál?) que derribara el odiado y deforme modelo neoliberal capitalista del Hemisferio Occidental, ¿qué salida tendríamos? Es impensable. Se puede protestar, se pueden exigir pequeños cambios. Leyecitas –el sistema jurídico colombiano esté repleto de excelentes leyes que casi nadie cumple–, zanahorias. Quizá haya algunas pequeñas reformas, pero no habrá nada más, con vistas a que, a futuro, quien protesta sea cada vez más vulnerable. Lo que significa que en el futuro (¿30, 50 años?) quizá no demasiado lejano, ya no habrá manifestaciones: los mecanismos de control social son cada vez más complejos y efectivos. 

Manifestaciones, es decir, ‘hacer fiesta con las manos’, regresar a la lógica del baile ritual de las épocas míticas, en las que la gente alzaba las manos a un dios, bailaba, se divertía, hacía catarsis y luego de iba a su casa a seguir su anodina vida de siempre y con infundadas esperanzas de cambio.

Hoy las manifestaciones terminaron en conciertos y bailes callejeros…

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