Memoria 50

Memoria 50

 

 

16.11.19 Temas. Esta tarde me cogió por sorpresa que un académico me preguntara si ya tenía tema para la siguiente novela. Casi no alcancé a contestar. Inmediatamente me habló de su investigación sobre uno de esos temas en los que suele ‘profundizar’ y pasarse el resto del tiempo redactando libros que nadie lee y dando conferencias, y se extendió durante un rato sobre el tema. Estábamos en el un pasillo de la universidad, y él, como siempre, cosa que me gusta y no me gusta, ponía tema académico, lo que hace, por fortuna, para mantener distancias. Esto no quita que el pisco, porque es cachaquín, unos cinco años mayor que yo, me caiga bien. Lleva la conversación a un ámbito ‘informado’ (no intelectual: informado = datos y datos fragmentados, troceados; intelectual: dueño de una narrativa ilustrada propia, continua, consistente, horizontal) con el que sea, así trata de establecer un nivel distinto, lo que me hace sonreír y, al tiempo, me hace pensar en el libro póstumo de Ángel Rama. Mientras él hablaba, pensé, no sé por qué, en los ambientes intelectuales franceses en los que le preguntaban al invitado (a) en la entrada del apartamento, qué pieza de música culta sonaba y el intérprete. Esto para poder recibir un beso y una sonrisa, que eran los pases de entrada a la fiesta. Una fiesta intelé, sofisticada, decadente. Esto último, lo más importante. Él, que seguro vivió esos ambientes porque se educó en Francia, es un hombre a rebosar de lecturas, un inteló que busca temas para sus libros, y claramente para tener un tipo de conversación vertical, dominante, en la que siempre sale airoso, ebrio de suficiencia. Muellemente se deja llevar por sus investigaciones, y allí encuentra ‘temas’, como el que me estuvo comentando durante un rato, y muchos más. Pobre, no lo culpo. Es un investigador al estilo de los letrados coloniales, carente de creatividad, no un escritor de ficción.

El escritor de ficción no busca temas, los encuentra dentro de sí mismo. Buscar un tema es lo mismo que buscar dinero fácil. Un escritor hace pedazos los asuntos dentro de sí mismo y los recompone en la escritura. El escritor es escritura en sí mismo. Es una palabra que camina, que sufre, es ensamblaje de vocablos que intentan afianzarse a la vida. Yo no tengo tema ni temas que buscar para escribir, ninguno en absoluto, de ahí que me haya tomado por sorpresa dicha pregunta. No me ‘inspiro’, según la creencia popular, según se piensa. Nacen de mí, cada día, a borbotones, lo que me falta es tiempo para ponerlos por escrito. ¿Hay riqueza en mi interior? Lo dudo. Intento mostrar, en mis libros, que no existe ninguna riqueza, que sólo existe el caos interior, y la escritura, en manos del demiurgo, ordena, organiza. Es el horror al caos lo que me mantiene vivo. Anhelo ordenar de manera más o menos coherente ese caos. Día a día intento hacerlo, y logro apenas un poco del orden que da rumbo a mi vida, lo que se traduce en una narrativa diaria, personal, con la que puedo vivir al menos de una manera coherente, centrada, un poco más enriquecida y menos tonta. De ahí que al día siguiente empiece de nuevo. La literatura nace de necesidades interiores, no de fuerzas que confluyen, sino de fuerzas que divergen, que toman caminos propios, y se…

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