Memoria 43

Memoria 43

 

04.11.19 Partida. Desde hace días me colma el vacío, el que todo el mundo siente ante una pérdida. ¿Es una pérdida? Sí, aunque parcial. Trae el agridulce saber que es posible que sea la última vez que nos veamos. Y la certeza, más o menos, de que existe la posibilidad de ir a verlo, o de que venga, que es lejano. Mi hijo se va al otro lado del mundo a buscar mejor fortuna. Hay una especie de impulso irracional y egoísta de su parte, que aplaudo. Deseo que consiga lo que quiere, que sea feliz. Deseo que se libere de las telarañas y las cadenas que lo atan a esto. Y ser feliz no sólo es cambiar de trabajo y de perspectivas. De hacer fortuna monetaria, sino de encontrar otra sociedad, otra mujer (quiere a la actual), y, acaso, esta vez, engendrar un hijo o hijos para completar poco a poco su experiencia humana. Ha estado con la mujer que tiene ahora durante ocho años. Casi puedo imaginar la tormenta que vive consigo mismo y con ella, en el día a día. Ella sabiendo que su compañero se va y será definitivo, a menos que haga algo, muy radical para seguirlo a Nueva Zelanda, cosa que dudo haga. Es demasiado pobre de espíritu para hacerlo. Siento verdadera lástima de ella, una mujer que tiene una hija auniversitaria, se acerca a los 40 y es tres o cuatro años mayor que él. ¿Será suficiente con unos cuantos WhatsApp cada día, cada tres días, cada semana? Hasta que deje de contestar, lo conozco. Eso creo. Pienso con el deseo.

El dolor es agudo. En pocos meses Juan se irá, ya no será una presencia segura, al alcance de mi mano. Él y yo tenemos un lazo muy fuerte, sutil, muy profundo. Nos queremos o amamos de un modo particular. A él lo jala hacia afuera el egoísmo, a mí me jala hacia adentro la culpa por todo lo que nunca le he dado y aun quisiera darle. Pero ahora es imposible que lo haga. Esos tiempos pasaron, no puedo ni quiero hacer nada. ¿Por qué no quiero? Pues porque ya es un hombre de 34 años que toma decisiones, debe ser responsable de ellas. Porque no debo, por nada en el mundo, tratar de intervenir en lo que hace. En eso consiste esta parte de la libertad. ¿Debería sufragar con $$$ parte de su aventura? Entro en conflicto. Sé que no, sé que él espera que yo le dé, pero también tiene claro que yo no debo hacerlo. Creo que no debería darle nada. ¿No es acaso su elección, su decisión de ir por su cuenta? Ir por cuenta propia no sólo significa pagarse todo, sino desprenderse, ponerse a prueba y valerse por sí mismo, sin ninguna muleta. Tengo los sentimientos sumamente expuestos, parece que cualquier vientecito los hace estremecer. Mañana, si no hay cambios, almorzaré con él, en donde a él le gusta. Empezaré a mirarlo como a alguien que ya no está, que pertenece a otro mundo.

Sin embargo, me veo yendo a verlo en dos o tres años a Nueva Zelanda. ¿Por qué dos o tres? Es un lapso para que él consiga lo que quiere o regrese. ¿Querrá que vaya? No querrá si no le va bien. Sí, si lo logra. Lo va a lograr, y, una vez más, me voy a sentir muy orgulloso de él.

***

Me aferro a mi mujer. Estos días he estado particularmente sensible con ella, ella lo sabe. No he hecho más que darle amor, todo el que tengo, y delicadeza, a ella le fascina la delicadeza, las sutilezas, el sentimiento puro, la transparencia. Estoy lleno de miedo por ella también. Pero ¿quién puede asegurar nada? Nadie. La sensación está ahí, casi solemne. Espera paciente, solemnemente, abrir la puerta para que yo entre.

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