Memoria 10

Memoria 10

 

Ridículo 1. Hubo simulacro de evacuación a las siete de la noche, cosa tan fastidiosa como inesperada. Los estudiantes de la maestría y yo bajamos los ocho pisos a pie en medio de decenas de estudiantes que no sabían en dónde estaban las escaleras, pues el edificio es nuevo y aún no está señalizado de manera adecuada. Algunos se habían aglomerado en frente de los ascensores. Un altavoz indicaba que buscáramos las salidas de emergencia. ¿Cuáles escaleras? Ningún aviso en ninguna parte. Finalmente llegamos al andén lleno de personas que miraban hacia lo alto de los dos edificios. Tampoco había mucho hacia donde ir. En caso de una verdadera emergencia, a todos nos caerían encima ladrillos, destrozos del incendio, cascotes que nos aplastarían. Al cabo de diez minutos, una mujer gordísima con casco rojo, un chaleco azul y verde limón, que tenía en la mano una paletita verde, dijo que despejáramos. Cuando empezó a lloviznar, mis estudiantes y yo fuimos a la cafetería en medio de la cuadra a tomar café, a fumar un cigarrillo. Mientras, yo seguía con la cantaleta de la idea inconclusa que dejé en el tablero. Mis estudiantes. He reprendido duramente a los estudiantes por el uso indiscriminado de los posesivos: ‘… lo acompañé a su estación; ‘…estaba sentado en su silla’; ‘le preparó su comida’, ‘a sus sesenta años…’. No son mis estudiantes, no son míos, son los estudiantes que estudian conmigo tal materia, etcétera. Es ridículo, como todo ese simulacro de simulacro. A veces todo se reduce a ridículos vicios del lenguaje.

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