Memoria 06
Solidaridad de cristal. La mañana, llegó despejada, luminosa. A esta hora, las 9.30, el cielo está completamente nublado, el aire gris. La pregunta de todos los días: ¿llevo paraguas o no? Es un fastidio.
Tengo que preparar clase, o al menos, refrescar el listado de temas.
Por manifestaciones de los estudiantes, por los hechos ocurridos esta semana (la fuerza pública invadió el campus universitario de la Javeriana), la universidad en la que trabajo decidió cancelar clases hoy. Los estudiantes de la Javeriana se han solidarizado (¿?) con los de la Distrital. No me suena, pero bueno. Los de las privadas con los de las universidades públicas. Es un hecho singular y en cierto sentido aberrante. Históricamente, si no se han odiado, se han envidiado o despreciado, que es peor. Es una irreconciliable y enconada lucha de clases. Que se ‘unan’, no es de ninguna manera un primer paso para romper la desigualdad social, ni que haya ‘mayor consciencia social’ de las clases medias y altas, ni que dejen de despreciarse. Me enteré de la decisión de cerrar hoy la universidad, poco antes de salir del apartamento. Esto me ha evitado quedar atrapado en el Centro de la ciudad, como ocurrió en otra ocasión. A esta hora, algunos sectores de la ciudad colapsan por los bloqueos al transporte público, por la protesta callejera, por las marchas estudiantiles y de otros sectores sociales.
No servirán de nada. El actual gobierno hace lo que los anteriores: mantener más o menos controlados a los grupos que se dicen de izquierda con sus agitadores pagados por políticos de esa línea, a los vándalos y a los inconformes, que, en el fondo, aunque es la mayoría, son los menos, pues los demás se han resignado. En todo caso, en pocas semanas todo estará olvidado.
Mientras tanto, si antes el número de horas era insuficiente para estudiar una materia, con lo que ha venido ocurriendo, buena parte de esas horas y del ritmo de estudio se han perdido. Eso, sumado a que esta universidad es de tercera categoría, que ningún profesor está dispuesto a cambiar por miedo a perder el empleito, que los muchachos que hoy apoyan las manifestaciones (legítimas, por cierto) tendrán una educación de menor calidad y en pocos años deberán incorporarse al implacable aparato productivo…
Vamos de mal en peor.
Y yo, por mi lado, no avanzo con mi novela.