Memoria 02

Memoria 02

 

 

02.10.2019. Escritura y arte. Se habla del arte del relato, de contar historias, de que el poeta es una especie de iluminado, que tanto narrador como poeta son seres especiales. Artistas. Y un científico, un ingeniero, ¿no serían asimismo artistas? Los griegos hablaban de la tekné, del dominio de la técnica que era indispensable para ejercer cualquier oficio que estuviese al nivel de un artesano. Para los griegos, el artesano (el demiurgo es un artesano, un ordenador del mundo) que dominaba la técnica, era un technitai, no era un artista, sino alguien que hace cosas e instaura un orden con sus manos. Punto. Lo anterior, según informa Aristóteles en su Metafísica, quien a su vez lo extrajo de Hesíodo, se encuentra siempre, no como algo que sale de la nada sino como una mimesis que tiene lugar en el ámbito de las formas (entelequia). Y el relato es una forma. Es la búsqueda de la perfección de la técnica lo que día a día persigue el artesano. Sólo a partir del siglo v a. C., cuando sucede el tránsito de la oralidad a la escritura, es cuando tanto el artesano como el filósofo empiezan a fusionar la técnica de la escritura (‘hacer con las manos’), con la técnica de convertir pensamientos (una racionalidad cualquiera) en un lenguaje que puede ser leído y comprendido por otro ser humano. En esta centuria nace la prosa escrita, que a su vez es una nueva racionalidad, y hay un desarrollo sin precedentes en la literatura. Sin mucho miedo a equivocarme, diría que también, a lo largo del siglo v a. C., se desarrolla la noción de que, si bien la cultura proviene de los mitos, y del pensamiento mítico y poético, lo que subyace y tiene forma definida es el relato. Existe un relato sobre la agricultura y sobre el origen de los dioses y de la justicia (leyes), por ejemplo, desde los tiempos del mencionado Hesíodo. Existe un relato sobre el orden natural basado en los números desde los tiempos de Thales. Existe un relato filosófico también desde Thales, y un relato arquitectónico desde el siglo ix a. C., etcétera. Pero que a lo largo del tiempo alguien tenga el dominio de una técnica, técnica que a su vez contiene su propio relato, ¿quiere decir, según los conceptos de la modernidad, que ese alguien es un artista? Se dirá entonces, según ha analizado Tatarkiewicks, que no. Lo que hay es innovaciones y muy variadas formas de innovar, pues aún no se escapa del ámbito de la mimesis.   

Volvamos al orden literario del relato, y veamos si tiene sentido hablar del ‘arte’ de escribir un relato.

Mediante el dominio de la técnica de la escritura se puede lograr un excelente relato, o un relato profesional. ¿Qué lo convierte en arte, ser una creación individual? Todo el mundo sabe que existen los llamados ‘arte a cuatro manos’ y el ‘arte colectivo’. Pero que lo llamen así, sólo significa que tal concepto pertenece a la esfera de lo coloquial. Quizá la condición de que un relato deba ser elaborado de manera individual se sustente en la relación que se establece entre el dominio de la técnica, la mente y el cuerpo de quien escribe. Estar en el mundo y percibirlo, comprenderlo con la mente y con el cuerpo, ese modo complejo y sutil de estar en él, asimilarlo o rechazarlo, ¿es arte? ¿Qué, de manera elemental, hace que un relato sea arte? ¿El arte es la síntesis de una técnica sofisticada que produce algo que antes no existía? ¿Y cómo semejante cosa puede suceder en un universo creado hace miles de millones de años? ¿De dónde una mente individual produce algo que antes no estaba en el mundo? Los griegos no conocieron el concepto de creación, no como la entendemos hoy. En Occidente, el concepto de creación provine del pensamiento mítico y la sedimentación es cristiana. La creación a partir de la nada es pre racional. La creencia de que el dios cristiano puede crear un universo a partir de nada, está en el Génesis y se trata de una creencia mítica. Teóricamente, que algo salga de la nada es imposible. Parménides de Elea lo señaló en el siglo V a. C. Es famosa la expresión latina ex nihilo nihil fit. Para Tomás de Aquino, dios creó el mundo según lo tenía en la cabeza, como el arquitecto crea una casa de acuerdo con la casa que tiene en la cabeza. ¿Y de dónde sacaron ese dios y ese arquitecto lo que tenían en la cabeza? Los teóricos han mostrado, a lo largo del estudio del origen y desarrollo del concepto de creación, que existen innovaciones, desarrollos graduales. “No soy digno de amarrarle las botas a Kafka”, asegura certeramente Coetzee, y admite que sin Kafka él no sería el escritor que es: un escritor profesional, no un artista. Ningún escritor de relatos existe sin haber estudiado a fondo a sus predecesores, sin haberlos asimilado y sin haber dado un paso hacia adelante. Igual, en otras disciplinas, como la medicina, por ejemplo, ¿no ocurre lo mismo? Todos los médicos, los abogados, los científicos, los músicos, etcétera, aprenden de sus antecesores y muchos mejoran sus técnicas al punto de convertirse en excelentes innovadores. Sí, pero eso no los convierte en artistas.

Por otro lado, la visión del artista como alguien que pretende estar por fuera de las normas sociales no de la sociedad, proviene, asimismo, de Grecia: el poeta, al igual que los oráculos, eran aquellos seres especiales que se comunicaban con las Musas y no eran ciudadanos comunes. La cultura romana heredó el concepto de los griegos. Posteriormente, hubo un desarrollo en la Baja Edad Media: los que no pudieron o no quisieron seguir las reglas eclesiásticas de las escuelas catedralicias, origen de la universidad como hoy la conocemos, desarrollaron una música, una literatura y una tecnología por fuera de tales escuelas. Para una muestra, los trovadores, los ministriles y los diseñadores de artilugios como relojes, balanzas, hidráulicas y carruajes. Rechazar el orden impuesto por la Iglesia-estado en Occidente a lo largo de más de 1.000 años, se ha convertido en un modelo desde finales del siglo XI, cuando se desarrolló Universidad de Bolonia. Esta se estableció con el propósito de controlar y dirigir una forma de saber supuestamente ‘verdadero’, ‘universal’, tomando como modelo la estructura unidimensional del saber del cristianismo. 

El rechazo al orden impuesto para producir otro tipo de conocimiento y de formas de escritura, ¿convierte al escritor en artista? No. Es un concepto que con sus 1.000 años está caduco. Desde principios de la industrialización, vivimos en una edad tecnológica que ha impuesto un orden homogeneizador. Aún no hemos asimilado, desde hace más de 200 años, la concepción de que una escritura artística se atiene, como señala Schiller, a sus propias reglas. Es decir, una escritura que está por fuera del orden impuesto. Sin embargo, la escritura literaria de quilates tiene normas, reglas que seguir. Los críticos y los filósofos modernos fabricantes estos últimos de conceptos, vigilan que las reglas se cumplan para que sean avaladas como obras de arte. Los narradores y los ensayistas literarios, que no somos fabricantes de conceptos, ¿de qué nos ocupamos? ¿Hacemos arte porque, por ejemplo, mostramos en relatos las bajas, medianas y altas pasiones humanas? ¿Estamos tocados por las musas y los dioses de algún Olimpo? ¿Es porque ponemos de relieve los tejemanejes existenciales o místicos, realistas o fantásticos de personajes que se vinculan o podrían vincularse con los de la gente real en la sociedad? También la sicología y el psicoanálisis se ocupan de ello, incluso la sociología y la antropología lo hacen muy bien. ¿En qué se diferencian? ¿En el uso de un lenguaje? ¿En que ven, como Henry James y Kawabata, Faulkner y Tolstoi sutilezas en el comportamiento y en el lenguaje que nadie más ha visto, que sólo ven los ojos del artista, un consumado conocedor de la técnica? ¿O por la amplitud del registro de la experiencia humana y su visión de otras relaciones y de otras ontologías? 

La verdad es que el escritor no es ningún inspirado por los dioses. Se acerca más a eso que dijeron Picasso y Carpentier. El artista es una persona como cualquier otra que se pone todos los días a trabajar. El trabajo y el tesón son un 90%, sólo un 10% es inspiración. Pero, ¿un científico no trabaja de la misma manera? Kelulé extrajo la estructura molecular del anillo del benceno del mundo de los sueños. Creo que el escritor establece una relación enfermiza con el mundo que lo rodea. Enfermiza en el sentido que necesita vivir por fuera del orden establecido en la sociedad o en un oficio, pero sabe que es imposible. Vivir por fuera la sociedad es la única posibilidad de libertad absoluta, que también es un imposible. De esta tensión nacen formas ‘enfermizas’ de relacionarse con el medio. Es decir, formas patológicas de rechazo y aceptación de esta realidad a regañadientes. De ahí que no sea raro que, entre los ‘artistas’ prolifere el suicidio. ¿Qué verdadero artista solo un puñadito podría vivir enjaulado en la sociedad cuando la libertad total lo llama para sumirlo en la locura? 

Pero este tema, el del suicidio, es mejor dejarlo.

Coetzee habla del escritor como un profesional de la escritura. Es un punto de vista moderno, que se compagina con su carácter analítico y programático de su literatura. Pero la afirmación de Coetzee encierra una falacia. Los conceptos de ‘profesión, profesional’, que derivan de professioun provienen del siglo xii, y significa ‘profesar’ en el sentido se ingresar a una orden religiosa, y es raíz de ‘profesor’ a partir del siglo xvi. Sin embargo, luego pasó a la Revolución industrial de finales del siglo xviii cuando los conocedores de una técnica (profesores) entregaron sus inventos e innovaciones a la industria nueva, y desde entonces la expresión se afianzó en el ámbito de la producción utilitarista programada. Pero no sobra recordar también que desde 1888 se usa como eufemismo de oldest profesión, prostitución, que se acerca mucho a la acepción bastante acertada de esta palabra en la era actual, la de la auto explotación y la autogestión programadas 

Uno piensa, a propósito de Kafka, en que jamás se le podría calificar como a un escritor profesional, sería tan ridículo como ofensivo. ¿Y a Flaubert? ¿Y a Virginia Wolf? ¿Cervantes fue un escritor profesional? ¿Y sor Juana Inés de la Cruz? La designación es idiota. O cuanto menos impropia. ¿Faulkner? Da risa. Quizá deberíamos dejarlo en que, en la época contemporánea el escritor es un profesional (un productor) de la escritura. Hoy existen muchas facultades que expiden títulos profesionales que acreditan a sus graduados como ‘creadores literarios’; de hecho, yo trabajo en una de esas facultades. Pero ¿ser profesional de las letras convierte al graduado en artista? Claro que no. Lo pone al nivel del artesano que ahora es dueño de algunas técnicas de producción y nada más. Ya se verá qué hace con ellas.

El escritor puede ser entendido también como aquel que ve más allá de su entorno inmediato. O como aquel que re-interpreta una realidad. Se habla mucho hoy de que cada ser humano vive su propia realidad, etcétera, es un lugar común. Pero todos sabemos, querámoslo o no, que sólo ha habido y hay una realidad: la ley de la competencia. ¿Existe otra? No en este mundo. La realidad ha sido y es brutal, agresiva, depredadora, utilitaria y egoísta, no hay más. Lo demás son interpretaciones, eufemismos, semánticas. ¿En qué lugar se ubica el escritor? ¿Es un ser especial? No. ¿Es más sensible? Socialmente, se le tiene por tal. Quizá porque habla de manera menos abstrusa que, digamos, los psicólogos, los sociólogos, los filósofos y los académicos en general. A los escritores se les ha otorgado, como a otros artistas, un aura de originalidad, cosa que no existe. El escritor usa otros lenguajes, aquellos que son más accesibles a la mayoría. Las personas que leen literatura buscan una identificación, algo cercano e inmediato, o todo lo contrario. Es decir, están ávidos de entrar en otro tipo de universo. Los escritores son más hábiles con los recursos retóricos de las figuras de sustitución que han estudiado profesionalmente, como la metáfora, el símil, la analepsis, la metonimia, por ejemplo. Recursos cada vez más vedados a los profesionales de las ciencias. Con estos recursos, los escritores sustituyen la realidad inmediata por otra, que muchas veces adormila y emboba al lector, como ha hecho la literatura fantástica o policial en general. Pero, de nuevo, ¿eso convierte a los escritores en artistas? 

También se dice que el artista es el crítico del sistema, el que denuncia, el que pone el dedo en la llaga. Pero esa postura, heredera del artista crítico y contestatario del siglo xix occidental, hoy también es un lugar común. El artista como intelectual hoy, es una horrible aberración de la contemporaneidad. Ha desplazado el culto al libro por el culto a su persona y al espectáculo. Eso, sin contar que otros pensadores pueden ser aún más agudos en cuanto a poner el dedo en la llaga del sistema, como algunos sociólogos, filósofos, antropólogos, historiadores, en fin.

Lo que me obliga a volver al principio. Si el escritor es un artesano, si cumple con los requisitos del Demiurgo, entonces es un ordenador del Kháos. ¿Cuál caos si el mundo ya está organizado? El escritor ordena el caos que tiene en la cabeza. Ese tipo de orden es único, individual e irrepetible. Es en ese orden trasladado a la escritura (a la pintura, a la escultura, a la música, a una representación) en donde podría estar el arte.

***

El otro punto, es que el artista es un ser permanentemente incompleto. Su realización humana (vuelvo a Aristóteles) está en la obra producida, hecha por él. Si no hay obra, no hay realización. Y si hay obra que se desarrolla y crece, hay vida, hay un work in progress, pues existe la idea de incompletitud, y por tanto de perfección. 

Este último, es apenas un viejo ideal.

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