
Memoria 41
01.11.19 La belleza, el amor, la alteridad. Una condición para que una persona sea atraía pasionalmente por otra es, antes que nada, la belleza física. Quien siente pasión erótica, vive la experiencia abrupta de dar con un tipo de belleza que sólo es capaz de captar exclusivamente por los sentidos, en un rítmico continuo de momentos dados. Lo primero que captan los sentidos es el rostro ‒primero es el rostro‒, y enseguida el tono y el ritmo de la voz. Luego, algún o algunos atributos del cuerpo, siempre de orden sexual y de manera no explícita, pues primero capta una generalidad que inmediatamente se convierte en una experiencia estremecedora de corta duración. Luego capta una buena cantidad de rasgos peculiares del cuerpo por otra serie incesante de atributos prometedores como el modo como se mueve, los gestos, el estilo, el modo de expresarse, su modo de ser, etcétera. Esto quiere decir que la pasión erótica depende de esa belleza, del modo como alguien la interpreta de acuerdo con su vida interior, siempre compleja, pues a cada instante está a la caza de ampliar, hacia una lejanía inaccesible (poseer al otro, la otredad), su experiencia vital. Si la belleza no está en una forma preconcebida (Wilde) y depende de quien mira, desde un punto de vista unívoco, exclusivo, en el amor erótico ‒que es el uso total de los sentidos‒ siempre hay excepciones. En plena época de la Ilustración, Restif de la Bretone se ‘enamoraba’, es la palabra que usa, de las mujeres por la hermosura de sus pies o por la elegancia de sus botines. Pero allí no hay amor, es la passion erótica, antes que enamoramiento. La diferencia entre sentir pasión erótica, deseo inmediato por una persona, deseo de poseer ese cuerpo y no su otredad, es decir, enamorarse, es lo que mueve unos u otros sentimientos o pasiones. Enamorarse es traer hacia sí, no poseer, la otredad del otro que está en una lejanía inaccesible a la que, quien se enamora, accede en la medida en que el otro lo permite, pues es abismal en sus anhelos que tienen la característica de tender, rítmica, acompasadamente, hacia el infinito. El anhelo es necesidad pura de lo distinto (Han), que es una categoría del adentro que desea ir muy lejos hacia afuera, tan lejos que se compara sólo con las distancias cósmicas. Ir muy lejos en la lejanía, también es destruir la monotonía o el adocenamiento de lo inmediato y lo trillado. Una vez se ha poseído al otro cuerpo, cuando ha intervenido sólo la pasión erótica, se abre una muy estrecha senda hacia el enamoramiento antes de la separación, pues la característica de ese tipo de relaciones es la fugacidad. Pocas veces dicha senda recibe los pasos de ambos amantes, y cuando esto sucede, sí y sólo sí hay reciprocidad, a medida que avanzan, sus huellas se funden en una sola. De ahí que, contrario a la pasión erótica cuyo horizonte temporal es limitado y su característica no es la permanencia, el enamoramiento se asimila a los tiempos cósmicos. Dicha senda está sembrada de zafiros y bajo esas huellas fundidas se encuentra el anhelo traído a la cercanía. Una cercanía sin embargo inalcanzable.
***
En el mismo plano, pero distinto.
Me asombro de lo disparejas que parecen ser algunas parejas y me pregunto: ¿qué se vieron? ¿Qué tipo de emociones y de sentimientos se pusieron en movimiento? ¿Qué clase de fetiches o tótems pudieron tener lugar en el momento de la pasión erótica? ¿Qué hubo en la primera mirada de cada uno de ellos? ¿Tal pasión erótica caminará por la senda estrecha hacia el enamoramiento? Las estadísticas dicen que el ‘enamoramiento’ (pasión erótica) dura unos 3 años. Durante 2 años o un poco más se mantiene la mirada absoluta sobre la pareja, que no es otra cosa que estar obnubilado por el otro, cegado por su belleza, la que sea. Al punto de no encontrar ningún defecto, y aunque lo hubiese, sería visto como algo a lo que no se le da importancia. Lo que dicta la libido es el goce imperioso de la belleza del otro, sea la que sea, que ha sido encarnada en un cuerpo: el suyo. O mejor, como quien se apasiona lo interprete para sí, de acuerdo con sus necesidades interiores. Que nos apasionamos por el aspecto físico primero (a veces, sucede al contrario, es otra de muchas excepciones), antes que de la belleza interior, todo el mundo lo sabe. Obedece a un principio de preservación de la especie, según la teoría de que se elige a la pareja primero por sus atributos físicos en virtud de su posible capacidad de procreación y de perpetuación biológica, de transmisión de los genes a generaciones sucesivas. Luego de esos 3 años, habría una etapa de rechazo o de acomodación por diversos factores. En primer término, los hijos; en segundo, la estabilidad hogareña y económica que busca sí o sí, una permanencia. Pero ¿qué es la belleza física, origen de toda atracción? La belleza en Occidente es un concepto relativo subsidiario de un modelo cultural consumista, estructurado por el modelo capitalista. ¿Qué es la belleza interior? Sólo se percibe gracias a la riqueza interior, de donde deriva la capacidad de alteridad. Cuando el enamoramiento llega, es decir, cuando se ve más allá de los atributos físicos de la persona por la que alguien se apasiona, es duradero, se aparta de las estadísticas, se comienza a valorar a la persona en cuanto tal, no gracias a los placeres físicos que puede proporcionar. La necesidad de perpetuar los genes ha sido superada. Se habla entonces de la belleza interior de la persona amada, de sus cualidades éticas y morales, intelectuales y sensitivas. El enamoramiento entonces forma parte de la vida y dura muchos años. Nadie olvida al primer amor porque, cuando tiene lugar, aún no se es capaz de separar la pasión erótica de la necesidad de alcanzar la otredad del otro. La mezcla entre pasión erótica y enamoramiento, no está diferenciada. Este es el comienzo de la educación sentimental. El primer amor, es la primera lección.
***
Los cuerpos envejecen.
Los parámetros o conceptos de belleza, en la sociedad contemporánea, han permanecido inalterados en lo que tiene que ver con el canon, y se acentúan. Es decir, el estándar de belleza se impone como una norma social excluyente en la que, juventud y sofisticación del estilo se naturalizan como valores cada vez más poderosos. Se continúa entendiendo la belleza como algo ligado a la juventud, a la lozanía, a la salud física, al canon de la proporcionalidad griega y de Occidente en general. La persona que ha envejecido no cambia estos parámetros. En la vejez sigue considerando que la belleza es lo que impone el canon de consumo capitalista. Incluso lo celebra, lo afirma al ver como crecen sus hijos y sus nietos, sobre los que derrama, literalmente, todo su amor reprimido que proyecta en otros. ¿Por qué digo amor reprimido? Porque al no evolucionar su concepción de belleza y al convivir con su pareja, ya vieja, la persona no entrega su amor al compañero o compañera como antes, no es capaz. Su estrechez de miras se lo impide. Su invariable concepción de belleza, que es el constreñido canon oficial, le bloquea (actúa inconscientemente). Siguiendo esta noción no puede negar que las arrugas de la pareja le desagradan, que no huele tan rico como antes, que esos labios que besó con desbordada pasión años atrás no le inspiran el mismo deseo. O ni el menor deseo. Que esos pechos de los que disfrutó con temblorosa codicia se han arrugado y caído. Ya no le apetece tener sexo oral con su pareja, como antes. Demasiadas o sólo canas allí, abajo. Nunca me ha gustado usar la palabra ‘decadencia’ para referirme la vejez, aunque sé que es exactamente lo que ocurre (la imperiosa ley de la entropía) y me niego a pensar que mi cuerpo se está destruyendo. Quizá no es que se destruya o que ‘decaiga’, sino que el cuerpo entra una etapa distinta, en la que, así como una persona deja de jugar fútbol cuando llega a los 30 y pocos años, ahora no está para satisfacer, pongamos por caso, tres o cuatro relaciones sexuales al día, cada día, cuando en la juventud plena y la madurez era capaz de ello. ¿Qué es lo que ocurre, por qué las células mueren más rápidamente, por qué no funcionan bien y hacen que las células de los órganos se deterioren? Pero ¿qué más se puede esperar de un organismo biológico para el que las leyes naturales tienen una obsolescencia programada? Para la mente, las cosas funcionan de otra manera. No es que esta decaiga por sí misma, hay otra lógica, otras condiciones, otras formas de destrucción, no siempre evidentes. La verdad es que, de no permanecer activa intelectualmente, las células cerebrales encargadas del funcionamiento de la mente pierden su capacidad de procesamiento de bloques informativos (meros datos o stories sellings) y narrativos de media y de alta complejidad. Los estudios neurológicos demuestran que es así. Las personas que llevan una vida con retos intelectuales, con actividad intelectual intensa y compleja ‒esto aplica para todas las etapas de la vida‒, distinguen entre el océano de datos y narraciones efímeras, y las narrativas profundas que fortalecen al ser humano. Cuando sucede, tienen sueños complejos, elaboran relatos sofisticados y son dueños de experiencias enriquecedoras. En cambio, quienes llevan una vida dedicada a oficios simples, a pensamientos comunes o solamente manuales, no complejos, tienen sueños simples y recurrentes o los relatos son fácilmente y explicables, y son de escasa multiplicidad. Es en el anhelo de lo distinto (ansia de lejanía) y en la mente en donde nos formamos una idea de la belleza, la cual procede de nuestros primeros meses de vida, cuando se fundaba en nuestra mente la memoria episódica. Pues la memoria episódica es fundadora de un relato continuo, que es la historia de nuestra vida. Esos primeros proto episodios, hunden su raíz en la intimidad que vivimos de niños con nuestra madre. Es en la mente en donde se forman las imágenes del ser que deseamos. Es en la mente, durante los sueños de la noche y la vigilia, en donde expresa su plenitud la sexualidad humana, ansiosa de obtener placer primero, de reproducirse después, y de enamorarse y buscar una permanencia.
El desface entre nuestra concepción de belleza, que según el modelo consumista capitalista es estático, versus el envejecimiento del cuerpo, que es dinámico, es lo que limita al ser humano y lo constriñe lanzándolo a una áspera soledad. Soledad que es la de los objetos fabricados con obsolescencia programada. Lo estático no le permite a la persona concebir y desarrollar su propia noción de belleza, pues la convierte en incapaz de pensar más allá. Al cuerpo que poco se destruye, que poco a poco envejece, hay que aplicarle otras nociones de belleza, no en todo caso la del canon, que es pobre por ser utilitarista. Un problema es que podemos ser fácilmente engañados por la propaganda consumista del día a día. Es probable que en la etapa de la vejez (que comienza hacia los 20 años de edad, cuando el desarrollo biológico llega a la plenitud), para poder desarrollar una noción propia de belleza, sea necesaria una hibridación de la pasión erótica y del enamoramiento, lo que supondría una profundización de la experiencia humana. O lo que es lo mismo si ha habido educación sentimental: la fusión de las huellas que dejan los amantes en la senda sembrada de zafiros, que serán el anhelo traído a la cercanía.
***
Lo anterior significa que deberíamos evolucionar hacia el sentido de lo estético a la par que con una renovada racionalidad. Como se sabe, para que una ecuación matemática sea aceptada, debe ser hermosa. Si no lo es, no funciona. Es sabido también que muchas veces esa ecuación puede estar equivocada. Y ¿es que con frecuencia no nos educamos gracias a la pasión erótica que puede ser hermosa, pero que no deja huella? El amor, además de la belleza y de valorar los atributos internos de la persona amada, necesita del sentido de alteridad. La carencia de este sentido, es uno de los cuchillos que se hunden en las espaldas de las parejas que se han enamorado. Pero la alteridad es más que hacer mía la experiencia humana del otro, y dejar que encuentre en mí a su igual en tanto humano. Si hay ese tipo de alteridad, el amor dura años. De otra manera, es un fracaso. Que el amor sea una elaboración de los sentidos, no es ningún concepto nuevo, ya lo había perfilado Platón. Quizá la raíz del amor humano del día a día radique en el sentido de alteridad.
Yo, a lo largo de los años desarrollé un agudo sentido de alteridad, de capacidad de escucha, de dejar que el otro se abra y narre su o sus historias, pues en la narración de estas historias de vida ‒muchas veces llenas de fantasías‒, está la anécdota verdadera entreverada con los anhelos. Sin embargo, ahora cada vez soy más sordo a las personas. Sus narraciones ya no son únicas, se repiten y creo que acaso sea culpa del consumo y de la proliferación, hasta el ahogo, de stories sellings. Así escuche durante una hora o más hablando de sí mismas ‒una hora, es cuanto ahora puedo soportar‒ no siento gusto por entrar en su humanidad ni quiero que esa persona entre en la mía. También, creo que me cansé de que las personas adoren ser escuchadas, que no escuchen y haya que tolerarlas. Cuando esto ocurre, se eleva en mí la necesidad de estar solo. Las personas no conversan, monologan, hacen soliloquios, hacen vaniloquios. ¿Qué es conversar? Alejarse del concepto platónico del diálogo (mayéutica) y entrar en un diálogo horizontal en el que las voces de quienes hablan se escuchan por igual, alejados de toda prevención, juzgamiento o forma de poder. Interesándose genuinamente por la simple conversación del otro. ¿Por qué es tan difícil escuchar al otro? ¿Por prepotencia, por vanidad? ¿Por la ya conocida súper abundante marea de stories sellings que todos quieren vender al precio que sea?
Con mi mujer, hemos pasado por todas las etapas y vivimos una alteridad biunívoca. Esto sucedió porque entré en la etapa de reelaborar mi canon de belleza, el mío, y ella ha ampliado, a su manera, su campo de experiencia humana conmigo. Es lo que creo. La estética involucra los sentidos y la capacidad cada vez mayor de razonar. Esto se ha alineado perfectamente en nuestra relación de pareja desarrollando un compás. El sentido de la alteridad en nuestra relación es lo que manda.
***
Post scriptum. No confundir sentido de alteridad con tolerancia hacia el otro. La tolerancia, una palabra terrible, nada tiene que ver con la belleza ni con el amor. Soportar, aguantar, respirar profundo, morderse los labios por dentro, maldecir, tragarse toda la bilis, mostrar una sonrisa falsa, es el significado de tolerar. Es decir, violentar los propios sentidos en favor de una falsa política de convivencia. Sería mejor decir: a usted no le tolero, me sustraigo. O mejor no decir nada, sustraerse, y así no provocar enconos.
Hace falta tomar distancias de los demás. Ser demasiado gregarios, es dañino.