Memoria 12

Memoria 12

 

Carta abierta de Germán Gaviria Álvarez a Oscar Arcos Palma

 

Razón de autocensura de la “Memoria 12”

El 10 de noviembre pasado fue publicada en esta sección la “Memoria 12”, pero la hice quitar por exigencia del cronista Oscar Arcos Palma, uno de los Escritores invitados de esta plataforma Web. ¿El motivo? Se sintió ofendido por esa “Memoria 12”, al punto que exigió que asimismo todas sus colaboraciones fuesen retiradas. Lo intenté hacer de inmediato, pero era imposible por razones puramente domésticas: yo estaba en otro hemisferio del planeta y el administrador de la plataforma no trabaja en fin de semana. 

Creí que esa “Memoria 12”, al haber estado en el live, como se dice en al argot, apenas 4 o 5 días, la habían leído muy pocas personas. Estaba equivocado. Esto y el tono hostil y dolido de Oscar, son los motivos por los cuales me veo obligado a enviarle esta carta abierta, así como al público, con el que tengo una responsabilidad. 

El único ánimo que me asiste es intentar comprender lo sucedido y dejar abierta la puerta para la reflexión sobre la escritura y la lectura creativas. Es probable que en este espacio ‒he ahí la flexibilidad práctica de una memoria‒ se abra la posibilidad de escribir sobre la amistad, sobre ofender/ofenderse, escribir bien/escribir mal, sobre la transformación de un texto cuando ha sido escrito en bruto en un diario íntimo y que luego será literatura, o sobre cualquier otro tema que esté relacionado con la vida literaria, las personas y con la vida misma. 

Que yo mismo me haya censurado, sin bien obedece a profundos sentimientos de afecto por Oscar, también obedece a mi compromiso con la racionalidad.

 

Oscar

Por el tono y el lenguaje que utiliza en los dos últimos WhatsApp, para usted he dejado de ser su amigo. Lo sucedido, no entra en el terreno de los amiguismos, sino en el dominio del análisis. El motivo de publicar esta carta abierta, es que la “Memoria 12” fue dada a conocer el 10 de noviembre pasado, y una vez estudié las métricas de lectura de esa “Memoria 12”, fueron más altas de lo supuesto por mí cuando me encontraba en un país lejano visitando a mi hijo y en ese momento no tenía manera de saberlo (yo no administro la página). Esa memoria fue leída por 287 personas, y en virtud de que es pública, y en virtud de que mi vida de escritor es pública (lo atestiguan todos mis escritos, pues todo escrito mío es autobiográfico, usted lo sabe), me veo obligado a presentar hechos, hechos y nada más que hechos, a usted y a los lectores. Los lectores no decidirán quién tiene la razón, eso de tener la razón es totalmente irrelevante y tampoco se trata de eso. Lo que importa aquí es que usted se siente ofendido por mí, cuando jamás tuve esa intención, y si pudiera hacer algo para que ese mal trago no lo incordie, estoy dispuesto a hacerlo. No publicaré esa “Memoria 12” para desmentir ni argumentar ni, en suma, ‘defender lo dicho’, no tengo que defenderme de nada. Tampoco me interesa ninguna diatriba con nadie, cosa que podría ser muy sabrosa para los lectores. Me autocensuro por pedido suyo y porque no deseo ahondar en ninguna herida. Más bien, como escribo en mi respuesta a sus exigencias mediante WhatsApp, esta es una excelente ocasión para reflexionar sobre lo escrito, por un lado, y, por otro, sobre cómo leemos. Además, muchos lectores suyos extrañarán que usted, recién empezando, haya ‘desaparecido’, literalmente de la sección “Escritor invitado”, y con ellos me asiste la responsabilidad de informar sobre la desaparición de sus colaboraciones por expreso pedido suyo. 

Sea esta la ocasión para que, si lo desea, envíe por escrito sus reflexiones. Cuidaré de que sean publicadas aquí, como siempre, usted sabe, sin cambiar una coma. 

Dice usted en el mensaje de WhatsApp (lo transcribo con la ortografía, la puntuación y la redacción originales del 12 de nov. de 2023): 

“Su última memoria de escritor es 
realmente ridícula y ofensiva
Ha quedado usted en ridículo tratando de 
ridiculizar no sólo un encuentro de una
tarde sino a escritores de gran valor
como León de Greiff y Kafka. Su ridiculez
no tiene límite. Como se le han subido los
humos de una manera ciertamente ridicula

Lastima!!!!

Como aún no sale lo enviado por mi lo
desautorizo a sacarla y cero 
colaboración en adelante ridiculo escritor
de poca monta!!!!

Y otra cosa más. Me retira de su página 
en su totalidad

Nada absolutamente nada

A partir de esta semana no quiero ver
nada mío en su página y no quiero que de
ninguna explicación al respecto 

Le aconsejo retirar esta última memoria
que lo deja a usted en el más grande
ridiculez!!!! Parece un panfleto”

 

Me quedé estupefacto. De inmediato le escribí:

“Viejo amigo, lamento mucho haberlo
ofendido, ya pedí al administrador que 
retirara mi texto y el suyo de la página,
Le ofrezco disculpas sentidas, de nuevo, 
por lo que usted Lee como una ofensa.
Por qué la publiqué? Porque usted la
conocía desde que la escribí y usted no me
dijo nada cuando la leyó. Si usted revisa
sus archivos, ahí está, tal cual. Más bien
deberíamos hablar de lo que eso 
significa. Nada se me ha subido a la
cabeza porque no existe nada que me
invite a la prepotencia con personas que
quiero y admiro. Ahí está usted. Me
produce mucha tristeza lo ocurrido.
Viejo, se equivoca si piensa que yo quería
ridiculizarlo, si cree eso, es que no me
conoce y no tiene idea de cuánto lo 
aprecio. Si no fuera así, nunca lo habría 
invitado a mi página. 
Por fortuna, esa página de Memoria es
tan idiota que sólo unas pocas personas
la habrán leído superficialmente.
De nuevo, viejo amigo, le ofrezco
Disculpas.

 

El 14 de nov. escribió:

No ha bajado la 12 y tampoco me ha
excluido de su página

 

Respondí ese mismo día 14 de nov.:

Viejo, ya le di la orden al administrador.
Lo siento mucho. Ya le reitero.

 

Volví a leer el texto de 2 páginas que escribí en 2019 y sí, es un texto ridículo, y como afirmé entonces, mis pensamientos también eran ridículos porque durante esos días de paro nacional las cosas a mi alrededor me parecían ridículas. Para empezar, me parecía ridículo ese paro. Como también se me antojaba ridículo que la casa de León de Greiff estuviera convertida en un parqueadero público: imagen ridícula del manejo de la ridícula ‘cultura’ en este país, y en ese momento me pareció ridículo el propio León de Greiff con su afectada boina, su barbita de chivo y sus insoportables jueguecillos de palabras. ¿Y Kafka? Jamás me ha parecido ridículo, al contrario, yo como escritor y como ser humano poco o nada sería sin él. Ese día, antes que parecerme patética y deprimente la ‘cultura’ en Colombia y lamentarme como siempre de ello, se me ofreció ridícula, inmensamente ridícula. Yo mismo soy ridículo por parecerme ridículo lo empobrecido y lo deplorable de nuestra cultura, en especial la literaria. De manera sincera, mi amigo no me pareció ridículo, pues siempre lo he considerado un amigo único. Escribí al final de esa “Memoria 12”:

“Pero no considero ridículo a mi amigo, para nada. […] Si Oscar me inspirara el sentimiento de lo ridículo, no podría ser su amigo. Viéndolo bien, Oscar A. es mi único amigo. ¿Por qué? 

Es ridículo que me lo pregunte.”

Cada persona escribe y lee de acuerdo con el bagaje intelectual, emocional y situacional ‒valga esta palabreja‒, que se ha sedimentado a lo largo de su vida. Siempre, al escribir o al leer, lo que determina el modo como se comprende un texto proviene, primero, del inconsciente, y segundo, de nuestra consciencia. De ese bagaje y de ese inconsciente nacen las interpretaciones, y de las interpretaciones, nacen las representaciones que nos hacemos de lo leído, de nosotros mismos, de nuestro entorno inmediato e incluso del mundo. El escritor creativo traslada al papel de manera inconsciente unos contenidos no premeditados ni calculados, que subyacen a lo que se escribe también de manera racional y dan un valor no buscado a lo escrito. Es verdad que esa “Memoria 12” fue escrita de un tirón (sin ninguna reescritura, como debe ser, usted sabe) y sin premeditación de ofenderlo a usted, y también es cierto que ese día todo me parecía ridículo. Recuerdo que dicté mi clase de manera tan concienzuda como exigente por el ridículo temor de hacer una clase ridícula. No realicé una encuesta a mis estudiantes para saber si la clase había resultado ridícula y ridículo el profesor que la dictaba (yo). Los profesores universitarios somos constantemente ridiculizados por los estudiantes. A mí eso, en lo particular, me da risa. 

Por otra parte, para el lector no creativo, funciona al revés. Este tipo de lector entra en la lectura con el prejuicio del ámbito al que pertenece y con el prejuicio del autor, materia, título o región de donde proviene el escrito. Un lector no creativo, al entrar en la lectura de un nuevo libro, por ejemplo, de un Premio Nobel del momento que no conoce, lo hará con el prejuicio de que tal libro suyo debe ser una gran obra. Y al hacerlo de esta manera, pone todas sus emociones, inteligencia y disposición de ánimo para abordar una lectura que promete ser fuera de lo común, pues se trata de un Premio Nobel. De ahí que, dada la publicidad contemporánea, un Premio Nobel de literatura venda semejante cantidad de libros en todo el mundo y se le respete y se le admire sin ningún filtro. Aunque puede suceder lo contrario. Existen autores que ‒sigamos con lo de los Nobel‒ son odiados o despreciados por su filiación política, ideológica o estética. No me apetece dar ejemplos. Para cerrar este párrafo sólo quiero agregar que el lector creativo (escritor o que aspira a serlo) busca leer dejando todo tipo de prejuicios a un lado y lleva a cabo una lectura diferente. No como una experiencia emotiva, intelectual o estética, sino como una vivencia con la naturaleza de esa escritura. De ahí que este tipo de lector aprecie la superficie (forma) que proviene de lo que subyace al texto. Pues es en la forma en donde se manifiesta la potencia del significado o significados profundos de un escrito. 

En un momento dado de nuestras vidas, leemos con suma atención a ciertos autores y los consideramos maestros. Luego, con más lecturas y mayor bagaje intelectual, emocional y situacional, leemos de otra manera, no necesariamente de manera más atenta ni mejor. Las formas de leer son incontables. Desde mi adolescencia admiré profundamente a J. Rulfo y lo imité en mis escritos. Desde hará unos 15 años, esa influencia ha desaparecido y Rulfo está en un lugar lejano. El único escritor que, desde los 16 años cuando lo descubrí, he leído y me ha influenciado hasta el día de hoy, es Kafka. Sin Kafka, ni siquiera podría escribir estas líneas. Es más, Kafka las inspira y me guía. Esto último es cosa que, por demás, quienes me han leído, lo saben a la perfección.

Pero, ¿por qué cambiamos de parecer al releer a un autor respetado o querido? He dicho arriba que cada persona escribe y lee de acuerdo con el bagaje intelectual, emocional y situacional. Se supone que cada persona afina sus sentidos y su intelecto a medida que pasan los años y el número de lecturas cada día crece. Pero no necesariamente es así. No necesariamente con la edad y las lecturas el abordaje de libros y textos es más sofisticado. Afirmarlo, es desconocer la naturaleza humana, que es frágil, voluble y caprichosa. He dicho en reiteradas ocasiones que es absolutamente indispensable, para que un escrito sea de calidad, que quien escribe debe estar bien equipado intelectualmente, en el sentido de haber hecho una enorme cantidad de lecturas. Pero, ¿si a pesar de toda esa inmensa cantidad de lecturas se llega a un momento en que prima lo emocional y situacional sobre lo intelectual, estético y ficcional? Yo mismo, en muchas ocasiones, me he sentido tan saturado de lecturas que, por algunas semanas, no leo nada serio. Eso me sucedió visitando a mi hijo en un país lejano. Me llevé un libro dizque para leer en el avión, y no resistí dos páginas. Luego, durante la visita, no pude seguir leyendo porque estaba saturado de los libros leídos durante el último año y porque encontré el libro ridículo: ridícula la edición, ridículo el autor que no hablaba sino de su doctorado en historia, ridícula la argumentación, y ridícula su apestosa jerga académica. Lástima. ‘Ridículo’, en el caso de este libro, es un eufemismo para referirme a su mediocridad. De modo que no leí en absoluto y tampoco escribí nada. Simplemente no tenía ganas. Las únicas ganas que tenía eran las de disfrutar cada segundo del día con mi hijo, pues tres semanas juntos eran poco tras 3 años y 8 meses de no tenerlo cerca.

Pero, de nuevo, ¿por qué sucede esto que semeja al agotamiento mental e intelectual? En otra época de mi vida, anteponía el lema: “Ni un día sin una sola línea” (copiado de Flaubert), para dar a entender que cada día de mi vida leía, escribía o hacía ambas cosas. De unos años para acá, eso ya no sucede. La respuesta que aventuro es que, si bien he dicho que deseo morir con la pluma en la mano, carezco de la potencia física, mental y emocional de Kafka para vivir en un mundo narrativizado que puede ser trasladado al papel. Yo no soy capaz de eso. Kafka entendía el mundo como una macroestructura montada en narrativas no pensadas para la vida, sino para subyugar al ser humano. En muy pocos escritos, sobre todo en los primeros cuando empezaba a afianzar la pluma, Kafka narrativiza la alegría. A veces he pensado, a propósito de esa incapacidad mía, que llegará el día en que abdique y no vuelva a escribir nunca más.  

Que leamos de una manera o de otra a lo largo de nuestra vida, no sólo depende de nuestro equipaje intelectual y emocional, sino, como caractericé a falta de una mejor palabra, de lo situacional. Las situaciones que vivimos día a día se van sumando a lo largo de semanas, meses y años y dejan en nosotros remanentes de frustraciones, tristezas y alegrías, en ese orden, nos enseña Freud, y son esos remanentes los que determinan nuestra educación emocional y mental y guían nuestras interpretaciones y, por tanto, nuestras representaciones del mundo.

Oscar, al leer por segunda vez mi “Memoria 12”, ¿qué representación del mundo inmediato se formó en su interior? Me gustaría saberlo, pues sólo usted y nadie más que usted sabe la respuesta. Yo, lo ignoro y no me atrevo a escribir sobre lo que no conozco. No podré conocer jamás su interioridad, pero sí puedo inferir motivos, razones y sentimientos en virtud de lo que usted mismo me ha dejado ver desde que nos conocemos. 

Da mucho qué pensar lo que usted escribió el 15 de agosto de 2020, al poco tiempo de recibir mi libro Memoria de un escritor en el que, en la entrada titulada “Ridículo 3. Un amigo” corresponde, sin ninguna reescritura, a la “Memoria 12” que motivó sus hostiles y dolidos mensajes de WhatsApp transcritos. Es más, si usted revisa sus archivos, encontrará que usted revisó con ‘control de cambios’ ese texto e, incluso, de manera inexplicable corrigió ‘León’ por ‘Otto’ p. 38). Inexplicable, porque me refería al poeta. En la p. 40, hay un resaltado en amarillo, en donde falta un ‘me’, y no existen más anotaciones suyas. Busque el archivo, revise, insisto, y verá que es cierto lo que afirmo. 

Por razones de contexto porque parece no venir a cuento, debo mencionar que, en ese momento, yo ya había negociado con Editorial Planeta la edición de mi novela Los asesinos, que fue publicada al año siguiente, y usted sabía que Memoria de un escritor estaba en mis planes de publicación para el 2023. Usted, a pesar de ser mencionado varias veces en mi libro, no comentó nada.

Es probable, por otra parte, que al ser leída la “Memoria 12” como un texto suelto y no como parte constituyente de un libro que semana a semana se va estructurando, haya sido interpretado de la manera que usted lo hizo. Es válido, por su puesto, pero hasta cierto punto. No hay que perder de vista que usted ya conocía el libro y, por lo que puedo entender dados algunos comentarios suyos, venía siguiendo la aparición semanal de cada “memoria”. 

Para preservar la intimidad de los textos enviados por usted a mí, selecciono algunos párrafos de 2020 (hago copy paste):

“15 de agosto 2020

Viejo amigo:

En la noche del miércoles, la curiosidad me llevó a las primeras sesenta páginas, de un envión. Luego, en un segundo momento -ante el escritorio, en la noche del jueves, solo con el zumbido en mis oídos del eje de la tierra soltando limaduras-, leí ciento diez páginas más. Y ayer no pude detenerme, hasta llegar a la última página, hacia la medianoche.

Me ha sorprendido ese trabajo que se acusa espontáneo en las páginas del día a día, no sólo por la novedad y la calidad de las reflexiones y por la vida que se respira desde honduras con naturalidad y honestidad, sino también -y de tanta o mayor importancia-, por la calidad de la escritura. Su autonomía, su sello personal y único.

En nuestras contadas conversaciones le he escuchado hablar sobre temas en muchos casos para mí desconocidos. Con la lectura de Memoria de un escritor, he comprobado la magnitud de las aguas en las que navega con solvencia y eso también me ha sorprendido: el extenso y complejo mundo de la literatura y de las ciencias, las complejidades y banalidades del mundo moderno, el conformismo generalizado, el avance de la insignificancia -haciendo buen eco del pensamiento de Castoriadis-, la historia, los grandes escritores que nos tutelan… 

Objetividad, subjetividad, autobiografía, confesión, introspección, análisis, autoanálisis, historia. limpieza de lenguaje, cargas emocionales e identitarias desde las profundidades del ser… ¡Cuánto de todo eso!

Me siento agradecido por heberme permitido la lectura de ese trabajo encumbrado. Y la vara de la admiración y del respeto se ha elevado un tanto más. Ya sabe lo que eso significa. También su vida ha sido y es literatura. Así, me siento en privilegio: las claves referenciales de su vida… las claves referenciales de su obra. 

¡El libro, tal como lo ha concebido, es una maravilla!

[…]

PD: le envío el libro con el control de cambios.   

17 agosto 2020

Viejo amigo:

Tal vez las cosas que impresionan constituyan en sí mismas una lección, una enseñanza. 

Una apreciación general me permite decir que cualquier lector que se acerque al libro encontrará no solo información sobre la vida y el pensamiento de un autor y sobre la forma como esa vida -la experiencia vital con todos sus matices de drama y cotidianidad y comedia- derivó en formas genuinas de expresión, de escritura y lenguaje.

[…] 

En general, como lo dije en el correo anterior, las secciones que llevan larvadas las claves referenciales de la experiencia vivida y las claves referenciales de la obra escrita, la publicada y la que aún está por publicarse -que he tenido la ventaja de conocer de alguna manera y en algunas versiones-. Podría hacer una lista rápida de esas secciones y con ello podría alguien aventurar una opinión sobre los temas y los textos que me impactaron, podría clasificar la naturaleza de mi cacería:

    • Definiciones
    • Acciones
    • Imágenes
    • Incongruencias/Congruencias
    • Fotografías
    • Hernández y Fernández
    • La abogada
    • Bruma (maravillosos escritos)
    • La historia común
    • Idées Recues
    • Corregir una novela
    • Escribir un libro
    • Carta al maestro (El maestro Hernández…)
    • Lorenza Petrini III (que historia extraordinaria es esa y ya quisiera leerla, ya quisiera que esa historia se materializara. Es grandiosa, me he sentido ante una historia en el talante de Faulkner…) (En mi opinión, debería dedicarle todas sus energías a esa historia… si quiere salvar su alma con la mayor prontitud). 

[…]

Estas palabras me llenan de emoción por la sinceridad que encierran, aunque también por los elogios; debo admitirlo, soy vanidoso. De nuevo, le agradezco su generosidad por esas palabras. Podría escribir que no las merezco, pero sería infantil hacerlo.

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