La siciliana. Capítulo 16

Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 2011-2023
Formato: 12,6 cm X 20,5 cm
Palabras: 36.456
Idioma: Español
Género: Ficción
Subgénero 1: Novela
Subgénero 1: Novela colombiana siglo xxi | novela criminal
Temas: relación padres – hijo | servicio militar | crimen | viaje | amor filial 

Disponible en: Amazon

Idea generadora de la novela: Hace unos 30 años, cuando trabajaba como bibliotecario en la Alianza Francesa de Bogotá, sede Centro, conocí a un estudiante de lengua y cultura francesa que un día me contó su historia. Su padre, un ex militar, había sido asesinado a tiros cerca del aeropuerto El Dorado unos ocho años atrás. Hacía unos 15, tras la baja en el Ejército, había montado un almacén de telas de lujo. Este estudiante me contó detalles de la vida de su padre. Su trayectoria fue casi la misma que la del Antonio José de mi novela. Cuando lo conocí, este joven trabajaba en el almacén de telas que estaba yendo a la quiebra y él y su madre no lograron sacarlo a flote. Finalmente, este joven, que se sentía muy frustrado, se fue a vivir a Francia.

Hacia finales de esa década de 1990, embarcado en la lectura de la obra de V. Nabokov, en un mercado de segundas encontré una hermosa, aunque deteriorada edición de lujo (tapas verde oliva), de la novela corta El ojo, y quedé fascinado con el manejo técnico de la historia. Desde entonces releí esta novela varias veces e hice varios análisis comparativos con otras obras del género novela corta y me di cuenta de sus inmensas posibilidades expresivas, que hasta entonces no había considerado.

Hacia 1997, también estuve embarcado en la lectura de la obra Michel Serres, en especial La historia de las ciencias. Me sobrecogió la narración del trabajo de Arquímedes, y su famosa muerte en Siracusa. Decidí que algún día escribiría sobre Arquímedes y su muerte, y planeé visitar Sicilia tiempo después. La figura de Víctor Acero llegó hacia 2008, cuando me presentaron a un famoso pastor cristiano en Bogotá. Me entrevisté con él varias veces porque deseaba publicar para su secta una serie de libros, y en ese momento yo era editor freelance y necesitaba el trabajo. Pero me fue imposible soportar su labia y su untuosidad y no trabajé con él. 

Esta novela tuvo su primera versión en 2008, y la séptima en 2011, cuando la presenté a un concurso nacional de novela corta y le fue concedido el primer premio.

Explicación necesaria de la versión 2024: En el proceso de revisión para una segunda edición de esta novela, vi que era necesario hacer muchos ajustes. Terminé cambiando casi el 40% de la escritura y de las historias. Se supone que ‘lo escrito, escrito está’ y que un libro ya publicado no debe ser modificado en su esencia, pues marca un punto importante en la madurez narrativa del escritor. Difiero de estos conceptos. Si “imaginar un lenguaje es imaginar una forma de vida”, dice Wittgenstein, imaginar unas historias cruzadas elaboradas con un lenguaje, también es imaginar formas de vida. Es decir, si el lenguaje con que el escritor se expresa es una forma de vida y sus personajes también entran en esta categoría, entonces las historias contadas, como la vida, evolucionan, cambian, actúan como sucede con toda la tradición oral que forma la columna vertebral de una cultura. Y la cultura, cambia, vive, evoluciona. Por eso, el relato se determina por la acción que lo estructura. Sin tal acción, el relato no existe. Sólo contados escritores tienen la capacidad de escribir una historia una única vez, sin hacer versiones y versiones hasta alcanzar el punto deseado, como Kafka y Beckett. El resto de los escritores mortales tenemos que escribir versiones y versiones hasta llevar la historia al punto deseado. Es mi caso. Tanto es así, que escritores de primera línea como T. Mann o H. Broch o Coetzee al terminar cada trabajo después de años de muchos esfuerzos, deciden publicar y ya no cambiar una coma, como puede constatar cualquier persona leyendo sus biografías o la historia de cómo fueron creadas sus obras. Muchas universidades en el mundo pagan cifras exorbitantes por aquellos primeros manuscritos. ¿Hay alguna diferencia? Yo he consultado los de Coetzee, por ejemplo, quien los vendió al Centro Harry Ransom por una cifra del orden de los 2 millones de dólares para que el público tuviese acceso a su evolución creativa.

Publicar un libro no es cegar la vida que, en sí, emana de cada página escrita. Ya lo escrito no tiene fuerza de ley y cada vez más se restituye al mundo profano la palabra considera sagrada, inamovible, grabada en piedra. Publicar un libro es lanzarlo a la vida, muchas veces para el estudio y/o el entretenimiento, que también son formas de vida. Si el libro es capaz de ir más allá de ese cometido y logra un lugar en la cultura, agrega valor vital a esa cultura, da vida. También es cierto que la gran mayoría de autores, una vez puesto el punto final, se sienten tan cansados por el esfuerzo que ya no desean saber más del libro en cuanto tal y finalmente publican. En ese momento el autor sólo pensará en la recepción que hacen los lectores en cuanto a su aceptación, crítica y ventas. Se ha dicho que el libro una vez publicado ya no pertenece al autor sino al público. Esto es cierto únicamente si al público se le ha educado para que lea el libro de un solo modo, unidimensional y cerrado. Pero cuando se considera que el libro puede ser leído y entendido de maneras distintas, enriquecedoras, no como un mero trabajo intelectual o de esparcimiento en el que el texto acaba cuando se cierran las tapas del libro, el libro renace y admite otros puntos de vista, nuevas formas de existencia. 

No tengo idea si dentro de 10 años revise de nuevo este libro y decida que será otra cosa. Hay prepotencia y mucha vanidad en el autor que lanza su libro al mundo como si fuera un epítome de lo acabado, de lo ya hecho, de lo perfecto. No existen libros perfectos. He leído libros elaborados por prestigiosos autores y editoriales, y siempre he encontrado algún gazapo, un algo que mejorar. Se dirá que la imperfección es humana, que ahí reside no sólo la belleza de la obra, sino que también es un registro del acontecer del escritor en su evolución humana (ver Topología del relato criminal). Sin duda, hay razón en ello. Desde mi punto de vista, el escritor es un ser ordinario, común (sí, hay excepciones), que se diferencia de los demás y se hermana con los creadores de otras profesiones, en que su voluntad de crear y de perfeccionar lo creado nunca cesa. O mejor, cesa sólo cuando el escritor muere. Es entonces cuando lo creado, si es lo bastante potente, se fija en el tiempo enriquecido por las lecturas diversas que suscita, o desaparece. No sobra decir que es la obra, no el escritor, la que siempre debe estar en primer plano. 

H. von Kliest, publicó Michael Kohlhaas en 1810. F. Kafka no publicó en vida “Recuerdos del ferrocarril de Kalda”, un texto inconcluso de unas 4 p., de 1914. Alejo Carpentier publicó en 1956 una novelita corta o relato largo, “El acoso”. V. Nabokov dio a la luz El ojo en 1930. Estas obras que acabo de citar me sugirieron la estructura final de esta novela, en especial la última.

Nota sobre el título: El hombre que imagina, título original con que fue publicado en noviembre de 2011, tal vez sirva mejor al propósito de esa primera versión del libro. Como tal, el texto ha sido reelaborado, así mismo he reelaborado el concepto original y profundizado en aspectos que hace 12 años no alcancé a comprender y ahora veo con más claridad. El nuevo título La siciliana, recoge no solamente el título del primer esbozo de 2008, sino que expresa mejor esta intención segunda.

Palabras clave:  masoquismo | problema del padre | complejo de Edipo | Sicilia | Palermo | Italia | Bogotá

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Resumen:

1998, el joven Antonio Pedrini Acero, hijo de un ex coronel del Ejército Nacional que, tras caer en desgracia monta un almacén de telas finas en un sector exclusivo de Bogotá, es enviado a Palermo, Italia, por sus padres para realizar un negocio que los librará de la bancarrota familiar. Los acontecimientos se precipitan cuando el ex coronel es asesinado a tiros y Antonio Pedrini, ya en Italia, resuelve tomar las riendas de su vida. Decisiones que afectan de manera profunda y definitiva a él y a su familia.

Luego de 23 años de vida sencilla y sin altibajos en Palermo, reaparece en la vida de Antonio Pedrini su tío, el pastor cristiano Víctor Acero para cobrar deudas del pasado que Antonio física y moralmente es incapaz de pagar. Antonio se ve abocado a tomar decisiones criminales que ponen en peligro su equilibrio emocional.

La siciliana

 

 

Esta novela recibió el Premio Nacional de Novela Corta en 2011 con el título El hombre que imagina. El contenido ha sido modificado en algo más del 30%, pero no se modificó la estructura.

 

Siempre que nos ponemos a meditarsobre el sentido de nuestro pasado, éste parece llenar el mundo entero con su profundidad.

Conrad

 

 

16

Antonio vive de un modo simple y tranquilo. Un día sí y otro no pasa por el hospital de Santa Gracia donde Cristina trabaja y almuerza o cena con ella. Algunas veces van caminando hasta su apartamento mientras ella habla de su día de trabajo. Es lo que más le gusta, incluso la llena de alegría compartir sus batallas clínicas. Cristina es de Milano, su madre es española y habla bastante bien el español, aunque tiene el pacto con Antonio de hablar siempre el idioma local. Ella le ha dicho que desde hace más de seis años decidió ir a vivir allí, no le gusta la vida agitada de las grandes ciudades. No es hermosa, pero exhibe esa belleza natural de las mujeres que se determinan a sí mismas. Le lleva cinco años a Antonio, y es quizá la clase de mujer que necesita, pues no sólo se trata de una mujer de carácter firme, de ideas definidas, sino que tiene gustos discretos y refinados. Además de ser de mente abierta y de ideas modernas. Como Antonio había supuesto que el carácter de muchas mujeres italianas es como el de Fabianna, su personalidad lo impacta. Él le ha relatado la historia de su vida a grandes rasgos y ha intentado ocultar poco. No se cree capaz de contar la verdad profunda que esconde en su interior. Durante los exámenes neurológicos en donde la conoció, consideró buena idea que ella supiera que prestó servicio militar obligado por su padre, que mató a una persona e hirió a dos más por accidente; así como lo del juicio militar y lo de la deuda con su padre, que lo salvó de pagar 12 años de cárcel. Pero no le pareció bien detallar que se hirió a sí mismo y sí más bien hizo un pequeño montaje en el que hubo un ataque guerrillero suicida en el que él resultó herido. Ahí tiene las cicatrices en el pecho y en la espalda que lo demuestran. Ahora, desde que salen juntos, tampoco le parece necesario hablarle a Cristina de los pormenores del negocio que vino a hacer aquí porque asesinaron a su padre en Bogotá, sino de una generalidad en la que no hay cosas escabrosas, apenas la verdad: que el Alf leyla wa-leyla fue retenido en Calabria por un asunto de drogas. Le dice que él finalmente convenció a su familia de quedarse en Italia y hacer una nueva vida lejos de Colombia, el país que odia. Esos 98.000 dólares son una especie de préstamo para comprar alguna vivienda, dinero que él restituirá poco a poco. Le hace a Cristina un relato según el cual vivía en Bogotá una vida infinitamente aburrida y constreñida dominado por sus padres y por su novia, una mujer tonta y posesiva avalada todo el tiempo por sus padres, una novia que él no quiere. Tampoco hay necesidad de entrar en detalles, lo que importa es el presente, el hombre que es hoy, sus sentimientos y sus nuevos proyectos. Aunque considera que para que la relación con ella funcione, y sea larga y duradera, debe ser honesto. No contarle todo lo que le ha ocultado lo llena de culpa. Se hace a la idea de que llegará el momento oportuno de hacerlo. Por su parte, ella poco a poco se ha ido revelando. Cada día Antonio la anima a hablar y descubre su interior. Él comprende bien por qué, si él calla, en ocasiones ella no tiene reparos y se desboca con sus revelaciones, pero eso a veces lo asusta. Quizá no debería saber tanto de ella, quizá ella debería resguardarse un poco. Es posible que así sean las europeas, demasiado francas y directas. Le parece perfecto que así sea. Antonio desea a toda costa que la relación funcione. Desea que se enamoren de un modo honesto y apasionado. No ve en qué puede contribuir revelar detalles de su conducta pasada que ella reprobaría. Quizá ella le pierda la confianza o el respeto y salga despavorida por la frialdad de su corazón o por la sordidez del mundo del que viene. No quiere arriesgarse a eso, no quiere romper el equilibrio que empieza a encontrar con ella.

A él le gusta que su manera retrógrada de vestirse oculte la belleza de su cuerpo. Antonio valora el desprecio de ella por las mujeres-objeto, por las mujeres-hogar y por las mujeres-poder, de las que ella se burla. También le gusta que Cristina, la mujer-autónoma, hable, hable y hable de su familia y de su profesión. Como también que, sin previo aviso, se detenga y le enseñe sutilezas de Palermo. Los colores de la luz al final de la tarde. La belleza de los jardines de las villas y los olores de una antigua calle de quesos o jamones. Desde que era niña, quería ser médica. Lo ha conseguido sin esfuerzo, con gusto, con estudio y dedicación. Antonio también aprecia que se haya desmarcado de la casa de sus padres, que haya aceptado el trabajo en aquel hospital de provincia, donde tiene que vérselas por sí misma. Se entera que huyó de Milano por una decepción amorosa en la que tuvo un aborto. A él no le importa. Es mejor conocer ahora esos detalles, no más adelante cuando una revelación así cae como una bomba para poner a prueba la fuerza de su relación. Sus historias tienen cierto parecido, aunque no se lo dice a ella, no ve por qué no podrían ser el uno para el otro. No ve por qué lo suyo no puede ser la gran pasión que él siempre ha esperado.

Sin embargo, cuando hacen el amor, aunque ella es profunda y se entrega, Antonio percibe que algo falla. Él también da de sí lo que tiene, pero aún hay en él algunas reservas. Quizá sea eso. Quizá sea él, no ella quien lleva de cierto modo el acto. Cada vez, la observa con cuidado. Cristina es de huesos livianos, tan livianos que Antonio no imaginó que los pudiera tener una mujer sino un pájaro. Cristina habla en sueños. Él se queda despierto para conocer nuevos secretos. Nunca entiende nada, nunca dice nada coherente o que merezca ser recordado. Cuando se lo pregunta a sí mismo, se responde que es feliz, que ha encontrado al amor de su vida. Pero, en lo hondo, titubea. ¿La libertad es algo tan simple y, en esencia, poco sustancioso? ¿Qué debe hacer para llenar ese vacío que lleva en su interior? No lo sabe, no tiene la respuesta. Ha contemplado la posibilidad de convertirse en artista. Pero carece del talento y de la disciplina necesarias. ¿Necesita talento o necesita entrega total? Cómo averiguar algo tan sofisticado. En todo caso, por el momento, no tiene el modo de investigarlo ni la fuerza para intentarlo, sería como lanzarse a una especie de abismo. Ha dedicado horas eternas a no hacer nada, a dejarse llevar por la inanidad en vez de hacer algo por sí mismo. Si fuera un creador, se entregaría de lleno a crear, no a perder el tiempo de ese modo.

A lo mejor Antonio debe confesar que, cada vez que se desnudan y tiene a Cristina entre sus brazos, por su mente y por sus manos vuelve la sensación intensa y fugaz del seno grande y duro de Fabianna, oloroso a sudor agrio. El fantasma de aquel cuerpo exuberante y voluptuoso, quizá demasiado lleno de piel erótica, de posibilidades sucias y violentas, ronda. Una vez, intentó llevar a Cristina a la fuerza, pero ella se opuso. Fue un fracaso, tuvo que disculparse. Quizá no era el momento y tampoco lo ha intentado de nuevo. Antonio aprendió la lección, sabe que ella no sólo es dueña de una fina sensibilidad, sino que siempre está lista a dejarlo llegar hasta un punto determinado en sus arranques amorosos. Le gusta que ella sea así, es una especie de seguro, no toleraría que fuera la clase de mujer lasciva en la que no puede confiar; pero, al mismo tiempo, lo decepciona no poder probar un poco de arrebato incontrolado.
Antonio se inscribe en una escuela de idiomas para perfeccionar la lengua escrita. Toma clases todos los días de 7 a 10 de la mañana. Ocupa el resto día en la biblioteca leyendo periódicos y autores clásicos. Quiere entender la cultura y asimilar los estilos de los mejores autores. Quiere ponerse al corriente de todo. Será imposible labrarse un futuro allí y más tarde en Roma si no alcanza el nivel de los periodistas de primer plano. Entonces podría convencer a Cristina de que lo siga si consigue un buen trabajo. Estudia con ahínco. Esa actividad lo alegra, es como volver a la universidad y sentir que goza de la autonomía que por entonces poco alcanzó a saborear. Cuando estudiaba periodismo en Bogotá, salía directo de clases al almacén de su padre en donde trabajaba tres horas diarias entre semana y los sábados ocho horas. Luego iba con él en el carro hacia la casa, donde, después de la cena, dedicaba el resto del tiempo a la universidad. No fue a fiestas, nunca tuvo otra novia que Sofía, a quien conoció durante el bachillerato, y tampoco fue a los paseos que organizaban los compañeros de curso. Se graduó primero que todos, pero se quedó sin amigos, pronto Sofía resultó embarazada. Aquí es diferente. Conversa con sus compañeros fuera de clase, va al cine o a jugar billar, ahora incluso bebe cerveza y ha empezado a fumar. Quiere aprender expresiones de la calle, diferenciar las jergas locales, el complejo lenguaje gestual de los italianos y, en especial, los de Sicilia. Quiere conocer cada rincón de Palermo. Quiere comer la rica variedad de platos marinos que nunca había probado. Avanza en el estudio del latín culto, pero le cuesta trabajo entender a plenitud los escritos clásicos. A pesar de ser más difícil de lo que creía, tal lenguaje lo fascina.

En la escuela conoce a una canadiense. Ella es tres años más joven que él. La canadiense ha decidido pasarse una temporada allí para aprender un poco de italiano y conocer esa parte del Mediterráneo. Lo invita a hacer el circuito por la isla durante unos días, no sabe cuántos. ¿Qué importa, es que tienes niños o una abuelita qué cuidar?, le dice ella. Le gustaría que fueran “locos y desordenados”, sin reglas, sin horarios fijos y sin obligaciones. Tampoco irán a los mejores hoteles ni dormirán en cuartos ni en camas separadas, no hay tanto dinero para eso, dice ella riendo. Aunque hagan vida en común para ahorrar, cada quien paga lo suyo. Es una oferta tentadora. Es la clase de propuesta que, sin saberlo, ha esperado desde que era adolescente. ¿Cuándo soñó que una mujer así le hiciera una propuesta semejante? Le gusta mucho, es hermosa, de su misma estatura y tiene un cuerpo muy bien proporcionado, pero Antonio prefiere mantener la distancia. No es la clase de libertad que busca. Si lo deseara, nada sería más fácil que tener un poco de sexo ocasional. Antonio aprecia el estilo de vida que lleva en Palermo. Cada día conoce más la ciudad y cada día descubre lugares y costumbres. Ha oído que Sicilia es un paraíso de mafiosos y matones, hasta ahora sólo ha visto en la placa dedicada al teniente Petrosino como un testimonio de su existencia. Quizá estén escondidos en los pueblos cercanos de Palermo, como desde hace tiempos.

En la escuela de idiomas, consigue que las clases de italiano que él toma, sean canjeadas por clases de español que él dicta. La experiencia es nueva para él, hace que disfrute más la vida cotidiana. Con lo de las clases, ahorra el dinero que el curso cuesta. Así mantiene más o menos intacto el dinero que guarda como base para comprar una casa. Vive de un modo modesto, gasta en lo estrictamente necesario. Espera que Cristina tenga sus vacaciones a principios de la primavera para ir al continente y hacer un recorrido por el norte de Francia, Inglaterra e Irlanda. De regreso, planean visitar a los padres de Cristina en Milano. Es un viaje que a ella y a él los ilusiona. No, él no lo va a echar a perder por seguir a esa canadiense.
Una tarde, cuando espera a Cristina en el hospital, ve en el periódico una fotografía. Es la de Horacio acompañada de una escueta nota judicial. Su cadáver fue encontrado en el viejo Lancia blanco en la Vía Mantova, en Gela. Tenía dos tiros de revólver en el pecho. Por lo que se sabe hasta ahora, se trata de una venganza entre pequeños dealers de drogas. La noticia lo sorprende y le produce alivio. Ya no tendrá la aprensión de encontrarse con aquel tipejo en las calles de Palermo en el momento menos pensado. El hombre que lo podría hacer quedar mal delante de sus amigos o de Cristina.

Un sábado en que Cristina está de turno, va de bar en bar hasta encontrar a una mujer con la figura de Fabianna. Cuando aborda a la mujer y resulta ser una profesional demasiado necesitada de un cliente, sale despavorido. No quiere una prostituta exuberante que se parezca a Fabianna. Quiere a Fabianna. No es probable que suceda. Pasa varias veces frente a la casa en la Vía Casalini. Se entera que allí ahora vive una familia común y corriente. La casa también pasó a manos de los bancos. Una vecina dijo que Fabianna Gatti debió regresar a donde su familia en Gela. Le recomienda a Antonio que no vaya. Fabianna tiene dos hermanos; uno de ellos tenía amenazado de muerte a Horacio.

Hasta ahora, su proceder le ha confirmado que, en la mayor parte de los casos, es mejor no hacer nada. Quedarse inerme es la estrategia que mejor le ha funcionado. Mientras, por ejemplo, Víctor Acero recorría los hoteles y pensiones de Palermo, él se quedó en su cuarto, en donde acabó de recuperarse de la golpiza. Duró tres semanas leyendo los periódicos de la mañana y de la tarde. Vio películas italianas, se alimentó con comida ya preparada y no hizo nada más. Tres semanas de ocio y soledad, a la espera de que a Víctor se le agotara el tiempo y tuviera que regresar a Colombia. Tres semanas de días lentos y sin altibajos.

Antonio concluye que esta vez tampoco debe hacer nada, sólo esperar. No le comenta a Cristina la noticia hallada en el periódico. Cada día compra los diarios para estar al corriente de lo que pasa. Hay más muertos en Palermo de los que la policía esperaría, pues se desarrolla una guerra entre familias de Borgo y Acquasanta por el control de los puertos. Hay miedo en calles que parecían tranquilas. Antonio no desea saber nada del mundo criminal de la isla. En las noticias, no mencionan nada de lo que espera. Pasan los días, las semanas. Pronto el asunto de Horacio queda en el olvido. Antonio continúa con sus rutinas como si jamás se hubiera enterado.

Una mañana, cuando aún no se levanta para ir a clases, alguien toca la puerta de la habitación en Opus Minima, en donde vive. Es Cristina. En su turno de la noche, llegó una mujer embarazada y perdió a su hijo, lo que la dejó mal de la cabeza. Por una razón que prefiere no explorar, eso desmorona a Cristina. Necesita ser abrazada y querida, necesita del hombre que calla y entrega su comprensión sin cuestionar nada. Necesita amor cálido y pleno. Cristina le pide que no hable y se incrusta entre sus brazos. Antonio la abraza; imagina qué es lo que sucede. No dice una palabra y pasa el resto de la mañana con ella. Está atento a esa mujer de huesos frágiles que hace nido en su pecho. Al medio día, Cristina se despega de su abrazo y enciende un cigarrillo.

Gracias, dice ella.

Semanas después, hay otra nota judicial. Fabianna Gatti y su hermano Mario han sido detenidos. Ella por prostitución, ambos por sospecha de homicidio a una prostituta en Gela. Dos tiros de pistola en el pecho. En la nota, se lanza la hipótesis de que Mario Gatti habría asesinado a Horacio Pedrini por una deuda de drogas. Antonio siente el impulso de ir a Gela y visitar a Fabianna en la cárcel. Podría hacer una nota periodística del crimen y vender la historia. Es la disculpa que se inventa para intentar acercarse a ella. Fantasea con decir a los guardias que hará una visita conyugal. Fantasea con poseerla en su celda después de una secuencia de exigencias. Pero Fabianna podría resistirse, gritar como una loca desatada y golpearlo de nuevo. Nada sería peor que armar un escándalo en la cárcel. Nada sería peor que ser humillado de nuevo.

Al día siguiente, sin pensarlo y sin decirle a Cristina, Antonio compra un billete de autobús a Gela. El trayecto es apacible. Antonio tiene el corazón a punto de estallar en la caja torácica. Cuando el autobús se detiene unos minutos en Lercara, se queda allí. El autobús sigue su camino. ¿Qué pretendía encontrar en la cárcel de mujeres de Gela? Es estúpido ir. No quiere que las autoridades lo asocien con Horacio. No desea que lo relacionen con aquella prostituta, ni que en el futuro le nieguen su solicitud de permanecer en Italia. Además, qué puede contarle Fabianna, qué clase de información quiere y, sobre todo, para qué. Fabianna y Mario quizá tienen que ver con el crimen de su padre en Bogotá. Antonio lo ha meditado. El día que Antonio llegó a Palermo, Horacio dijo que Fabianna estaba en Gela, y durante una conversación, ella habló de Bogotá como si la conociera. Y en seguida negó haber salido siquiera de Sicilia. Nadie dice que no estaba en Bogotá con su hermano matando a su padre. Un testigo habló de un hombre y de una mujer alta y hermosa de abundante cabello negro que abandonaban la escena del crimen. Y si fue así, ¿puede hacer algo, está en condiciones de pedir justicia?; es decir, ¿quiere buscar venganza? ¿Qué podría obtener? No se considera una víctima de nadie, al contrario, lo libraron de un yugo del que no habría podido liberarse solo. Es una verdad áspera, tan áspera como decir que su padre recibió lo que merecía. No, ningún castigo tendría sentido. Es mejor dejar el episodio en el pasado, es mejor no hacer nada, es mejor desconocer a esa mujer que lo humilló y al hacerlo despertó sus instintos primitivos. Debe dejarla atrás, así como dejó atrás a su familia y olvidar.

Antonio toma un bus de regreso a Palermo con un fuerte sentimiento de derrota. Sabe que una oportunidad única se ha perdido. La oportunidad no sólo de saber si fue ella y su hermano los que mataron a su padre. Antonio reprime el violento deseo de mirar hacia la carretera costera que conduce a Gela. Y se da cuenta que estuvo a punto se seguir el camino que habría tomado su padre.

Espere el capítulo 17 el 24 de marzo de 2025

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