David Andrés Rubio G.

 

David Andrés Rubio G.

Profesor Asociado de la Universidad Pedagógica Nacional. Consultor en diferentes proyectos en educación para entidades como el Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional de Colombia, el Ministerio de Educación Nacional, el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico -IDEP, entre otros. Miembro del grupo de investigación Historia de la práctica pedagógica en Colombia, del Grupo de Estudos e Pesquisas em Currículo e Pós-modernidade – GEPCPós en Brasil, y de la Red de Investigación en Educación y Pensamiento Contemporáneo -RIEPCO. Autor de varios artículos en revistas especializadas y de varios capítulos en libros de ensayo y resultado de investigación.

Espíritu y conversión

 

David Rubio Gaviria G.

24 de noviembre de 2023

 

Hace poco menos de diez años fue publicada la versión en español de un libro cuyo título recuerda cualquier obra de autoayuda, de aquellas que se exhiben en los escaparates de almacenes de cadena, mientras los consumidores, en las filas, se deciden entre paquetes de papas fritas, gaseosas y, por qué no, libros. Has de cambiar tu vida, una traducción más o menos fiel (si consideramos que toda traducción es traición y, por lo tanto, infidelidad) del original alemán publicado un par de años atrás por el filósofo Peter Sloterdijk, es una voluminosa obra cuyo tema es el ejercicio como condición de posibilidad de construcción de lo humano. 

Una década atrás, Pierre Hadot publicó una obra un tanto más breve dedicada a un asunto similar: los ejercicios filosóficos como ejercicios espirituales que no son otra cosa que modos de vida. La filosofía, para Hadot, es de antiguo una práctica que más que dedicarse a «teorías abstractas» o a la «exégesis textual», es «un arte de vivir». Desde el cristianismo griego con el concepto de askesis, hasta los exercitium spirituale de Ignacio de Loyola, los ejercicios del espíritu cuentan con una tradición tan larga como la civilización de nuestra era. 

Para Hadot como para Sloterdijk, la filosofía es una terapéutica, como así fue para Cínicos y Estoicos. Aunque no hay mayor evidencia sobre la existencia de tratados dedicados sistemáticamente a la enseñanza de ejercicios en estas escuelas filosóficas, hay muchas alusiones a prácticas orientadas a la vida interior, así como a operaciones relacionadas con la transformación, por la vía del trabajo sobre las facultades del alma. La noción de «transformación», como la de «conversión» es capital para la filosofía como arte de vivir. Siempre que hay ejercitación hay cambio, modificación. Todo atleta, en su ejercicio, modifica su cuerpo. Cambia porque amplía su resistencia, hasta que llega un momento tal de ascenso que la referencia es él mismo: «El Relámpago» Usain Bolt es quizás el atleta que más marcas ha roto en torneos mundiales y juegos olímpicos. Cuando llegó el momento de batir sus propias marcas, no quedó otra alternativa para él que el retiro de la competencia.

Pero «cambio» y «transformación» tienen un sentido de menor envergadura que aquel otro contenido en la «conversión». Esta última, impregnada de la tradición cristiana (aunque también hay huellas de ello en el budismo y otros sistemas de pensamiento no occidentales), supone un cambio en la naturaleza humana. En su sentido religioso, implica un nacer de nuevo a otra vida, aquella en la que la única salida es la salvación. Este nuevo nacimiento, procedente de la línea de San Pablo, tuvo después en la filosofía moral una triple connotación: deber, responsabilidad y libertad. La conversión del hombre, a través de la filosofía, significa un trabajo sobre sí mismo que no reafirma nada, sino que lo orienta a ser algo distinto de lo que es por naturaleza. La askesis espiritual no es apenas elevación en el sentido de algo que cambió o se transformó en el hombre, sino que es más afín a su conversión. El hombre de la ascesis espiritual es aquel que mediante el ejercicio consigue convertirse en algo distinto de lo que es.

El ejercicio es, de suyo, repetición. Todo proceso ejercitante es repetitivo. El ejercicio que se hace apenas una vez, no pasa de ser pura anécdota. Para ser ejercicio, se hace una y otra vez. El ejercicio es interminable porque no es claro el límite de sus repeticiones. Como no sabemos la dirección de la conversión (el atleta se ejercita a sabiendas de los límites del cambio en su resistencia, por eso «cambio» es distinto de «conversión»), el ejercicio mismo es el arte de vivir: no es que incurramos en unos ejercicios que son lo previo a la práctica vital, sino que es en la misma ejercitación que vivimos. A diferencia del atleta, la conversión en su sentido espiritual no aguarda un torneo para vérselas con otros ejercitantes. El ejercicio espiritual no es previo al performance y, por lo tanto, no es exhibición. Como es de carácter filosófico, el ejercicio espiritual no se traza meta ninguna. Es ascetismo porque solicita entrenamiento (entre los griegos fue primero del cuerpo y luego del espíritu; por eso los juegos olímpicos tienen procedencia en Atenas).

La repetición, que está en el interior de todo entrenamiento, deriva en hábito. Los hábitos, proscritos en el mundo hoy que se jacta de la aceleración, de la adaptación y del cambio en su sentido más trivial (porque es performativo), son la base de toda conversión. El hombre que busca ser más de lo que es, emprende un camino de askesis que está por entero signado por unos hábitos. Los hábitos, en principio, son un modo de contención de unas pasiones o, mejor, de su conversión. Ahora, en el enunciado “el-hombre-que-busca-ser-más” persiste un riesgo: la askesis está en las antípodas del éxito. Ser más de lo que se es no está en la dirección del “salir de la pobreza” o del “salir adelante”, tan recurrente en nuestros países de periferia. La askesis, al ser de un modo espiritual o, lo que es lo mismo, al tratarse de una forma de vida, pone en suspenso toda contingencia del mundo material, así como tensiona todo gesto hedonista. La askesis es primero revelación de un vacío, y luego signo de un trabajo. 

Los escaparates de los almacenes están plagados de libros de autoayuda y esta es la señal de la necesidad de cambio en las personas. La filosofía nos propone un estadio mayor porque lo suyo es la conversión.       

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