David Andrés Rubio G.

 

David Andrés Rubio G.

Profesor Asociado de la Universidad Pedagógica Nacional. Consultor en diferentes proyectos en educación para entidades como el Instituto de Investigación en Educación de la Universidad Nacional de Colombia, el Ministerio de Educación Nacional, el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico -IDEP, entre otros. Miembro del grupo de investigación Historia de la práctica pedagógica en Colombia, del Grupo de Estudos e Pesquisas em Currículo e Pós-modernidade – GEPCPós en Brasil, y de la Red de Investigación en Educación y Pensamiento Contemporáneo -RIEPCO. Autor de varios artículos en revistas especializadas y de varios capítulos en libros de ensayo y resultado de investigación.

Decisiones (II)

 

10 de mayo de 2024

En circunstancias distintas, estudiantes del Massachusetts Institute of Technology (MIT), de Princeton y de Harvard, miles de ellos y de carreras distintas, fueron convocados para solicitarles resolver un sencillo problema: “un bate y una pelota juntos cuestan 1,10 dólares. El bate cuesta un dólar más que la pelota. ¿Cuánto cuesta la pelota?”. Consternados por la incómoda sensación de estar perdiendo su tiempo en fruslerías como esta, contestaron, casi todos, lo que parecía de una obviedad del tamaño de la muchedumbre: la pelota cuesta 10 centavos de dólar que, junto con el bate, se compra por el precio de 1,10 dólares –seguramente en el mercado negro, a juzgar por el precio tan bajo por ambos productos–.  

Otro puñado de estudiantes, esta vez de la Universidad de New York y de primeros semestres –jóvenes de no más de veinte años–, fue reunido en una pequeña sala con el propósito de que formaran frases distintas a partir de la elección de cuatro palabras entre cinco. A la mitad del grupo de muchachos se les entregó el grupo de palabras “Florida”, “calvo”, “canas”, “olvido”, y “arrugas”; a la otra mitad del grupo, las palabras “amarillo”, “él”, “encuentra”, “instantáneamente”, “lo”. Una vez terminado el ejercicio, se les pidió dirigirse a una sala contigua, a unos quince metros de aquella en la que estaban. El equipo encargado del experimento, que consistía en medir el desplazamiento de una sala a otra, y no en la habilidad para armar frases, como pensaron los conejillos de indias, concluyó que la mitad del grupo que había recibido las primeras palabras y que con ellas había formado frases relacionadas con la vejez, había hecho su desplazamiento más despacio que aquellos otros que realizaron el ejercicio con el segundo grupo de palabras. 

Un experimento espejo se realizó en una universidad alemana por los mismos investigadores: se pidió a unos jóvenes estudiantes que caminaran de lado a lado en una sala durante cinco minutos, pero con la condición de que no se superaran los treinta pasos por minuto, esto es, con una marcha tres veces más lenta que lo habitual para jóvenes de tales edades –el grupo estaba entre los dieciocho y los veinte años–. Culminada la caminata, se les pidió realizar un listado de palabras relacionadas con la vejez, y el resultado fue que, en promedio, los listados resultaron más extensos que los elaborados por otro grupo al que se le pidió el mismo listado, aunque sin caminata previa. Los resultados son similares en ambos experimentos: los estudiantes de la Universidad de New York caminaron despacio de una sala a la otra porque venían de realizar una actividad de palabras relacionadas con la vejez, mientras que sus homólogos de Alemania resultaron muy familiarizados con palabras cercanas a la vejez, tras haber caminado al ritmo de los viejos. Este efecto de primacía o de predisposición, recibe el nombre de «efecto priming» en la jerga de los economistas de la conducta. Este efecto se asocia con la tendencia que tenemos de establecer relaciones de familiaridad entre las ideas, lo cual predispone nuestras respuestas, haciéndolas automáticas e irreflexivas: una vez los estudiantes de la Universidad de New York fueron enterados de los resultados del experimento, su respuesta fue la negación. Muchos de ellos, incluso, pidieron ver el registro de los tiempos empleados para dirigirse de una sala a la otra, sin dar crédito aún así de lo informado por los responsables del experimento.

El efecto priming es una de las variadas formas en que se manifiestan los sesgos cognitivos. Además de este, hay muchas otras formas en que queda en evidencia nuestra natural irracionalidad. ¿Recuerda el experimento del primer párrafo de este texto? Si destacados estudiantes de las universidades más prestigiosas del mundo concluyeron que el valor de la pelota es de 10 centavos de dólar (respuesta errada porque entonces la suma de bate y pelota daría 1,20 dólares y no 1,10 dólares, como lo plantea el problema), se temen dos conclusiones distintas: que la especie humana está echada a perder porque sus miembros más inteligentes no pueden, en su mayoría, resolver un problema trivial; o que bien tenemos alguna esperanza porque no es tanto que personas muy inteligentes no tengan capacidad de resolver problemas simples, sino que ante el esfuerzo cognitivo que reviste resolverlos, es más frecuente la salida fácil, la respuesta inmediata, irreflexiva. 

La conclusión a la que llegan economistas de la conducta (¿o psicólogos de la economía?), como Daniel Kahneman, el autor del entretenido libro en el que se describen estos y otros experimentos, es la segunda: prevalece en nuestras respuestas a los asuntos más cotidianos (como resolver un problema en un campus universitario) la irracionalidad porque, antes que nada, padecemos de pereza cognitiva y es nuestra tendencia evitar, a toda costa, esfuerzos adicionales a los que hacemos mediante nuestras respuestas automatizadas. La pereza cognitiva, nominación en apariencia poco ortodoxa para referirse a un asunto serio como la racionalidad –o su falta, como en estos casos–, parece describir de modo preciso lo que determina el rumbo de nuestras vidas. Y es que no es cosa de poca monta: del mismo modo en que somos irracionales para resolver problemas triviales y de nulo impacto en nuestras vidas, así como fueron irracionales las respuestas dadas por las mentes iluminadas de Harvard, Princeton y el MIT, las decisiones más trascendentales de la existencia son tomadas irracionalmente, producto de la pereza cognitiva.

Otro tanto sucede con el efecto priming, que fácilmente nos hace elaborar asociaciones sin siquiera darnos cuenta. El racismo, la xenofobia y, en general, los prejuicios que invaden nuestras prácticas diarias se explican en este otro rasgo de la irracionalidad.

PD. 1. La respuesta al problema del valor de la pelota es: 5 centavos de dólar. Ahora, solo le resta al lector informar por qué (puede hacerlo en los comentarios). 

PD. 2. Si el experimento de las frases a partir de los grupos de palabras se hiciera en alguna universidad bogotana, por fuerza deberíamos reemplazar la palabra “Florida” por “Anapoima”. Anapoima es nuestra ciudad por excelencia para la vejez.

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