La mejor esquina

Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 1991
Páginas: 14
Palabras: 4201
Idioma: Español
Género: Teatro
Subgénero: Radioteatro
Temas: masacre campesina | paramilitarismo | almas en pena

Sobre el origen de este guionEn 1989 escribí un cuentecito lleno de diálogos de inspiración rulfiana. Esencialmente, estos son el alma de este guion. El tema salió de informes que venía siguiendo sobre masacres paramilitares a finales de la década de 1980, que por entonces actuaban a su antojo sobre todo en el norte del país. Por esa época tomaba un taller literario. Cuando el director del taller leyó el cuentecito, dijo que no funcionaba. Tenía demasiados diálogos y los diálogos tampoco avanzaban. En ese entonces no veía por qué un diálogo debía avanzar, si en Beckett no sucede necesariamente así. Pero una cosa es lo escribe un neófito y otra el juicio de un entendido en la materia. Lo dejé, pues obviamente no soy Beckett. Al poco tiempo vi en el periódico un anuncio de concurso de guion radiofónico pagado por Goethe Institut, RTI y Deustche Welle, en Colonia, Alemania. Adapté, sin cambios, el cuento a un guion radiofónico y gané la convocatoria.

La obra fue producida por la Deustche Welle y RTI Radio en 1991.

Palabras clave: teatro | radioteatro | teatro radiofónico | radiofonía | teatro colombiano siglo xx

La mejor esquina

 

Radioteatro (1990)

 

Nota preliminar. La modulación de las voces, los silencios, los lamentos y los susurros (casi inaudibles, por momentos lejanos) deben ser lo bastante definidos para que se entienda que Anatolio, Leticia y Víctor (y más tarde El Hombre), están en otro tiempo, en un espacio indeterminado. Cuando estos personajes hablan, su voz debe sonar hueca además de melancólica.

Cristancho es un hombre inescrupuloso. Cuando conversa con El Hombre del bar del pueblo que está desolado por la violencia, se debe entender que, desde antes de la matanza, ya estaba enterado. Las voces son campesinas del interior del país. Igual entonación debe tener la voz del coro.

La música en el Acto segundo es de carrilera, aleatoria.

 

Personajes

Leticia, esposa de Anatolio
Víctor, amigo de Anatolio
Cristancho, organizador de la fiesta
El Hombre, un desconocido
Coro, almas en pena

 

Acto primero

Escena única

Los personajes están en una habitación cerrada. Se escucha, lejana, la voz del coro. Primero es suave. Luego fuerte y clara. Luego se convierte en un murmullo fluctuante, suave de nuevo, hecho de susurros y gemidos.

Coro

Todo es oscuridad. Sólo se siente el olvido en el polvo. Sólo somos olvido en el polvo. Polvo y olvido, igual que al principio de los tiempos, cuando no había tiempo ni lugar.

Anatolio

Ticia, tengo frío, Ticia (cansado).

Leticia

Sí, mijo, yo también (distante e indiferente, como si lo hubiera repetido mucho).

Anatolio

Tráigame una agüita de panela bien caliente, de esas que le queman a uno el guargüero. Apure, mija, no se demore carajo, se la he pedido mucho (siempre cansado, como el mismo diálogo se repitiera).

Leticia

Ya voy, no se afane. Espere tantico que acabe de darle la leche al niño y se la llevo, aunque no sé de dónde la voy a sacar (lejos, el espeluznante llanto de un recién nacido se escucha. Pero sólo dura un segundo. Luego se oye un eco que se prolonga y reverbera en las paredes desnudas de una habitación vacía).

Anatolio

Ticia, ese llanto me yela la barriga. Me llena la garganta de angustia. La angustia que deben sentir los que se han muerto. Mija, arrope a ese mocoso (exasperado)), para eso le di mi poncho, que no es mucho, pero de algo habrá de servir. Por el amor de dios, Ticia, no lo deje llorar más, se lo ruego (el llanto del niño se empieza a perder).

Leticia

Bueno (sin convicción).

Anatolio

Sé que usté también tiene frío. Debe ser la oscuridad. Al menos el calor de esa criaturita la acompaña. En cambio, yo estoy solo. También creo que el frío es por toda esa gente que anda por ahí sorbiéndose el calor como si estuvieran en el infierno, y qué va (pausa). Y esta negrura del demonio. Es que ni poniéndome la palma de la mano en frente me la puedo ver. Tengo los ojos tan abiertos que parece se me van a salir de la cara. Entre los dedos entumidos se hace la escarcha de mi aliento, no la veo, puedo sentir las agujas del yelo. Ticia, parece que esta no fuera mi mano, sino la de la muerte. También puede ser la de Víctor, ¿quién quita? Era el estaba junto a mí cuando los hombres entraron.

Leticia

Bien puede ser como usté dice (lejana).

Anatolio

¿Oye, Ticia? (pausa, se oye un murmullo de voces ininteligibles) Son las hormigas riendo.

Leticia

Qué va, ¿de qué se iban a reír?

Anatolio

No ríen, escarban. Parecen un perro desenterrando un güeso. Ahí, van, las oigo, sin afán ninguno se meten en mi ombligo, ¡las muy malditas! (dice esto último con amargura)

 

Acto segundo

Escena única

Transcurre en un bar del pueblo. De fondo, música de carrilera. Hay un bullicio suave. Dos hombres conversan en una mesa. Uno de ellos bebe cerveza.

Cristancho

Sí, don, yo contraté los músicos, pero eso no tiene nada de malo, o ¿sí? Con todo respeto, lo pudo haber hecho usted mismo. Aquí no hay banda, aunque en otra época hubo una muy buena, tanto que iba a otros pueblos a tocar. Pero eso ya pasó. ¿No le parece una lástima? ¿Conoce usted La Greda? (la voz es la de hombre de unos 50 años, de hombre de pueblo acostumbrado a negociar, bebe un sorbo de cerveza).

El Hombre

Sé dónde queda.

Cristancho

Pues la banda de allá se quedó con los bombos, el clarinete y yo no sé qué más. Y además los cantantes, que son de acá. Dos, para más rabia y más señas. Sólo vienen si los políticos les pagan, porque cobran duro. Se lo digo porque sí, yo los contraté, pero yo no les pagué. El duro acá fue el que puso la plata.

El Hombre

¿Y ése quién es? (la voz es la de un hombre de 25 años, habla con descuido).

Cristancho

Pues hombre, el duro, el que tiene el billete para financiar todas esas fiestas, ¿quién más si no? Le hice la cuenta de los músicos, la comilona y el trago para toda esa gentuza (dice esta palabra con desprecio, cae en cuenta y hace una pausa para corregir). Gente, quiero decir. Pues sí, bastante platica. Pero al fin y al cabo era domingo de pascua, ¿no? Es que don Francisco sí es muy buena persona, y generoso como el que más, si usted supiera lo que ha hecho por este pueblo. De no ser por él, ni carretera tendría. Yo no le quería cobrar por el trabajo y lo de los viáticos, pero el hombre insistió. Siempre por los trabajos paga, y paga bien (afirma de un modo campechano).

El Hombre

¿Y cuánto se ganó usted?, si no es mucha la indiscreción.

Cristancho

Es como si yo le preguntara a usted cuándo se tiró a su mujercita, sin que a mí me importe un carajo. ¿No le parece, mijo? (dice amenazante)

El Hombre

No lo quería ofender.

Cristancho

Tranquilo, no me ofende. Me invita otra cerveciola, ¿verdad?

El Hombre

Faltaba más, hombre, pídala.

Cristancho

Me da mala espina que un hombre no tome. ¿Le pido una amarga?

El Hombre

No malicie, hombre. Lo que pasa es que odio el trago.

Cristancho

Y eso por qué (dice desafiante)

El Hombre

Cosas de familia. Y si tanto desconfía charlar conmigo, mejor no me hubiera llamado a su mesa a ofrecerme sus servicios. No pasa nada. Ya me voy, y pago sus cervezas, no se preocupe.

Cristancho

Me preocupo por lo que me tengo que preocupar, por nada más. Y siéntese mijo que yo no muerdo. (los dos hombres callan, se oye música en off y Cristancho camina unos pasos hasta el mostrador de la tienda, habla con voz inaudible con el dueño y ordena otra cerveza, regresa dando pocos pasos) ¿En qué íbamos?

El Hombre

Iba a preguntarle a qué hora llegaron los hombres armados (habla con determinación).

Cristancho

No sabría decirle. Lo único cierto es que había empezado el bailoteo, pues ya habían comido hasta que no dejaron nada y a la par bebían aguardiente. Sí, aguardiente, cerveza no. El patrón quería lo mejor. Debían ser las doce pasadas, pues recién había tocado la campana de la iglesia y uno por allá gritó ¡viva el lunes de pascua!, ¡viva don Francisco!, y todos los borrachos y las borrachas gritaron los vivas varias veces riendo a carcajadas de lo güetes que estaban.

El Hombre

Los músicos ya se habían ido, según supe.

Cristancho

Se fueron después de la comilona y lo que trajeron los borrachines fue uno de esos equipos de sonido que se oyen hasta La Greda. Los músicos que se echan a perder y como a la hora los hombres armados aparecieron.

El Hombre

Y usted, ¿dónde estaba?

Cristancho

Me salvé por un pelo, gracias a dios. Un milagro, dios mío bendito (dice lastimero). Yo estaba en el baño, y el baño está afuera. No más oí la primera ráfaga, pensé que era un borracho que se había armado y disparaba diestra y siniestra. Miré por la ventana lleno de miedo y lo primero que vi fue gente corriendo y dos hombres con uniforme disparando. Entonces me tiré a lo negro del monte todavía con los pantalones abajo. Eché a correr como alma que lleva el diablo con los pantalones sucios, eso le digo. Hasta donde corrí se oían los gritos de los muchachitos y el chillido de las mujeres y las ráfagas de las armas que no daban tregua. Todo fue tan horrible que se me pusieron los pelos de punta. Es que usté no se imagina (hace una pausa, cansado).

El Hombre

¿Y su mujer y sus muchachos?

Cristancho

No señor, no los dejé ir.

El Hombre

Y eso como por qué (al descuido).

Cristancho

¿Qué por qué? Juntos, pero no revueltos. No iba a dejar que mis muchachos se metieran con esa gente. Nosotros estamos del lado de la ley.

El Hombre

¿Y ellos no?

Cristancho

A buen entendedor, pocas palabras.

El Hombre

Cómo así.

Cristancho

Usted sabrá. O es que está de parte dellos.

El Hombre

No estoy de parte de nadie. Solo pregunto, no más. Y pasando a otra cosa y siguiendo con lo mismo, ¿alguno se escapó?

Cristancho

No había por dónde, como usted mismo ahora puede ver, hay una salida por la parte trasera, pero estaba trancada con candado.

El Hombre

¿No la abrieron para la fiesta?

Cristancho

No. La abrieron después para que saliera el olorcito porque la vino a visitar don Francisco, desde donde habló lo más bien a la gente del pueblo.

El Hombre

Qué dijo.

Cristancho

Como don Francisco, usted sabe, también es un doctor político, dijo que iban a investigar hasta las últimas consecuencias y que iban a coger a los culpables. Dijo que iba a encargar de eso.

El Hombre

Ha pasado un buen rato y no han cogido a nadie.

Cristancho

Ya dijeron que fueron los paras. ¿Qué más quiere?

El Hombre

Cuántos eran.

Cristancho

¿Los de ese día? Vea, todos quieren saber con pelos y señales qué pasó. Muchos han venido, hasta unos gringos se aparecieron por aquí. Mascaron chicles y tomaron fotografías a todos estos matorrales y trataron de hablar con la gente, pero como hablaban el lenguaje de ellos… (pausa) ¿Qué cuántos?, pregunta usted. No los conté. O mejor vi primero a esos dos desde la ventanita del baño y después, desde el rastrojo, a otros seis. Me imagino que había más controlando que nadie en el pueblo revirara.

El Hombre

¿No que había salido corriendo con los calzones abajo? ¿Al fin qué?

Cristancho

Era un decir, nomás. A buen entendedor, pocas palabras (habla con tono amenazante).

El Hombre

¿Gente de por aquí?

Cristancho

(Bastante seguro) No señor. Sólo sé que nunca los había visto.

El Hombre

Sí sabe que don Francisco está metido, ¿no? Es financiador de paras.

Cristancho

(Asustado) ¡Cómo! Un hombre tan bueno y tan correcto (bebe el último sorbo de cerveza y deja la botella sobre la mesa) ¿Me invita otra amarga? Gracias. Ya que lo menciona, sí, por ahí oí algo, pero no lo creo. A don Francisco todo el mundo lo quiere, es una buena persona y ha ayudado a todo el mundo, de eso no le quepa la menor duda. Hace un calor del demonio, ¿no le parece?

El Hombre

Sí, me parece. ¿Y no le parece a usted mucha coincidencia que los músicos se fueran justo a tiempo?

Cristancho

Gracias por la amarga. ¿Está buena su gaseosa? (pausa se oye como bebe un trago largo a pico de botella) Veo que no se le escapa una. ¿Cómo le digo? O mejor dicho ya le dije. Es que nosotros sí estamos del lado de la ley.

El Hombre

¿Y esos campesinos no lo estaban?

Cristancho

Hombre, qué le dijera.

El Hombre

¿Por eso había que matarlos? Había muchos niños.

Cristancho

No ponga palabra ninguna en mi boca, compañerito. Lo que oí es que iban a escarmentarlos matando a uno o a dos, pero se les fue la mano. Perdone la indiscreción, pero alcancé a ver que usted lleva un revólver. Tenga cuidado. Alguien más lo pudo ver y no es seguro que salga vivo del pueblo, aquí la gente anda amoscada. Se lo dijo porque usted me agrada.

El Hombre

No se preocupe, soy amigo del comandante de la base militar.

Cristancho

Haberlo dicho antes… (sin convicción).

El Hombre

(Interrumpiéndolo) No tenían por qué matar a las mujeres y a los niños.

Cristancho

Lo que oí es que la maleza hay que cortarla por la raíz. Y no me malinterprete, es un dicho, no es culpa mía.

El Hombre

¿Qué no es culpa suya?

Cristancho

Hombre (casi con miedo), pues lo del dicho.

El Hombre

Huele maluco por aquí.

Cristancho

A carne corrompida y a pólvora, desde el día de la matanza.

El Hombre

Ya ha pasado un buen rato, ¿no le parece?

Cristancho

Sí (dice como harto de la conversación).

El Hombre

¿Por qué a esa casa le dicen la mejor esquina? No es gran cosa. Yo conozco un pueblito que se llama La Mejor Esquina.

Cristancho

Curioso, ¿no?

 

Acto tercero

Escena 1

Se desarrolla en una habitación cerrada, ambientada igual que en el Acto primero.

Coro

La oscuridad, tejido frío. Olvido en el polvo. Sólo somos polvo en el olvido. Polvo y olvido en el pasado, en el presente que nunca termina.

Víctor

Tolio, a mí también me habían boleteado (con desesperanza).

Anatolio

Ya lo sabía, me lo contó Antonio, el hijo suyo.

Víctor

Debimos hacer algo, ¿no cierto?

Anatolio

Supongo.

Víctor

¿Supone, Tolio?

Anatolio

¿Y es que hubiera servido de alguna cosa?

Víctor

Al menos nos hubiéramos ido.

Anatolio

Para dónde.

Víctor

Pa lejos.

Anatolio

Bah.

Víctor

¿Usted cree que de todas maneras nos habrían buscado para matarnos?

Anatolio

De pronto ellos no, otros sí. A Leticia le faltaban quince días para caer a cama. Estoy seguro de que el muchachito que iba a tener nos iba a completar las parejitas. No, Víctor, yo no estaba para trasteos y mi mujer tampoco. Con la segunda boleta de advertencia pensé venderme a don Francisco a ver si nos dejaban tranquilos, pero no soy ningún comemierda. A la larga de todos modos iba a perder la tierra, ¿o no?

Víctor

Pues sí. Ahorita la tierra suya y la tierra mía le han salido gratis a ese bellaco. A mí me enseñó mi papá que primero está la familia que el orgullo.

Anatolio

Tampoco usté se fue.

Víctor

Valiente cosa (dice con rabia)

Anatolio

La puta infernal que parió a ese hombre.

Víctor

¿A don Pachito?

Anatolio

Pues sí.

Víctor

Oiga, alguien viene (a lo lejos, El Hombre y Cristancho conversan, el sonido apagado de sus voces se hace cada vez más fuerte).

 

Escena segunda

En el campo abierto, en frente de la casa de la masacre.

Cristancho

(Monólogo) Era bonita la casa, ¿no? Lástima que ya la gente del pueblo no viene por aquí. Desde entonces (con énfasis) solo los turistas se asoman. ¿Sí ve allá? Es el valle y las lomas de La Greda, allá, en la loma, se ve el campanario de la iglesia. A mí no es que me guste venir aquí, vengo porque es bueno que nadie se olvide de lo que pasó aquí, pero ya me voy. El otro día, cuando vine con un turista, el olorcito no me dejó quedar mucho rato. Aunque si le digo la verdad a un turista, un señor extranjero como de su edad, no se le daba nada, ni siquiera arrugaba la nariz. Me voy, si me necesita para algo me encuentra en la tienda, lo de la plata por la guía lo arreglamos más tardecito. O no, tranquilo, con lo de las cervezas está bien, adiós.

 

Escena tercera

En la habitación cerrada, como en la Escena primera.

Víctor

Otra vez ese pendejo. Tiene cáscara.

Anatolio

Es un maldito. Me parece raro que no se quede acompañando al turista. Aunque bueno, todavía debe acordarse de lo que le pasó el otro día.

Víctor

¿Fue idea suya o de Leticia de poner a llorar al niño?

Anatolio

De Leticia, y parece que le hubiera quedado gustando. ¿Es que no se acordaba?

Víctor

No. Estos fríos le dañan a uno la mollera. Pero ahora me acuerdo que el hombrecito salió como volador sin palo.

Anatolio

A uno le da risa.

Víctor

¿Y lo de la manito de niño también fue idea de Leticia?

Anatolio

Mía.

Víctor

Lo que no entiendo es por qué se los echó en el bolsillo de la camisa.

Anatolio

Para ver si yo me calentaba riendo, pero no. Ya los males que le hicimos a ese morrongo me provocan ninguna risa, ni siquiera lástima. Llega uno a un punto en que todo lo hastía.

Víctor

¿Fue allí, donde se paró a contar los dólares del gringo y usted tuvo la oportunidad?

Anatolio

Y tiene cachaza de volver.

Víctor

Oiga, Tolio, ¿cómo cuántos turistas han venido?

Anatolio

Ya perdí la cuenta y tampoco me importa un carajo.

Víctor

Este frío me está matando. Lo digo para pasar el rato, uno se aburre sin hacer nada. Preferible que vengan a que no. Qué tal que nadie viniera. Ahí sí esto sería un purgatorio.

Anatolio

Pues esto es un infierno, qué dice. Mejor solos que mal acompañados. O es que cree que esto es el cielo o al menos su patio trasero. No Víctor, este es el infierno así a usted no le guste y ese Cristancho es el diablo (lejos, llora el bebé, como el acto primero).

Víctor

¿Está triste, Tolio?

Anatolio

¡Ay!, Víctor. Es el llanto de ese muchachito que pone los nervios como agujas.

Víctor

No se amargue, no es su culpa no haber estado al lado de Leticia esa noche. Todos estábamos medio borrachos o borrachos y medio. Además, todos estábamos aquí, bien juntos, como ahorita mismo. Por allí, aunque no se vean, están don Roberto y don Agustín; por aquel otro lado, que tampoco se ven, don Horacio con Santiaga y sus seis muchachos; más de paracasito, don Orlando; junto a él, doña Alicia y sus tres hermanas…

Anatolio

Sí, no siga (lo interrumpe), no sea hostigante, no va acabar nunca. Ticia, ¿se tomó la aguadepanela? Calle a ese muchachito que la moima se me va a explotar.

Leticia

Sí, Tolio, ya se escurrió hasta la última gota de leche, la última (enfatiza), no queda más, apenas la mera costilla pelada. Sin nacer este muchachito y ya me quiere sorber hasta el güeso. Si sigue así me va a matar (mientras Leticia y Anatolio hablan en voz cada vez más baja, al fondo se oye cada más alto la voz de Víctor y su retahíla).

Víctor

(Mecánicamente) Nicolás, don Alberto, don Camilo, don Juan, Amaranto el bobo, Jesús, Anselmo, don Fernando, María Antonia la bonitica y su mama, Juanina…

Anatolio

Eso sí va a ser muy difícil, mija (se eleva otra vez la voz). Ya estamos bien muertos.

Leticia

¿Ya se fueron las hormigas?

Víctor

(continúa con la retahíla) …los Gomes, los Caracolí, los Robayo…

Anatolio

Parece que les gusta lo que hay en mi ombligo.

Víctor

… los García, los Mayo, los Arcos, los…

Leticia

Alguna bala será.

Anatolio

Víctor, ¿ve algo, me ve a mí?

Víctor

(Despreocupado) La verdad, no, pero es como si lo viera.

Anatolio

Yo en cambio veo pedacitos suyos, pedacitos de cada uno.

Víctor

Entonces, ¿tampoco me ve?

Anatolio

Hace un ratico me pareció coger su mano, yerta estaba.

Víctor

Las hormigas en vez de calentar dan es frío, ¿no le parece?

Anatolio

Me parece.

Leticia

¿Aquel ya se fue?

Anatolio

Sigue con el turista allá afuera, están echando unas palabritas.

Víctor

Lo quiere convencer para que entre y así poder cobrar más.

Leticia

Ese no es gringo.

Víctor

Ahora que lo dice, no, no parece.

Leticia

Lo creen pendejo a uno.

Anatolio

¿Por qué lo dice, mija?

Leticia

¿No se acuerda? Y usted, Víctor, ¿tampoco tiene mollera?

Anatolio y Víctor

(al unísono) No. Estábamos borrachos.

Leticia

Es la ventaja de no dejarse emborrachar, una se acuerda de todo.

Anatolio

Entonces usted lo conoce.

Leticia

No es que lo conozca, lo vi.

Víctor

¿Esa noche?

Leticia

Esa noche.

 

Acto Cuarto

Escena primera

Fuera de la habitación, en campo abierto. Cristancho y El Hombre hablan.

Coro

Porque él estaba vivo y decía que era lo mismo estar muerto que dormido. Y se reía. Se reía como si estuviera muerto, como si estuviera dormido, ya no iba dormir ni a morir nunca más, nunca más.

El Hombre

Aguarde (con voz firme).

Cristancho

Tengo afancito. Mi mujer me espera para el almuerzo y si llego tarde es capaz de darme una muenda (a modo de chanza seca, sin gracia).

El Hombre

Me gustaría ver la casa por dentro. Le pago lo que me pida.

Cristancho

Pero hombre, lo traje hasta y tampoco le voy a cobrar de más por abrirle esa puerta. Mire, yo le abro y cuando se vaya usted cierra, ¿me parece? Yo después vengo y reviso. De todos modos, tampoco hay nada robar. Me nombraron cuidador de la casa, no sé ni para qué. No tengo ganas de meterme allá, huele a mil demonios. Se me daña el almuercito, y como le dije, si llego tarde mi mujer me casca.

El Hombre

Camine (con firmeza)

Cristancho

¡Oiga! ¿Para qué es ese revólver? (con miedo)

El Hombre

Camine (con firmeza).

Cristancho

Pero hombre, yo a usted no le he hecho nada, ni siquiera lo conozco (lastimero).

El Hombre

Muévase o lo entro a patadas (con firmeza)

Cristancho

Ya, ya. No es para tanto (con mucho miedo).

El Hombre

Ni para tan poquito (dice con sorna).

Cristancho

Le juro por mi madrecita que esa noche no vi ninguna cara, se lo juro por lo más sagrado (se escuchan llaves en una cerradura).

El Hombre

Cállese (con fastidio).

Cristancho

Oiga, mire, vamos a mi casa. Allá tengo bastante platica ahorrada, se la doy toda y se va y no ha pasado nada, ¿qué dice?

El Hombre

Entre (es una orden)

Cristancho

¿Para qué? (se oye el golpe del cuerpo de Cristancho contra la puerta y que cae al suelo gimiendo. Luego la puerta se cierra, hay un forcejeo rápido y se escucha un disparo).

 

Escena segunda

En la habitación cerrada.

Leticia

Está oscuro, ¿no? (con sorna)

El Hombre

Un poquito, no más (distraído).

Anatolio

Cristancho suena como a Cristo. Pero ése en vez de mandarnos al cielo nos mandó pa’l infierno (con voz resignada).

Leticia

Quién lo hubiera creído (con ironía).

El Hombre

Qué (con voz neutra)

Anatolio

A mí Cristancho me suena como a mamarracho (como si conversara con alguien, pero habla solo).

Leticia

Usted semejante asesino y un bobo le madruga.

El Hombre

Sí, quién lo hubiera creído.

Anatolio

Cristancho carrancho que de una patada tumbó su rancho (ídem).

Leticia

¿No le da risa?

El Hombre

¿No ve como me revuelco a carcajadas? (dice seco).

Anatolio

Cristancho, ¿qué haces ahí, muchacho?

Leticia

Lo mató de solo dos balazos (dice con desprecio).

El Hombre

¿Y para qué más?

Anatolio

Cristancho, vaga por lo ancho.

Leticia

A mí me entraron nueve balas de las grandes. ¿A usted, Tolio?

Anatolio

Qué (distraído).

Leticia

Que cuántas balas de fusil le tocaron.

Anatolio

Ocho en el cuerpo, más tres en la cabezota.

Leticia

Y a usted, Víctor.

Víctor

Quedé de recoger con cuchara.

Anatolio

Sí oyen (pregunta, se oyen voces lejanas que se acercan. El bebé, lejos, llora)

Anatolio, El Hombre y Víctor

Qué (preguntan al unísono)

Leticia

Los han despertado la bulla de los balazos. Parece que habrá fiesta. Anatolio, ¿participa?

Anatolio

Quedé curado de fiestas. Además tengo un frío horrible y no me quiero mover de este rincón en donde hay una mincha de calorcito. Tampoco me quiero perder en esta oscuridad y después, Ticia, no voy a poder encontrarla. No, Ticia, no me deje solo.

Leticia

No lo voy a dejar solo.

Víctor

Vienen.

El Hombre

(Suelta una carcajada infernal).

Leticia

No es lo mismo estar muerto que estar dormido. Y este matón está bien dormido, tanto que dan ganas arrullarlo.

Anatolio

Ticia, qué cosas dice (asombrado).

Víctor

Es mejor estar bien muerto que errar por ahí dormido, como alma en pena. Así que no diga nada, Tolio, lo entiendo. Me gustaría más bien que Leticia me arrullara, como al niño. Me gustaría dormir para siempre, pero ya ve, no puedo. Siempre de un lado para otro, como perro sin amo.

Leticia

Sí oyen (pregunta. Las voces indiscernibles se acercan poco a poco y el murmullo crece).

El Hombre, Anatolio y Víctor

Sí (dicen al unísono).

Anatolio

Vayan ustedes. Ticia, usted se me va perder, me va a dejar solo.

Leticia

No pasa nada.

Víctor

No quiero tocar a este maldito (con rabia)

Anatolio

Yo menos. Me da mucho asco ensuciarme las manos.

Leticia

Se acercan (el murmullo ininteligible se oye fuerte).

El Hombre

Nooo (es un grito desgarrado).

Coro

Todo es oscuridad. Olvido en el polvo que pronto desaparecerá como un vientecillo. Somos olvido en el polvo, polvo y olvido en toda la eternidad (con la misma cadencia del Acto primero).

FIN

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