Legado del mal. A propósito del Museo Pablo Escobar

Autor: Germán Gaviria Álvarez
País: Colombia
Año: 2025 
Palabras: 4.261
Idioma: Español
Género: Ensayo
Subgénero: Ensayo literario
Temas: bien | mal | museo | sociedad civil

Ideas generadoras del ensayo: Desde que mi mujer y yo vinimos a vivir a Medellín hace menos de un año, tuve deseos de visitar el Museo Pablo Escobar, y se lo comuniqué a ella. Inmediatamente estuvo en desacuerdo. Es más, a pesar de conocerme bastante bien, dijo que era indigno que lo hiciera. Su concepto de visitar un museo proviene del siglo xvii, cuando se retomó la noción alejandrina de museum (lugar en el que se guardaron copias de la Biblioteca como una forma de preservar la colección de algún desastre, como en realidad sucedió). La noción moderna de museo es del del empirismo del xvii: uno va a un museo a enriquecer el espíritu ante una colección de obras de arte, no para envilecerlo viendo lo repugnante.

Lo discutimos varias veces, pero ella permaneció firme, nunca ha estado de acuerdo con que yo hiciera semejante visita. 

Seguí cavilando sobre la relevancia de un museo dedicado a exponer los horrores que el hombre ha cometido en contra de los demás y de sí mismo, abundan en todo el mundo, sólo que a mí en particular nunca me han interesado al punto de ir a visitarlos. Así que, ¿por qué ahora ir al de aquí?

A finales de junio último hice un esbozo general de este escrito, y luego, durante las dos semanas siguientes, me dediqué a refinar las ideas y a pulir la escritura. Esto significa que, un día a la semana, por unas horas, he trabajado en este escrito.

Autores relevantes relacionados con este ensayo:

Legado del mal

A propósito del Museo Pablo Escobar

 

 

1 Después de echar un vistazo a la página Web, desistí de visitar el Museo Pablo Escobar –que dista mucho de serlo– aquí, en Medellín, no porque renunciara a un deseo morboso ni porque sintiera algún escrúpulo especial. ¿Qué deseaba ver? Pues lo que uno cree va a encontrar en un museo que no pretende exaltar (aunque cualquier exhibición es una exaltación) la razón de ser histórica de algún personaje (humano o no), sino simplemente mostrar, de manera equilibrada, diversas facetas de tal personaje para ir en su busca y así descubrirlo o conocerlo mejor. 

¿Qué quería descubrir o conocer al visitar el Museo? 

No sé con exactitud. Supongo que, siguiendo mi amor por ir hacia lo desconocido, descubrir lo que está oculto a mis sentidos, no por amor a lo desconocido, sino por amor a saber, lo que implica, más o menos, un movimiento a ciegas. Claramente, no iba a encontrar, en ninguna parte, y menos en dicho museo, alguna cosa que mostrara de manera imparcial a Escobar y su legado, aunque esperaba que el Museo mismo justificara su existencia como museo. 

La existencia de este Museo tiene sentido en el marco de un uso comercial de objetos a los que la cultura popular, local y foránea, considera fetiches o reliquias de un pasado violento. Pasado y presente que, por desgracia, no han sido superados. Un museo X puede explotar económicamente su colección de objetos heredados, regalados o comprados, lo que no es lícita es la explotación económica de aquellos objetos que son de propiedad pública como el parque Inflexión o el cementerio Montesacro, p.e. La expresión ‘Tour oficial’ en la página Web es engañosa: oficial significa que emana de la autoridad del Estado, y hasta donde tengo conocimiento, tal establecimiento no es propiedad del Estado. El problema, claro está, no sólo radica en la ignorancia –deliberada o no, aunque muy frecuente, eso sí– del uso del idioma en el lenguaje publicitario, sino en el ventajismo innato de la malicia criolla: alguien se apropia de un bien común (lo público) y lo usufructúa de manera chapuchera, osada y desafiante, como sucede con tales ‘Toures’. Pero estas son otras historias, o para decirlo mejor, son otra herencia del mal que mecería un análisis por aparte.

Lo que aquí me interesa analizar es el problema del mal que todavía dimana del legado de Pablo Escobar. Esto significa ir más allá de la exhibición y comercialización de sus vestigios, que son circunstanciales. Un análisis de las formas de instrumentalización del mal por Escobar, es lo que realmente importa. Estos análisis deberían ser permanentes porque la herencia de ese mal ha sido dinámica, cambiante y cada día se fortalece. 

Aquí sólo hablaré de una de tales herencias: el mal.

No existe justificación para todo lo que Escobar hizo y dejó de hacer, como tampoco el cómo, el cuándo y el por qué, siendo esta última, como es evidente, el lucro personal y la satisfacción del apetito de poder, que intentó saciar de todas las maneras a su alcance: desde la obtención de enormes cantidades de dinero y propiedades a través del crimen (mentira sistemática y continuada, hurto, secuestro, burla a las autoridades, intimidación individual y colectiva, asesinato individual y masacre, tráfico de estupefacientes, corrupción y liderazgo criminal), hasta la consecución de lealtades de familia y amigos, así como mujeres para satisfacción personal, etcétera. El cómo y el cuándo, son contingentes y sólo fueron posibles gracias a una instrumentación del mal. 

Dije que ‘apetito de poder, que intentó saciar…’, en el caso de Escobar, a pesar de sus excesos, al estilo norteamericano de ‘vive rápido y muere pronto’ nunca se sació: el mal sólo se sacia con el mal que produce; al contrario, siempre quiere más. 

El mal entendido en este ensayo, más acá del maniqueísmo, es aquello que una persona hace con el propósito de perjudicar física, mental y/o sicológicamente a otra u otras personas, por la razón o las razones que sea(n), y su legado es el mal en cualquiera de sus formas.

 

2 La fuerza del mal encarnada en Pablo Escobar produce repugnancia, temor, asombro, horror y deseo de estar lejos de él y de su legado; es decir, del mal. En una página promocional del Museo está en primer plano la conocida foto de Escobar sonriente frente a la cámara del Dpto. de policía de Medellín con un número de seis dígitos en la base, pero está recortada de los ojos para abajo. Nada más ver la fotografía manipulada o completa de ese hombre de 27 años genera asco e indignación antes que fascinación. Es la sonrisa y la actitud de un criminal cínico que sabe que tiene el poder suficiente para que la justicia no lo vaya a detener, como en realidad ocurrió, pues en aquella ocasión fue liberado pocos meses después. 

Mostrar esa fotografía en especial –está completa en la galería de fotos y como motivo en un porta lapicero– es exhibir la imagen de un hombre que ríe y se vanagloria anticipadamente de los crímenes ejecutados y de los que en el futuro va a cometer. Si no, ¿de qué más va a reír frente a la cámara de la policía, es decir, de aquella instancia cuya función es ponerle un freno al mal? No le sonríe a la cámara de una estación de policía, se burla de manera despreciativa del poder judicial, así como de las instancias sociales y gubernamentales de la que emana.

Desde antes de los años 1970 y ss., en la cultura popular colombiana se creía que las personas de frente ancha, alta y despejada, de mirada altiva y mordaz, se les debía considerar más inteligentes y sagaces que los otros; es decir, seres superiores. En el dominio del mal, siempre aparece alguien cuya aspiración es ser superior en materia de maldad y poder a sus predecesores. En el caso de Escobar, fue la banda de Los Priscos.

La fotografía recortada que mencioné arriba, muestra eso: la frente ancha y alta y los ojos llenos de malicia y lascivia, que nacen del apetito de poder. Pero, malicia, lascivia, burla, cinismo y alcanzar poder económico, etcétera; ¿son pruebas superioridad? Sí, pues su esencia abarca eso y la consciencia no sólo de la permanencia del mal en su presente (años 1970 y ss.), sino asegurar su permanencia en los años futuros para que el poder se consolide. El delincuente sabe que, en el futuro cercano, puede alcanzar un estatus político y social en el que podría institutonacionalizar el mal. Para lograrlo, Escobar usaría una inmensa cantidad de dinero para sobornar o doblegar a los representantes de la sociedad primero, y enseguida los agentes y dignatarios de la justicia mediante todo tipo de violencias. Todo lo anterior sucedió.

Es seguro que aquello de que Escobar era inteligentísimo y sagaz, como quiere la cultura popular, no sea así, lo que es muy afortunado. De haberlo sido habría encontrado un límite y un nicho para sobrevivir y hoy, 2025, probablemente estaría vivo disfrutando de su fortuna a los 76 años de edad. Pero no sería un adorable hombre mayor rodeado de una familia cariñosa, amigos y conocidos, sino una especie de ultrademonio que ha sofisticado sus métodos y sus lascivias, y estaría haciendo un daño peor, de eso no cabe duda. Pero, ¿existe algo peor de lo hizo y dejó de hacer? Es difícil imaginarlo, como es difícil imaginarlo vivo y aún más encarnizado con el mal. 

El mal no se extingue, continuamente cambia de forma y evoluciona, nunca es estático, como sí lo es el bien. El concepto de bien es más o menos el mismo que hace unos 3.000 años, cuando se comenzaron a fundar las sociedades como las conocemos.

Es imposible enterrar el mal definitivamente y olvidarse de él para siempre. Intentar dar la espalda al mal y no querer saber nada de su universo, desde el punto de vista de la moral y la ética en la sociedad, es contraproducente. Es indispensable conocer las formas en que opera el mal en las personas y en los entornos sociales para no ser servidores útiles e involuntarios de sus propósitos. Nada ni nadie puede enterrar la figura de Escobar y su legado, como no es posible enterrar las aberraciones de Luis A. Garavito o de cualesquier otro criminal. 

No porque una minoría –porque es una minoría, no la sociedad entera, hay que tenerlo en cuenta– exhiba y tenga al día las atrocidades que Escobar y de otros canallas cometieron, la sociedad es mejor. Más bien, puede ser contraproducente, si no se maneja de manera adecuada. La sobre información y el lenguaje repetitivo, la repetición de esquemas y lugares comunes, que es la nueva multiplicidad de dispositivos técnico-mediáticos, antes que ser una positividad (volver al ser político y colectivo), son una negatividad: la experiencia comunicativa es cada vez más vana e instigada, y quien recibe el mensaje se hastía y lo ignora.

Como ha sucedido en Medellín y en otros sectores de Antioquia, tal negatividad ha derivado en una apología del crimen organizado y del narcotráfico, lo que, además de ser un agravio continuo a la sociedad civil y a las instituciones que combaten el mal, diversifican y afianzan las sustancias del mal. 

Si algo ha pululado en Colombia en la línea del legado del mal de Escobar –desde la legitimación social del dinero fácil a través del crimen y del dinero en general venga de donde viniere, como el hurto, el secuestro y la extorsión, p.e.–, han sido los delincuentes que imitan a Escobar y luchan por superarlo. 

Escobar no fue exitoso al intentar legitimar el dinero mal habido usando las cúpulas de las instituciones políticas y las élites económicas, aunque lo intentó. Al fracasar con esta estrategia, usó la base de tales instituciones: lo más elemental de la cultura urbana en su esplendor, de la que son dueños absolutos las personas que carecen de poder económico y de representatividad civil y política. 

Aprovecharse para su beneficio de las carencias económicas, sociales y educativas de las personas, no es un signo de inteligencia, es una forma simple en que opera el mal.

En Colombia, estadísticamente, y muy a pesar de los avances en tecnología, logística y moralidad en todas las fuerzas públicas que luchan contra el mal, porcentualmente, hoy el número de criminales es mayor que hace 60 años. Se supone que con todos estos avances, el mal debería haber disminuido proporcionalmente, pero no es así. Ahora existe una mayor y diversa degradación social en el corazón (la ciudad) y en la periferia (pequeñas poblaciones, el campo) de la vida colectiva; es decir, el mal sigue ampliando su campo de acción. Un campo que no sólo aró, cultivó y cosechó la mafia de la que Escobar fue su líder, sino el mal mismo en la naturaleza del ser humano desde la Creación. 

El mal no sólo estaba en Escobar y sus socios, está en cada uno de nosotros, agazapado en el interior. Sólo necesita de condiciones y de oportunidades para expresarse. El mal –no así el bien–, necesita apenas de un poco de espacio para que prospere y se expanda. En cambio, el bien necesita de mimos, alimentación y cuidados. ¿Por qué? Es algo que aquí no vamos a analizar, pero por ello no hay que tenerlo en cuenta.

 

3 A finales de las décadas 1970 – 1980 los mafiosos mandaron a construir casas –aparte de para ‘lavar’ dinero, crear redes incondicionales de apoyo y fortalecer en el imaginario colectivo el mito de Robin Hood–, e incluso barrios para personas sin poder económico. Personas que, a falta de otro tipo de apoyo (como del Estado, comenzando y terminando con educación, pero ese es otro tema) aceptó una casa, mercados, televisores, préstamos especiales y, periódicamente, dinero en efectivo, etcétera.

Esta astucia de la mafia, además de cínica y perversa, corrompió el ‘regalo’ mismo: en cada centavo y en cada ladrillo estaba la semilla del mal. En estos más o menos 50 años tal semilla ha prosperado, el árbol se ha erguido y sigue creciendo y arrojando veneno. 

Se podría justificar que las personas que aceptaron casas, dinero en efectivo y otros ‘regalos’ lo hicieron por necesidad, sin (querer) saber que en tales regalos había una intención maliciosa, y por tanto carecen de culpa. Pero sería una falacia.

Las redes de apoyo a Escobar funcionaron a la perfección a lo largo de la década de 1980 y principios de la del 1990. La eficacia de esta estrategia está demostrada por el hecho de que Escobar incrementó exponencialmente en este periodo no sólo la producción y venta de estupefacientes, sino su guerra a las fuerzas de contención del Estado, lo que derivó en la muerte directa de entre 3.000 y 5.000 personas. Del número de personas asesinadas por Escobar y otros miembros de la mafia desde la muerte de Escobar en 1993 y hasta hoy, no hay estadísticas segmentadas. Igualmente, tampoco se ha cuantificado –lo que también es herencia de Escobar– el número de vidas de todas las edades destruidas por la adicción a las drogas o por los daños colaterales no sólo en Antioquia, sino en Colomba, para no hablar de fronteras para afuera. El número, ha de ser inmenso en estos casi 50 años.

¿Cuántas personas, casi todas de escasa escolarización, miles, en todo caso, ignoraban que ayudar a esos mafiosos era legitimar el crimen, incrementar la desmoralización y la degradación social? Creo que muchísimas, la inmensa mayoría, diría yo. Para ellos –lo he sabido por testimonios directos– estos mafiosos eran y todavía son héroes que sí atendían sus necesidades y le hacían frente a la ‘oligarquía poderosa y a la elite política corrompida’. 

Estos mafiosos supuestamente tenían el mismo origen social de la gente sin poder económico, lo que es falso en el caso de Escobar, Carlos Lehder y los hermanos Ochoa; solamente R. Gacha nació en una familia campesina sin riqueza a la venta de quesos. Delinquir entonces era y es, más que una forma de subsistencia, una forma de enfrentar la inequidad social y hacer resistencia de clase. 

¿Cuántas de esas personas cuestionaron la ética, la moralidad o la legitimidad de los mafiosos y sus acciones siniestras y violentas? Si hubiera habido una masa crítica suficiente para rechazar tajantemente esos ’regalos’, ¿habría servido para frenar al menos un poco la fuerte degradación social que ha tenido lugar desde 1960 a hoy, teniendo en cuenta que, desde 2016, fecha en que comenzaron a observar cambios significativos en la vida colectiva de la ciudad, los gobernantes que se han esforzado muchísimo para contener el mal? 

Que tales cambios positivos, hay que decirlo, comiencen a verse desde la fecha anteriormente citada, sólo significa que otros gobernantes (alcaldes, gobernadores) también pusieron bases para contener el mal.

Estoy segurísimo de que, de haber habido una masa crítica habría hecho la diferencia. En la mendicidad, hasta cierto punto, no hay dignidad ni orgullo, sí falta de confianza de la persona en sí misma. La persona que pone la mano para recibir y acepta una limosna, un ‘regalo’, niega su capacidad física, mental y espiritual para llevar una vida decorosa, la que sea, una al menos al servicio de su propia ética y de su propia moralidad sin intentar hacerse daño a sí misma, a otra ni a otras personas. 

No porque se carezca de formación formal, se carece de moral; y no porque se carezca de poder económico, por elemental que sea, se carece de dignidad y humanidad.

La vía más es fácil es aceptar sin cuestionar la ‘ayuda’ de otro. Además, en recibir una limosna, ¿en dónde queda la reciprocidad? ¿Por qué una persona pide o exige ayuda, incluso de manera agresiva como ahora mismo sucede? ¿Debemos responsabilizar al cristianismo y a otras religiones piadosas? 

Quiero dar un ejemplo. 

Una persona que perdió su cosecha por causas externas, como una sequía o un diluvio, ¿necesita regalos de sus allegados y vecinos o soluciones comunitarias de soporte para sobrevivir? El hombre del mesolítico (hace unos 11.000 años), quizá el fundador de la vida colectiva, no conoció la mendicidad. Los estudios antropológicos demuestran que, frente a las grandes devastaciones naturales, el hombre pre sedentario se unió con sus semejantes y migró a mejores tierras. ¿Y si no tuvieron a dónde migrar? Como también la antropología lo ha demostrado, esas personas perecieron y su cultura fue aniquilada. 

¿Es preferible la extinción personal o comunitaria antes que aceptar ser un instrumento de la auto degradación o del mal? Me refiero al mal que tiene lugar, como dije arriba, cuando una persona se lastima espiritual y/o físicamente a sí misma y/o a otras personas según su apetencia o apetencias personales, y su herencia es el mal.   

¿Quiere decir entonces que, a fuer de vivir, y de vivir de cualquier manera, así sea con enfermedades, deformaciones, a la intemperie, etcétera, es lícito mendigar? En el momento que pido y recibo sin reciprocidad dar las gracias no es reciprocidad, según dije arriba, me niego a mí mismo física, mental y espiritualmente, y socavo la confianza y mi fuerza interior, por débil que sea. 

‘No recibas sin dar, ni des sin recibir’, dice el refrán español.

Al cristianismo se le ha alabado que, históricamente, hizo que los comportamientos crueles, egoístas y dañinos tuvieran como contraparte la caridad, la humildad y la alteridad. Pero, desde entonces, no necesariamente esta serie conceptual ha funcionado de en pro de la sociedad en general. La innumerable cantidad de guerras, batallas y escaramuzas que han tenido lugar desde la instauración del cristianismo lo ha demostrado.

 

4 En el numeral anterior usé como sinónimo de narcotraficante, la palabra mafioso. 

Mafia, según los estudiosos, puede provenir de varias fuentes, escojo 3, veamos: 1. Provendría de las invasiones árabes en Sicilia (y otras regiones del sur) que tuvieron lugar entre el 965 y 1060 que legaron la palabra mahya, usada para designar a bravucones y pelafustanes. 2. Sería un acrónimo siciliano del siglo xiii contra los invasores franceses: Morte allá Francia, Italia Anella [muerte la Francia, Italia añora]. 3. Sería un apócope de mia familia, frase muy utilizada por las bandas delincuenciales sicilianas.

En la cultura popular colombiana de hoy, el mafioso ya no goza del respeto social que en tiempos de Escobar, cuando se le consideraba un héroe, un alguien que por su inteligencia, audacia, valentía y capacidad de acción consigue muchísimo dinero de manera rápida y lo disfruta dándose todo tipo de placeres y lujos, siempre extravagantes. En el imaginario colectivo, un mafioso era una persona que había salido de la pobreza –ya dijimos que Escobar no era pobre, en absoluto, era malo por naturaleza–, había luchado contra la ‘corrompida oligarquía’ y logrado un sitio de prestigio en medio de la sociedad cerrada y elitista, y aparte de eso, era un acérrimo defensor no sólo de los menos empoderados económicamente, si no de su familia, la familia supuestamente estaba por encima de todo; es decir, era un héroe, un Robin Hood que enfrenta a poderosos e ignora el peligro. A un personaje así, ¿quién no querría imitarlo?

La familia, el gran pilar propagandístico de los mafiosos. Cosa que hoy también se ha revelado como un engaño: la familia para los mafiosos son personas de absoluta confianza, es la más importante red de apoyo para llevar a cabo actividades delictivas, personas que, en su ceguera filial, estaban y están dispuestas a sufrir y/o morir por el jefe y hacer valer su legado. El problema es que el jefe sabía que pagarían caro y por ello mismo se escudaba en ellas. 

Los descendientes y otras personas de la familia suelen ver la herencia del mafioso como un error, una la equivocación, no como algo asociado al mal, y justifican su accionar. Planear un secuestro, un asesinato individual o una masacre, robar y mentir sistemáticamente, no es equivocarse –cuando se planea hacer daño, todavía existe la mínima consciencia de no llevar a cabo el acto–, es poner en acción diversas formas del mal. 

Hoy la palabra mafioso, en el contexto colombiano, es un delincuente que ha organizado una ‘empresa’ o estructura económica basada en el crimen, pero ya no reúne los atributos de Escobar arriba citados. A la gente del común nos produce miedo antes que algún tipo de respeto, pero también indignación. El mafioso hoy es un empresario que utiliza en mal, en todas sus formas, para ser exitoso con el tráfico de estupefacientes, es tanto o más despiadado que Escobar, ha aprendido a ocultarse, ya no ‘regala’ casas, barrios ni dinero en efectivo, sino que impone la ley de su negocio, su legislación del mal.

El mal tiene unas leyes, un régimen y un reglamento bien definidos desde hace casi dos (2) siglos. Los mafiosos italianos fueron los primeros en redactar una legislación, que con el tiempo ha ido perfeccionándose. Escobar tenía también sus propios códigos, pero era incapaz de imponerse límites, tuvo una vida tan violenta como fugaz.

Una característica del mal es que, al que no sabe imponerse límites, lo destruye y deja a un lado del camino.

Coda A finales del siglo iv y principios del v, el monje Pelagio y a san Agustín vivieron un duro enfrentamiento ideológico, que sólo terminó con la muerte del primero en el año 421, gracias a la (no probada) intervención de san Agustín. Si la naturaleza humana en sí misma es obra inmediata de la gracia divina, afirmaba Pelagio, entonces el hombre no ha nacido en pecado, y el pecado mismo tampoco lo es. Atemorizado por las consecuencias de semejante razonamiento, san Agustín combatió férreamente esta que pretendía ser una doctrina (tuvo y ha tenido muchos seguidores) y escribió cuatro obras y muchas cartas combatiendo el pelagianismo, pues no solo destruía la noción de hombre y de mujer y por tanto de pecado original, sino defendía la idea de que Dios se había equivocado al crearlos y castigarlos, en lo que evidentemente hay una contradicción. 

¿Dios era un ser que no conocía la naturaleza de sus propios errores y, por tanto, no era omnipotente y la condición de Dios, de ser absoluto, quedaba en entredicho? O para decirlo en palabras contemporáneas, era imperfecto (humano) o no existía.

¿Dios podía ser imperfecto? Si es imperfecto, su creación es imperfecta. Lo imperfecto implica la capacidad de equivocarse, de tropezar, y de hacer el mal, pues de toda equivocación nacen sentimientos oscuros y contradictorios. O, como quiere la doctrina del pecado, la equivocación se produce porque el mal existe en la persona. 

El Paraíso es perfecto, no se equivoca, allí no existe un donde físico ni un cómo ni con qué tropezar.

Por otra parte, si el hombre no ha nacido en pecado, según Pelagio, entonces todas sus acciones son buenas y no pueden ser malas, pues incluso la palabra pecado, del latín pedicco pecco es tropezar o cometer una falta. Es decir, si en el ámbito religioso pecar es cometer un error y pertenece al dominio del mal, 1. ese error proviene de Dios, o bien, 2. ese error proviene del hombre y pertenece a la naturaleza del hombre. 

Por su puesto, en esta coda el problema no es acerca de la naturaleza de Dios, sino sobre la naturaleza humana.

Si el error (lo que es malo) y el bien (lo que es bueno para el hombre), provienen de la naturaleza humana, significa también que tanto el bien como el mal están dentro del hombre y son parte constitutiva de su naturaleza. Como dijimos arriba, sólo se necesitan condiciones –familiares, sociales, ambientales y genéticas– y la oportunidad para que el mal se manifieste y tome ventaja, que es una de sus características. Cuando el mal emerge no tiende a regularse a sí mismo, tiende a expandirse sin control, cosa que no sucede con el bien, según dijimos. Al mal no le importaban los límites, no los necesita, no los busca y no los controla; de hecho, no se destruye y no se detiene: muta, cambia de forma, se adapta a todas las circunstancias, a todas las épocas y, en especial, a todas la personas. Un ejemplo es Escobar y su legado.

Parafraseando a Lévi-Strauss, el universo del mal significó mucho antes de que empezara a saberse qué significaba (Introducción a la obra de Marcel Mauss, Tecnos, 1991), y seguirá complejizando y extendiendo sus significados.

Siguiendo la huella ascendente de estos razonamientos, el problema del mal que enfrentamos no sólo forma parte del orden social colombiano, va más allá, y como diagnosticó Durkheim hace más de siglo y medio, proviene de la macroestructura de las sociedades, desde la fundación misma de la vida colectiva. 

Quizá el problema no sea ‘erradicar el mal’, que es un imposible, pues habría que arrancarlo de la identidad humana, sino conocerlo en profundidad, ponerle unos límites y comprender mejor su verdadera naturaleza y función en el individuo y en la sociedad. 

Una sociedad sin el mal, sería el Paraíso, y una utopía.

Al mal, como lo han demostrado el cristianismo y algunas religiones piadosas desde hace más de 2000 años, no se le enfrenta solamente en el ámbito de la religión, como ingenua, maliciosa y tradicionalmente se ha hecho. Si no, principalmente, en la esfera de la naturaleza humana. Históricamente, al respecto, no se ha hecho lo suficiente, y dada la miope cultura beata contemporánea en esta ciudad y en esta sociedad en general, tampoco creo que vaya a suceder en el corto ni el mediano plazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.